Que cansinos somos cuando nos gusta una expresión. La repetimos hasta la saciedad. La de este verano ha sido sin duda la de ‘cortina de humo’, un término, como tantos, de origen militar, que hace alusión al humo que se producía en la batalla, ex profeso, para confundir al enemigo. Todo son cortinas de humo. La frase se la espetan uno al otro, el otro al uno y vuelta a empezar. Y por si no fuera suficiente, los medios también la acuñan en sus titulares un día sí y otro también. De acuerdo que la expresión nos viene ‘al pelo’ para definir los artificios de ocultación -significado de cortina de humo según la RAE- de los políticos, ese conjunto de hechos o circunstancias con los que se pretende ocultar verdaderas intenciones o desviar la atención de hechos importantes… Pero, ¿qué es lo importante?.
Por supuesto que quien haya cometido irregularidades en la consecución de sus títulos universitarios o plagios lo debe pagar. Pero es que más allá de las cortinas de humo con las que los partidos quieren tapar estos hechos, la insistencia en la utilización de los mismos es también una cortina de humo en sí, un artificio que esconde la incapacidad de políticos de todos los colores para dialogar, para consensuar. Me explico. Denunciadas las supuestas irregularidades es el momento de que la administración competente en cada caso las investigue y depure responsabilidades. Lo que no puede ser es que la ‘titulitis’ y los plagios, verdad o no, sigan protagonizando la política española. Porque lo que esto denota es que nuestros representantes están más interesados en su tensa lucha por el poder, en la ‘fontanería’ de bajos fondos, que en los asuntos que realmente preocupan a los ciudadanos, como las pensiones: ¿por qué no se ha reunido el Pacto de Toledo este miércoles como estaba previsto? Aquí tenemos un claro ejemplo de incapacidad política.
Tenemos demasiados problemas y necesitamos soluciones, por ejemplo, para las cuencas mineras. En la provincia de León urge que el Gobierno descorra la cortina del carbón y muestre sus planes, más allá de las declaraciones de intenciones, las de la ministra de Transición Energética y las de sus antecesores. ¿Seguirán echando humo nuestras térmicas o se apagarán definitivamente?, ¿se compensará a las cuencas? ¿cómo y cuando?