Nos hiciste sentir como si fuéramos el Gran Duque de Florencia, cuando atravesábamos el admirable Corredor Jacobeo, que iba desde la Encina hasta San Andrés, pasando por encima de las cabezas de la vecindad del casco antiguo de Ponferrada. Tú, estimado Antolín, y tus excelentes equipos de colaboradores trabajasteis duramente en aquella prestigiosa tarea.
¡Qué detalle!, Señor, has tenido con el Bierzo: nos has regalado una persona consagrada que embellece lo que toca, lo perfecciona, lo multiplica; lo hace perdurable y trascendente. Sus obras rezuman amor al prójimo, y todo ello lo hace con total humildad. Lo que engendra o reconstruye es santo, provechoso, eficaz, resplandeciente y saludable: Hospital, Monasterio, Albergue de Peregrinos, Hogar del Transeúnte, Basílica, Proyecto Genadii…
Antolín de Cielo y Tierra. Nos haces sentir valiosos, cuando eres tú el que más vale. No te cansas de dar ejemplo: de generosidad, perseverancia, inteligencia y voluntad. Angelote cercano y sencillo. Hombre tranquilo, audaz, espléndido, comprensivo y buen predicador; ¡Antolín de iniciativa pura!
Monseñor pimentero. Templario extraordinario que siempre vas protegido con la Armadura de Dios. Te obedecen los órganos y los muros de mampostería, los retablos y los espejos del Camarín de la Virgen. La cúpula del templo eres tú. Nadie puede pensar como tú. ¿Quién como tú?
Guardián del Camino de Santiago. Maestro cantero de la Ruta de las Estrellas. ¡Díganlo ponferradinos y bercianos! ¡Cuéntenlo campanarios! Que la Morenica te lo premie, Excelentísimo y Reverendísimo Señor Rector. Muchas gracias por todo.
Gregorio Esteban Lobato, Ponferrada 2020.