Algunas tardes de domingo desapacibles, como las de estos días, solía alquilar algunas películas para verlas en el salón de casa con mi hijo. Siempre “de guerreros” o “de vaqueros”, por supuesto. Las palomitas, el sofá y la pantalla de plasma hacían el resto. De aquellas películas supongo que él acuñó el término del lugar determinado y relativamente controlado donde habitaban personas, en este caso los nativos norteamericanos.
La “caja del agua”, es decir, la bañera o la “llave de la luz” por el interruptor, son expresiones que yo escuché y reí con gracia al churumbel y de las que cualquier padre tendrá su versión personalizada de su correspondiente prole. La cuestión es qué lleva a una inocente criatura conceptuar una reserva india al igual que una residencia geriátrica.
No es menos evidente que vivimos en una sociedad donde la media de edad se eleva constantemente gracias a los avances médicos y la calidad de vida en términos generales. Los infantes, por su escasez, empiezan a ser una especie en claro peligro de extinción. Tan solo la llegada de ciudadanos extranjeros mantiene a duras penas la tasa de natalidad. Una cifra que en nuestros pueblos sobrepasa al de un hijo por pareja con mucha dificultad.
Resulta muy manido y recurrente el titular periodístico que reza: “Cada vez menos y más viejos”. Y sin embargo, es una realidad incontestable por las cifras y estadísticas oficiales. No es de extrañar, por tanto, que paralelamente la industria de todo lo que tiene que ver con la salud, el cuidado corporal y la denominada tercera edad brote como setas a nuestro alrededor. Si usted quiere saber de qué adolece una sociedad observe con atención los anuncios por palabras y la publicidad. Se ofrece lo que se anhela.
Incluso en la mentalidad popular, cobrar “la pensión” o pasar al “retiro dorado” no son sino cuentos chinos para la gran mayoría, pues por mor de elevar el número de personas pasivas el sistema no garantiza el futuro cobro de prestaciones al ritmo de beneficiarios creciente por el zarpazo decreciente que la crisis económica ha producido en el sistema recaudatorio de la S.S. Negocio para los planes de pensiones privados, los bancos, es decir, los de siempre. ¿Y además, estaremos en condiciones de salud mentales y físicas para un largo y soñado retiro? Parece que sí, pero no.
A la par que la longevidad de la población han surgido nuevas enfermedades tremendamente crueles, demencia senil, alzheimer…Con lo que tenemos miles de ancianos con su paga bien merecida que no son conscientes o no pueden llevar una vida como en un principio rezaba el cartel publicitario del Club de los 60 de turno. ¡Qué dientes tan blancos, cómo sonríen y qué activos son los modelos de la publicidad de las personas mayores! La abuela que salta en paracaídas, que toca la batería en un grupo de rock o el señor que practica el tenis como si de Rafa Nadal se tratase.
Salvo aquellos prejubilados en determinados sectores, el resto no solo no podremos retiraros a los 60, ni a los 65… Los gobiernos que no sean populistas y por ende engañabobos tienen planes para hacernos estar produciendo hasta el fin de nuestros días. Es lo que hay. Por lo tanto, si a la persona mayor que ya no le queda más remedio que salir de su casa para recibir cuidados que ni su familia, si la tuviera, por su pequeño espacio vital tampoco podría vivir con su hijo y medio que le corresponde según la tasa de natalidad, está condenado a ser ingresado en una residencia. Que están muy bien, pero no son el hogar. ¡Qué distinta a aquella sociedad clásica de gerontocracia con el Consejo de ancianos donde se consultaban las cuestiones peliagudas que surgían a los gobernantes! O al Senado, senectud, que para el caso es lo mismo. Y vayan más a visitar a los abuelos a la residencia, digo a la “reserva” cual pieles rojas de turno.