Rodeado de bosques infinitos, respirando el aire más puro y compartiendo el Camino de Santiago con peregrinos, con los “más auténticos, los que se quedan en albergues” como los de Foncebadón, junto a la mítica y mágica Cruz de Ferro, un punto “muy alto”, casi a 1.500 metros de altura, “donde cada día es diferente, amanece un sol radiante y por la tarde, tormenta, casi un refugio de montaña”. Así ve el Camino y la hospitalidad Paco Vallejo, hospitalero en esta localidad, que destaca que la ruta enseña a “prescindir de todo lo superfluo y se vive con lo justo y necesario”. “Me hace realmente vivir el Camino con peregrinos que me transmiten la energía del día a día”, sostiene.
Vallejo conoció el Camino en 1999 en un viaje turístico a Santiago. En la Plaza del Obradoiro observó como los caminantes “llegaban con cara de gozo” y con “abrazos entre ellos”. “Era una fiesta maravillosa. Yo quería participar de alguna forma de ella y no tarde ni un año en colgarme la mochila y salir al Camino. Fue la forma en que realmente descubrí esta magia y tierra sagrada”, rememora.
Ya en 2007, descubrió albergue de Foncebadón en el que ahora echa “una mano” según su forma de entender la hospitalidad, una manera “de vivir el Camino de Santiago”, en la que no anda “cada día, sino que el Camino pasa cada día por delante de mi”. “Vivo con ellos, comparto el día a día y les ayudo a caminar”, presume.
A su juicio, rodeado de la belleza paisajística del punto más alto de La Maragatería, el paso del tiempo “es una forma de vida que transforma la rutina y que enseña a prescindir de todo lo superfluo para vivir con lo justo y necesario”. “Se disfruta de cualquier pequeña cosa que realmente no valoramos en el día a día y que aquí cobra sentido y valor”, resopla.