La asociación Trimuella de la localidad de La Cuesta, en el término municipal de Truchas, ultima los preparativos para la puesta de largo de los Campaneiros, la ancestral mascarada de invierno, una tradición que gozó de gran popularidad en Cabrera bajo cualquiera de sus nombres, remixacos, tamaracos, mantarracos, campanones, farramacos…
El sábado los personajes volverán a recorrer las calles de la localidad de La Cuesta, tras el atardecer a las 18.00 horas. Vanesa Díez presentará el libro para niños “Antruejo, el misterio de las máscaras de invierno” que acompañarán con licores y cafés. Después de la presentación, será el momento de la música a cargo del músico Rodrigo Martínez Acompañado por otros músicos, finalizando todos juntos con un seranu. El domingo, hay programada una visita a una mina romana, una charla sobre las mascaradas cabreiresas, una visita al museo del encaje en Villar, previo a que vuelvan a salir los Campaneiros después de misa en la localidad de La Cuesta.
La recuperación de esta tradición fue una realidad gracias a los testimonios de los más mayores y al trabajo de la asociación, que ha escuchado a aquellos que más saben de lo de antaño. Según Ludivina González, Joaquína Miguélez y Ludivina San Roman, mujeres que todavía vivieron la mascarada, los Campaneiros en La Cuesta se celebraban en Navidad y eran encarnados por los mozos del pueblo que se disfrazaban con la única función de perseguir a los rapaces y pedir el aguinaldo.
Los Campaneiros se cubrían los cuerpos con pieles y para la cara y la cabeza se fabricaban caretas con apariencia de animales, “con grandes dentarrones”. En ocasiones también se ponían cuernos o varas de madera, que tallaban los chavales, para representar al ganado.
La iglesia que no era amiga de estas tradiciones obligó a cambiar la fecha de la fiesta, que pasó a celebrarse en carnaval bajo el nombre de Trapisacos. Muchos se tapaban la cara y otros se vestían con las peores vestiduras. Fue entonces, con la teatralización de la tradición cuando aparecieron más personajes: la vieya, el toro, los galanes y la señorita que picaba al toro. No fue hasta el año pasado cuando recuperaron los trajes acorde a la tradición después de la subvención de diputación y a la investigación realizada por la asociación, e incorporan diferentes máscaras o carochas de los pueblos cercanos para hacer una representación de todas las mazcaradas de la comarca cabreiresa.
Historia de una tradición
Los Campaneiros en La Cuesta eran encarnados por los mozos del pueblo que se disfrazaban, unos de Campaneiros, -unos tres o cuatro-, cuya única función era perseguir y asustar a los rapaces, y otro de vieja, que no corrían a los niños, pero que se disfrazaban de modo que no se le reconociera a ninguno.
Los Campaneiros se cubrían los cuerpos con pieles de ovejas o perros, capotes, trapos viejos o mantarrones, etc. También de cintura para abajo. Para cubrir la cara y la cabeza se fabricaban caretas o caperuzas con agujeros para los ojos, muchas veces un simple saco con dos agujeros para poder ver, con apariencia de lobos, zorros y otros animales, o de cualquier cosa que pudiera asustar. En ocasiones también se ponían cuernos sujetados con una estructura de madera y piel de carnero a modo de representación del ganado. Cuando no tenían cuernos de vaca los sustituían por varas de madera que los rapaces tallaban. El nombre de Campaneiros tiene su razón en las campanas, (cencerros, esquilas y tupios), que estos personajes portaban colgados de sus cinturas para mayor estruendo y agitación de los chiquillos. Como todo esfuerzo tiene su recompensa, tras realizar este peculiar pasacalles, los vecinos del pueblo daban huevos, chorizos, y otros alimentos, incluso dinero, con lo que los mozos celebraban una cena.
Este traje ha evolucionado muy poco, en comparación con otros de comarcas cercanas, manteniéndose prácticamente la misma estructura, pieles con tiras de colores de tela y papel en su parte posterior.
Debido a que la iglesia no era muy amiga de celebrar estas tradiciones en esas fechas, los campaneiros se trasladaron al día de carnaval e incluso cambiaron de denominación pasándose a llamar Trapisacos. Este día de carnaval había baile por la tarde y por la noche.
Para el baile por la tarde, los hombres se vestían de mujeres y las mujeres de hombres, y se colocaban un pañuelo blanco o tela de saco en el rostro para que no se les reconociese.
Muchos otros se vestían con las peores vestiduras que tenían, incluso remendaban traposviejos sueltos de forma que al saltar volasen de un lado a otro. Perseguían a los chavales con un trapo mojado y sucio para arrearles y asustarles. Era frecuente que se pusiesen caretas con cuernos o se tiñesen la cara de negro con el hollín de los fornos, y al igual que los Campaneiros, se colgaban campanas por el cuerpo, ya que eran el mismo personaje que los Campaneiros. Los chavales huían de los Trapisacos por todo el pueblo y era frecuente que se escondiesen entre los jóvenes que habían acudido al baile.
Ya por la noche se hacía un baile en un corral y era en ese momento cuando aparecía en escena el toro y la señorita. El toro era un hombre que con cornamenta daba vueltas alrededor del corral mientras los jóvenes que bailaban se subían a donde podían para huir de él. La figura de la señorita consistía en picar al toro para dirigirlo a donde más gente hubiese.