La autovía principal de conexión de Asturias con la meseta es la A-66, también conocida popularmente como la León-Benavente. Su historia es francamente la narración de un mal fario desde que se concibió allá por los desarrollistas planes de finales de los 70 y principios de los 80. La vieja nacional soportaba un tráfico a doble sentido con el enlace a Madrid desde el punto estratégico zamorano que poco a poco en las comunicaciones por carretera quitó protagonismo a Astorga que, sin embargo, era la histórica cabeza de la Ruta de la Plata, Astúrica Augusta-Emérita Augusta, con prolongaciones al mar a Gijón por el norte y a Sevilla por el sur.
Fue el Partido Popular el que culminó en los 90 la autovía A6 Madrid-Coruña y fue el PP el que al fin dio luz verde a la León-Benavente para su enlace. Pero si a la tardanza le sumamos muertes y polución, añadámosle una picaresca jugada del ministro de Fomento, Francisco Álvarez Cascos, que prometiendo cumplir la vieja intención de unir la autopista de Asturias a Madrid trocó, birló, cambió la carpeta con el proyecto de prolongación de autopista de pago León-Benavente por autovía. ¡Qué majo! Pero para que salieran las cuentas le endosó la autopista de peaje a la León-Astorga, que en proyecto era una autovía libre que unía a los dos polos de la provincia leonesa con tráfico a diario intenso. «Quedo bien con mis paisanos y con los empresarios de turno», pensó Paco Cascos. Y la León-Benavente vio la luz… La luz, la lluvia y la nieve… quedando en entredicho la calidad de materiales envejeciendo en un par de años de uso y que hoy es conocida como la «autovía del infierno». Grietas, baches, límites de velocidad y ritmo de obras de mejora siembran el terror en 75 kilómetros. Grietas en 53 kilómetros, por lo que los que la recorren habitualmente van en un solo carril evitando firme ruidoso, socavones. ¿Puntos negros? Más que pecas un pelirrojo. Menos de 120 Km/h por la peligrosidad. 11.500 vehículos de media diaria, 20 accidentes -varios mortales- de promedio anual…
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