La planta trepadora

En el difícil mundo de la política se dan muchos tipos de especímenes diferenciados. Hoy queremos hacer hincapié en uno que en esta legislatura se da con reiteración tanto en la política local como en la regional. Nos referimos a la denominada planta trepadora.

La trepadora es aquella cuya ambición mantiene oculta pero que le hace silenciosamente acaparar más cuotas de poder. Es como una pequeña pero inmodesta persona que, sin ruido, sabe estar en el momento adecuado y lugar adecuado para, ¡zas! salir nombrada y dar un paso al frente en su carrera política.

En cuanto a su personalidad. La falsa modestia les delata. Sólo hay que ubicarlas en algún acto en un lugar menor o menos prominente para que se sientan incómodas o logren, sorprendentemente, perder los nervios que trabajan febrilmente en su interior.

 

No son antiguas en la formación política, pero atesorarán labia suficiente para decir que son votantes de toda la vida o que su familia y ellas mismas fueron protagonistas con tal o cual personaje relevante o que tuvieron que hacer una defensa numantina de las siglas que ahora dicen amar y representar.

En cuanto a su enemistad. Son claramente enemigas de todo aquel que descubre su verdadero rostro, el de la ambición y la traición si es necesaria “por la causa”, “por el ascenso” o “por salvarse” de tal purga o de un posible descenso en una lista electoral o en un organigrama de Gobierno. Eso sí, cuando regresan a su ciudad natal o tienen ante sí un acto social o político se muestran accesibles por demás, sonrientes y activas. La imagen del triunfo, de la normalidad y del agradecimiento falso e hipócrita componen su representación teatral o puesta en escena.

Ahora que son tiempos de “enredaderas” bien vendría podar en alguna consejería o en algún consistorio los ejemplares de plantas trepadoras que a río revuelto crecen y crecen proyectando una sombra que augura malos tiempos con personajes así.

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