Cada uno desde su casa, sin conocerse, con la solidaridad como denominador común y las herramientas digitales como aliadas. Los ‘makers’ de la provincia leonesa se organizaron en las semanas más críticas de la pandemia para hacer y donar decenas de miles de elementos de seguridad, atendiendo una demanda que ni las instituciones ni el sector privado llegaban a cubrir entonces.
Las redes sociales y las aplicaciones móviles permitieron tejer una red que gestionó de forma eficaz los grupos de ‘makers’ que se conformaron en distintas comarcas, cargados de voluntad y con el objetivo de dotar de medios de protección principalmente al personal sanitario y también a otros colectivos que reclamaron el fruto de su empeño y del trabajo incesante de sus impresoras 3D.
“Había mucha necesidad y muy poca movilidad”, explica Vicky, encargada de coordinar a todos esos voluntarios, que aclara que está vinculada a la impresión 3D pero que no es ‘maker’. A ella la reclamaron para encargarse de mejorar la comunicación y con ello la eficiencia de los más de 224 ‘hacedores’ cuyo esfuerzo se traduce en cifras contundentes.
Más de 35.000 pantallas. 10.000 salva-orejas, 1.000 tiradores de puerta (apoya-brazos) y unas 200 válvulas Charlotte para respiradores es el balance del funcionamiento de esos grupos que se propusieron y lograron convertirse en modelo de operatividad y logística. “Lo bonito de este movimiento es la auto-organización. Son personas normales que tienen un afán de hacer cosas y mejorarlas. Fue algo extraordinario”, señala Vicky, que gestionó la página web, el Facebook y el grupo de Telegram que consiguieron obrar el milagro.
León -Fab Lab, la Universidad y el resto de implicados, con Alba de la Torre como primera impulsora- con su alfoz, La Virgen del Camino, La Bañeza y Comarca, Astorga, Montaña Leonesa, Laciana, Ponferrada…los grupos de ‘makers’ recibieron el soporte de bomberos, Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, instituciones, centros sanitarios, sociales y educativos y particulares, empresas como Camperiza-T, que se convirtió en a través del punto de fabricación y logística, para lograr llegar a todos los lugares donde se esperaban sus envíos.
Cuando el ámbito sanitario se consideró cubierto empezaron a preparar material para negocios que ya se empezaban a abrir y que necesitaban, sobre todo, pantallas cuando las mascarillas todavía escaseaban. Fueron semanas, relata Vichy, de un ritmo “frenético” hasta que se dio por cumplida la misión. Califica lo vivido de “ejemplar y emocionante” con mucho trabajo y dedicación que no dejaban tiempo ni al desánimo ni a poner rostro a compañeros de ‘batalla’ con los que quizá algún día compartan anécdotas y emociones de una experiencia que no van a olvidar.
“Siempre se dijo que en algún momento estaría muy bien juntarnos para ponernos cara y podernos decir te acuerdas de esto y de lo otro… ha sido muy intenso, eran momentos muy graves”, comenta y sobre la visibilidad que lo ocurrido le ha dado al movimiento ‘maker’ opina que ha servido también para que muchas personas sepan “que hacían algo útil y necesario”. A la espera de esa posible ‘quedada’ presencial, la comunicación por chat o por teléfono ha permitido generar contactos más personales entre algunos de ellos.
Vicky destaca que no le consta que ninguno de los ‘makers’ abandonara esta aventura que nadie pudo imaginar para no gastar más dinero. Ahora, los elementos que se preparan, ya de forma residual, como salva-orejas e incluso llaveros que reproducen el virus COVID-19 se hacen “por encargo, para amigos y conocidos”.
Ahora, retoman una normalidad que perdieron de cuajo y lo hacen después de haber cambiado la imagen que muchos, asegura convencida, tenían de ellos. “Se ha conocido un poquitín que no son gente rara que no se relaciona, sino personas a las que les gusta la tecnología, hacer cosas y mejorarlas”, recalca.
Con su actitud queda patente, señala, que hay cosas que aunque parezcan imposibles no lo son y que los límites pueden desaparecer. “Con todos los factores en contra se ha hecho una labor espectacular”, afirma. Los ‘makers’ dieron un paso adelante y ahora viven, a su juicio, una etapa de transición, a otro ritmo. “Parados no están, porque no es su filosofía”, concluye.