juicio por el crimen de Isabel Carrasco

La piña de la aristocracia funcionarial

Existe, sin duda, una aristocracia del funcionario con sede en la Diputación Provincial. Una élite corporativa que funciona como un reloj. Se vio ayer y se ha vuelto a ver hoy
Las acusadas Montserrat González (d), su hija Triana Martínez (2d), la policía local Raquel Gago (i), amiga de Triana, y el abogado José Ramón García (2i), durante la novena jornada del juicio por el crimen de Isabel Carrasco (J.Casares)

Existe, sin duda, una aristocracia del funcionario con sede en la Diputación Provincial. Una élite corporativa que funciona como un reloj. En los momentos duros tocan a arrebato y se agrupan como una piña. Se vio ayer en la Audiencia Provincial, en la sala donde se juzga a las acusadas por el crimen de la presidenta de la Diputación, Isabel Carrasco, y se ha repetido en la breve sesión de la mañana de hoy.

El abogado defensor de las acusadas Monserrat y Triana trata de demostrar que en la oposición a la plaza de ingeniero de telecomunicaciones, que se sustanció en 2011 en la Diputación, hubo muchas irregularidades y todas ellas encaminadas a que Triana no aprobase, a pesar de que la plaza, sostiene el defensor y la propia acusada, se habían creado para ella y que incluso Triana había desarrollado el temario del examen y hasta habría hecho una propuesta para seleccionar a los miembros del tribunal opositor. Pasados los años y visto donde se sienta ahora Triana, todos los altos funcionarios de la Diputación se han conjurado en cerrar filas. Ahora todos, incluidos la secretaria general, el jefe de Recursos Humanos, la jefa de Nóminas, el interventor y alguno más, todos, sin excepción, aseguran, sin sonrojarse, que la oposición a la que optaba Triana se convocó en tiempo y forma y se desarrolló con absoluta transparencia y legalidad.

A preguntas de porqué existen correos electrónicos de Triana a altos funcionarios de Recursos Humanos de la Diputación con el temario de la oposición, ahora nadie sabe nada y, en caso de duda, se pasan el balón de la contradicción unos a otros, sin que nadie asuma ninguna responsabilidad. Lo mismo sucede con el va y viene de León a Valladolid y viceversa del examen del ganador de la oposición, que siempre debió estar en sobre lacrado y en poder del tribunal, pero que ahora todo el mundo considera normal esas prácticas viajeras, aunque algún alto cargo intocable haya dicho que él no lo hubiera hecho así. Pero, eso, sí, que de irregularidades nada. Como mucho, un procedimiento dudoso.

En este ambiente, llegó un momento en que la tensión se podía cortar ayer con un cuchillo cuando el defensor preguntó al jefe de Recursos Humanos de la Diputación si meses antes de la oposición a la que se presentaba Triana hubo una tremenda polémica por otra oposición a auxiliares, en la que unos cuarenta personas, muchas de ellas hijos de altos funcionarios y familiares de diputados provinciales, aprobaron todos con la nota máxima, es decir con 10. Entre esos aprobados estaba el hijo de quien en ese momento prestaba testimonio jurado, es decir el director de Recursos Humanos.

El juez y presidente del Tribunal se limitó a sonreír en vez de cortar de raíz este enfrentamiento y careo entre el defensor y el testigo. Cómo se nota, que el presidente del Tribunal ya no se juega nada al haber perdido las elecciones internas a presidente del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León. Ahora está más distraído y relajado.

Con esta estrategia, el defensor trata de poner en evidencia las contradicciones internas en la Diputación a la hora de convocar oposiciones, de elegir los tribunales, de redactar los temarios y de corregir los exámenes, con el fin de demostrar el acoso y la persecución que sufrió Triana y que se exhibe como un atenuante en el asesinato de Carrasco. Y aquí acertó el defensor. Triana fue objeto de una oposición repleta de sospechas encaminadas a que no aprobase, todo lo contrario que en oposiciones anteriores, entre ellas las de los cuarenta sobresalientes –hijos y familiares de altos funcionarios y diputados-, donde todo fueron facilidades para que salieran por la puerta grande. Todos con un diez. Nota máxima. Sobresaliente para hijos y familiares. Seguro que fue una mera casualidad. Como lo de Triana.

Lo cual no quita para reafirmar lo que se ayer escribía este cronista. Triana no estudió su oposición y suspendió con un 2,2 de nota. No mereció aprobar por pura soberbia y autosuficiencia. Pero ahí quedan las dudas sobre un trato desigual ante situaciones parecidas. Dudas sobre una actuación que salpica de lleno a la élite funcionarial.

El corporativismo de esta élite se hace aún más patente con la tramitación del expediente de lesividad de la Diputación contra Triana, el único en su género en toda la historia de la Diputación. Otra casualidad. Triana cobró durante años su nómina completa al no habérsele practicado la reducción obligatoria del 30% por compatibilizar su trabajo de funcionaria interina con la actividad privada. El acuerdo de compatibilidad fue aprobado por la Junta de Gobierno de la Diputación, pero no se tramitó el acuerdo a Recursos Humanos. Un olvido. En este sentido, nadie ha preguntado qué alto funcionario actuó en esa reunión como secretario/a de y porqué ese alto funcionario/a olvidó tramitar el acuerdo sobre Triana. Amnesia total. Sólo se acordaron del error cuando Triana ya no trabajaba en la Diputación. Alguien resucitó el asunto y tramitó, además, de forma chapucera un recurso ante los juzgados, que perdió la Diputación ante varias instancias y tras varios recursos. De esta actuación tampoco ningún alto funcionario asume su responsabilidad.

Al final, el recurso contra Triana terminó costando a la Diputación mucho más dinero del que se le reclamaba. Como bien dijo el abogado defensor, al final costó más el collar que el perro. Ante esta evidencia de fracaso por hacer las cosas mal, mutismo total de la élite funcionarial. Ellos no cometen errores. Todos hacen bien su trabajo y, en caso contrario, aplican el artículo primero de su particular código ético: No saben, no recuerdan.

En este mismo sentido, ayer también sorprendió la amnesia y el reiterado no sé o no me acuerdo del famoso y recordado diputado Pano, auténtico “primer ministro” de la Diputación durante varias legislaturas y que, ahora ya jubilado, no recuerda o no sabe hasta dónde alcanzaba su poder en la Diputación. Es lo que tiene la jubilación. No sabe ni recuerda nada especial sobre la oposición de Triana, aun cuando él reconoce que fue su padrino cuando Triana se afilió al PP en el despacho de la Presidencia de la Diputación y que fue él quien recomendó a Triana para el puesto de ingeniero de telecomunicaciones.

Tampoco se acuerda de su muy aireada por la prensa beligerancia con la entonces presidenta, Isabel Carrasco. Como en León todo el mundo se conoce y muchos tienen memoria, al final de su declaración tuvo que reconocer por lo bajini que su relación con Carrasco “no era para darnos besos, pero tampoco tortas”. Menos mal.

En su testimonio, el también diputado provincial Raúl Valcarcel, sí reconoció, aunque vagamente, que recibió órdenes de Isabel Carrasco para que la oposición a la que optaba Triana se hiciese con absoluta transparencia y legalidad. ¿Es que había otra manera de hacerla? Claro, es que meses antes se había celebrado la famosa oposición de los cuarenta –hijos y familiares- y el escándalo fue mayúsculo. Ya se sabe, todos aprobaron la misma nota: un 10.

Por todo ello, está claro que intentar obtener la verdad y nada más que la verdad sobre la actuación histórica de la élite funcionarial de la Diputación de León es sólo equiparable a la lucha de don Quijote contra los molinos de viento. Una quimera.

 

Print Friendly, PDF & Email