De un tiempo a esta parte, y más desde que el Ministerio de Hacienda se puso firme con la regulación de las administraciones provinciales y locales, el mundo de la burocracia económica de ayuntamientos y demás se ha vuelto una auténtica locura. Se diría que han leído todos a la vez a Frank Kafka para aplicar el más absoluto de los absurdos y establecer un tinglado de padre muy señor mío en eso de las contrataciones y los cobros de la cosa pública. No hay lugar donde el interventor de turno no se haya hecho con el timón de la vida interna municipal. De nada sirven los votos de los ciudadanos y a quienes hayan elegido. Un alcalde cualquiera tiene que rendir pleitesía a un grupo de altos funcionarios si realmente quiere que sus proyectos y programas salgan adelante. La maquinaria, obviamente, con estas circunstancias chirría un día sí y otro también.
Tesoreros, interventores, secretarios, arquitectos… cada uno en su área y Dios en la de todos defienden su rol de persona importante e imprescindible en el día a día de los municipios. Y entre más grandes…peor. Tal es el caso de León que el edil de Hacienda quiere sacar a Pleno los presupuestos, pero, ah la ley -y el interventor- no se lo permiten. Eso, por poner un ejemplo, porque los hay que se meten hasta en las cuantías y partidas, en justificaciones por triplicado y en ya veremos si tengo tiempo.
Cuando uno pisa un ayuntamiento y charla con el alcalde de turno en seguida por sus respuestas te das cuenta en qué estado está la cosa allí dentro. Los hay que tienen que consultar con el secretario, no vaya a ser; los hay que se atragantan pensando en cómo convencer al interventor de tal o cual propuesta y en unos pocos, repetidores, se suele tener «domesticadas» a las fieras.
Los funcionarios hacemos nuestro trabajo, asesoramos, informamos y observamos que se cumpla la legalidad, y eso no les gusta a muchos políticos.
Alejandro, creo como aludido que deberias informarte mucho mejor. Puedes dar tú opinión pero no mentir. Y desde luego lo de ser importantes no nos gusta nada, pero por si entiendes mejor la comparación somos como los arbitros en el fútbol: nadie habla bien de nosotros pero hacemos una labor importante necesaria y que no puede dejar de hacerse.