Palabras. Muchas. Todas las del mundo y la fantasía. Ninguna es certeramente propietaria de lo que dice aunque les hemos dado el valor de lo que representan, sin ser verdaderamente el aval que te garantiza la “cosa” a la que se refiere. Nada menos que 5.000 años llevamos representando la realidad con ellas: las palabras. Les hemos dato tanto valor que hemos creído que son lo que dicen. Falso. Son representaciones gráficas de un mundo visto bajo el prisma de una parte del mundo: el hombre.
Los primero símbolos representaban las formas. Después la humanidad refinó el método con una mayor abstracción hasta que llegaron las letras, un mayor alejamiento de la realidad en beneficio de la mente y en detrimento de los certeros sentidos u otros lenguajes más universales como la música, que transmite un mensaje emocional saltándose la barrera de la mente. El símbolo, la letra, las palabras son un sistema “frío” al que le proyectas un “calor” sólo digno de los hechos y las cosas.
Mundos. El tuyo también está lleno de palabras. El mío también. Imagínate tu mundo interior sin una palabra que pueda expresarlo fuera… ¿Dejaría de existir? No. Digamos que no podrías comunicarlo por esa vía, pero no lo convierte en algo irreal ni imposible de trasladar.
LAS PALABRAS Y EL DAÑO EMOCIONAL
Te duelen las palabras. ¿Qué te pasa? ¿Qué te dueles a ti? Únicamente tú puedes entender en las palabras el daño, pues ellas no dañan. El creador de la semántica general, el polaco Alfred Korzybski, es célebre (entre otras cosas) por acuñar la frase “la palabra perro no muerde”. Su trabajo viene a rescatarnos del valor que le atribuimos a las palabras. Esas que no son las cosas. En su trabajo “Science and Sanity”, publicado en 1933, explica esto:
“Los seres humanos están limitados en su conocimiento por la estructura de su sistema nervioso y la estructura de sus lenguas. Los seres humanos no pueden experimentar el mundo directamente, sólo a través de sus abstracciones (impresiones no verbales que provienen del sistema nervioso e indicadores verbales que provienen de la lengua). A veces las percepciones y la lengua confunden al hombre que cree que son los hechos con los que debe tratar. El entendimiento humano de lo que está pasando carece en ocasiones de similitud de estructura con lo que está pasando realmente”
Nada ni nadie tiene el poder de dañarte. Lo único que puede ocurrir es que tú le des ese poder a alguien o algo, pues directamente no te quieres herir. ¿Para qué te quieres herir? Tienes una culpa dentro de ti, totalmente seguro. Quién no tiene alguna, ¿verdad?
Las palabras son el recurso para llevarte a un escenario que no está delante de ti, pero no son ese lugar, ni ese sabor, ni ese sonido, ni ese tacto… ni esa visión. Desde muy pequeño te formaron para entender “así” el mundo. Las palabras tienen ventajas obvias y desventajas obviadas y olvidadas: ellas no tienen el poder de ser lo que dicen. Nunca dejes que una palabra te dañe: ellas no son nada y tú, sí eres alguien.
Feliz semana a tod@s