Laudino García

 

En plena etapa de refundación política de casi todo lo que ha representado la Transición española en los últimos cuarenta años hay personajes válidos, que se  nos han ido y a las que vamos a echar de menos por muchas razones, entre ellas por su comportamiento, compromiso, defensa de sus ideas, relación con los demás, honestidad y generosidad. Una de estas personas es Laudino García, un político de la Transición, que tanto luchó y combatió y casi siempre sin levantar la voz, buscando la fuerza de la razón.

El Bierzo, las cuencas mineras y el carbón fue una de las grandes razones de su vida. Imagino que habrá sufrido en estos años viendo la imparable decadencia del carbón y no sólo en El Bierzo sino en toda España y en Europa. Cuántos viajes hizo él a las capitales europeas en busca de un plan internacional que salvase e hiciese viable el carbón, mineral absolutamente estratégico para la economía berciana. Muchos disgustos le acarreó dentro de su propio partido esta defensa numantina del carbón, sobre todo cuando el gobierno central estaba en manos del PSOE y desde Madrid no hacían nada más que poner sobre la mesa planes de cierre o de reestructuración de minas.

La muerte de Laudino coincide con el cierre de la histórica empresa Hullera Vasco Leonesa, el santo y seña de la minería del carbón de la cuenca de la montaña leonesa. Otro icono que se nos derrumba, otra línea roja que se borra de un plumazo, otro fracaso que empobrece aún más a los leoneses y que certifica el fin irremisible de la minería del carbón.

Laudino lo fue todo en el carbón, excepto alto cargo en algunas de las administraciones públicas con responsabilidad en el carbón. Presidió casi todas las organizaciones mineras leonesas y españolas que buscaban la supervivencia a la desesperada del carbón y la mejora social y económica de los mineros y de los entornos de las cuencas. También tuvo despacho en Bruselas en una de las pocas organizaciones supranacionales que buscaba la solidaridad europea para racionalizar la minería. Todo ello con un éxito muy limitado, tal y como ahora se demuestra, con la minería del carbón en plena agonía.

Pero, sobre todo, Laudino fue un alcalde de los de antes, cercano, popular, directo, un paisano entre paisanos, adelantado en temas sociales y, sobre todo, solidario y honesto. Casi treinta años siendo alcalde y casi siempre por mayoría absoluta. Sus vecinos le querían. Le respaldaban y compartían su proyecto de vida. Lo mismo le pasó en la Diputación, donde dejó una huella imborrable. Siempre cercano, abierto, atento, con una sonrisa en los labios y aceptando todo tipo de sugerencias. Su compromiso democrático fue su bandera. Político de una izquierda moderna, social, interesado por los más débiles y sin pelos en la lengua, mandase quien mandase en su propio partido o en las instituciones en las que él participaba. Fue de los pocos políticos que hacía y ejercía el ejercicio de la autocrítica.

Se nos ha ido uno de los últimos políticos de la vieja escuela, uno de esos muchos, callados, políticos de base que no se han visto salpicados por casos de corrupción o tráfico de influencias. Laudino ha sido la demostración de que una larga gestión política en el tiempo  no tiene porqué acabar en la corrupción de la rutina y de los vicios del poder. Le vamos a echar de menos en estos tiempos tan convulsos e inciertos.

 

 

 

 

 

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