Hoy es 24 de febrero del año 2022, pero para Villadangos del Páramo es 1936. La fecha en la que las tropas franquistas fusilaron en el monte de la localidad a varias personas, en su mayoría encarcelados en San Marcos, y los enterraron en algún lugar que podría situarse bajo el actual suelo del cementerio municipal. Hoy es 24 de febrero del año 2022 y Villadangos del Páramo se reúne con su historia, con su pasado y con la memoria de quienes mantienen la esperanza de poder encontrar a sus familiares.
A las nueve de esta mañana los voluntarios de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, con una experiencia a sus espaldas de unas 70 u 80 fosas cada uno, entraron con máquinas excavadoras y palas al cementerio de Villadangos del Páramo para iniciar las labores de prospección del mismo a la búsqueda de una o varias fosas comunes en las que se calcula que pueda haber más de 70 cuerpos enterrados.
Sin embargo, la Asociación , que inició en octubre de 2000 las exhumaciones científicas de personas desaparecidas por la represión franquista, no entraron solos al cementerio de Villadangos, sino que lo hicieron acompañados de una treintena de personas que llevan en sus hombros la esperanza de poder localizar los restos de sus familiares y conocer cuál es la versión real de todas las que les han dado durante años cuando querían saber el paradero de sus seres queridos.
Para ello, se trabajará en un total de 35 metros cuadrados en los que se calcula que haya unas 72 personas que fueron asesinadas por la represión franquista en Villadangos, a las afueras del pueblo, y procedentes de Mansilla de las Mulas, Valencia de Don Juan, Sahagún, Benavides de Órbigo, Valderas, Villaornate, Folgoso de la Ribera, Villamarco, León, Alija del Infantado, San Cristóbal de la Palanca, San Martín del Agostedo, Valdevimbre, Vegas del Condado, Oncina, Fuentes de Peñacorada, Navianos de la Vega (Alija) o Sahechores de Rueda y Villadangos.
Según el testimonio de varios vecinos, el entonces sacerdote, ayudado por algunas personas del pueblo, acudían de noche a retirar los cuerpos, trasladarlos en carros al cementerio y darles sepultura sin lápida ni identificación de ningún tipo.
El arqueólogo encargado de la prospección, el gallego Serxio Castro, puso de relieve la constancia de la existencia de 21 sacas con unas 71 o 72 personas que “fueron represaliadas de las zonas cercanas de León, pero que cayeron cerca de Villadangos y aparecieron tiroteados cerca del monte de la localidad”, un lugar al que “no se descarta ir a hacer laguna prospección con detectores de metales para ver si hay algún vestigio de aquella época”.
En el caso concreto del cementerio, las catas iniciadas hoy se centran en la zona del pasillo, “para ver si se encuentra algo que señale alguna referencia del antiguo muro” y en otra zona a la derecha que se cree que por entonces se reservara como cementerio civil.
“Esto es un cementerio, es habitual que aparezcan restos de huesos removidos, que se retirarán, embolsarán y se volverán a enterrar. Tampoco se descarta que aparezcan enterramientos comunes de los que no se tiene constancia, que se documentarán y tratarán con todo el rigor técnico, como si fuera lo que estamos buscando”, apunta el arqueólogo.
Espacio de memoria
Por su parte, el vicepresidente de la ARMH, Marco González, aseguró que para la Asociación ha supuesto “un alivio” poder meter la maquinaria en el cementerio tras las “numerosas trabas puestas por el municipio” y lamentó la ausencia de Rufino Juárez, el hijo de uno de los fusilados, que “desde los años 50 estuvo peleando por saber dónde estaba su padre y todos los compañeros de su pueblo que fueron asesinados en Villadangos”.
La prospección se alargará durante varios días y cuenta con “bastante complicación técnica” porque “en el año 1960 se llevó a cabo una remodelación del camposanto”, en el que se calcula que se enterraran a unas 72 personas en 20 ocasiones diferentes, según los registros catalogados por los historiadores. Por este motivo, las fosas “tuvieron que ocupar muchísimo espacio en el cementerio antiguo”, para cuya localización “se hará todo lo posible” para poder encontrar algún cuerpo, identificarlo genéticamente y entregárselos a sus familias.
Unas familias que trasladaron a la ARMH las historias de los asesinatos de sus seres queridos, lo que permitirá “además de recuperar su historia, solicitar un espacio de memoria que recuerde lo ocurrido”. Unos asesinados “de muchos pueblos de León” que “fueron detenidos, recluidos y sacados a ser matados extrajudicialmente”, por lo que “aparecieron en varias partes del monte de Villadangos”, que a día de hoy está cubierto por lo que es el polígono industrial. No obstante, según detalló Marco González, tanto el médico del momento, como el cura y el secretario judicial “se molestaron en describir todos los cuerpos que iban apareciendo, algunos con documentación, y muchas familias trataron de reconocerlos”.
Trabas burocráticas
A pesar de que “normalmente”, la ARMH “no tiene ningún problema a la hora de pedir permisos” para desarrollar sus trabajos, en el caso del Ayuntamiento de Villadangos del Páramo “la cosa se enquistó”, en parte debido al “desconocimiento de los trabajos que se iban a desarrollar”.
Sin embargo, “quedó claro con los proyectos presentados, que eran perfectamente legales y avalados con por la Junta”, que “se pretende recuperar unos cuerpos reclamados por sus familias” siempre “con respeto tanto a los restos que se buscan como a los que están enterrados y son del pueblo”, para lo que “los trabajos se ciñen en aquellos lugares en los que supuestamente no hay nadie enterrado”.
“Dijeron que lo habían desenterrado”
El silencio del camposanto de Villadangos se rompió este jueves con el ruido de la maquinaria y, a ello se sumó, la ruptura del enmudecimiento histórico de unos familiares que acudieron al cementerio para recordar las historias de unos seres queridos que esperan poder localizar tras años de búsqueda.
Este es el caso de José Sacristán, quien recuerda la historia de su abuelo, Federico Sacristán, que ejercía como cartero en León hasta que, con 40 años y nueve hijos, fue llevado a San Marcos “supuestamente sin ninguna causa” para finalmente aparecer asesinado el 9 de septiembre en Villadangos. En su caso, fue el propio cura del pueblo el que avisó a la familia de lo ocurrido, por lo que su familia acudió a llevar flores hasta el año 1954, cuando se llevó a cabo una remodelación del cementerio y les dijeron que “lo habían desenterrado”.
Consciente de la dificultad de poder encontrar el cuerpo de su abuelo, José lamentó que estos trabajos “se tenían que haber hecho hace ya muchos años” porque “parece mentira que en el 2022 se esté con esto, cuando ya se ha removido y cambiado todo”. Con “pocas esperanzas”, resalta que el hecho de que “apareciera aunque fuera una sola persona” ya supondría “un logro”.
Unos asesinados que, según apunta Sacristán “casi todos tenían algo en común”, como es que “la mayoría de ellos no estaban enjuiciados en una causa”, lo que hace que “además de la desaparición y el asesinato”, se trate de “crímenes de lesa humanidad que no tendrían por qué prescribir nunca”.
“Un acto terrorista”
“Qué pena no poderte decir cómo era mi abuelo”, lamenta Rufino Juárez con los ojos húmedos, al tiempo que califica lo ocurrido con su antecesor, que llevaba su mismo nombre, como “un acto terrorista cometido por falangistas y auspiciado por el cura del pueblo, que señaló al abuelo como culpable de no se qué males”. Con 38 años, el agricultor tenía esposa y cuatro hijos cuando se produjo “el sinsentido” debido a “una motivación personal de insidias”, porque “nadie tiene el derecho de asesina a nadie”.
Juárez se mostró “emocionado y contento”, con “un cúmulo de sentimientos” a los que se suma “la pena de no tener aquí a nuestros padres”, los hijos de las personas asesinadas que “fueron los que lo padecieron en primera persona”, pero también la alegría de que “esto sirva de acto pedagógico para que las nuevas generaciones sepan lo que pasó y no se vuelva a repetir”.
“Con mucha emoción e ilusión”, Jesús Germán Luengo también busca a su abuelo, Jesús Luengo, natural de Valencia de Don Juan, que en septiembre de 1936, cuando estaba trabajando en el río porque era pescador, fue capturado y trasladado a San Marcos. Al día siguiente lo llevaron a Villadangos y lo fusilaron, con 36 años y dejando a cinco hijos y a un sexto en camino. “Me encantaría encontrar aunque fuera un pequeño hueso de él y poderlo llevar a enterrar junto a su mujer”, reconoce.
“Cuando lo exculparon ya le habían asesinado”
Santos Valentín Francisco, el abuelo de Pura Francisco, tenía 39 años y siete hijos, el más pequeño de ellos con once meses, y era gestor del Ayuntamiento de Mansilla de las Mulas en 1936, localidad de la que se produjo un Consejo de Guerra “sin garantías” en el que estaban procesadas al menos 61 personas, de las que se asesinaron a 14, “siete de ellos tras una sentencia de muerte en ese mismo momento”. Pura tiene conocimiento de estos hechos porque, tras 14 años buscando documentos de su abuelo, en el año 2019 su hija logró hacerse con un auto digitalizado compuesto por más de 800 folios.
“A mi abuelo lo exculparon, pero cuando se dictó la sentencia de ese juicio ya le habían asesinado junto a otros dos varones y a una mujer”, explica, al tiempo que detalla que antes de esto ocurriera, su abuelo huyó “como pudo” a Asturias, “que en aquel momento estaba todavía en manos del Estado democrático”, donde “estuvo con el frente de la República hasta que cayó el Frente Norte y lo apresaron para encerrarle en el campo de concentración de Celorio”.
La nieta de Santos reconoce que “ya tiene la piel engrosada con todo esto”, pero vive con emoción el inicio de la búsqueda en Villadangos al verla como “una reparación particular y familiar” pero también como “una llamada a la sociedad” para reclamar “verdad, justicia y reparación”.
“No tenía por qué irse por sus ideas”
Con lágrimas en los ojos y aferrada a una fotografía en la que aparece su abuelo materno, Epifanio Llamazares, junto a gran parte de la familia, Amparo Robles cuenta que él era republicano, por lo que el secretario del Ayuntamiento le había dicho que huyera con él para Francia, pero “se negó porque no había hecho nada nadie” y porque consideraba “no tenía por qué irse por sus ideas de izquierdas”, ya que “tenía una familia a que cuidar”.
Unas ideas por las que el día 21 de octubre de 1936 la Guardia Civil detuvo a Epifanio, de 58 años de edad, y le llevó al Ayuntamiento, desde donde le dirigieron a San Marcos para, en la madrugada del 22, trasladarlo al monte de Villadangos y “matarlo junto a otros cinco hombres y una mujer”.
“No puedo engañar a nadie, no tengo mucha esperanza de que encuentren aquí los cuerpos, pero la esperanza es lo último que se pierde”, dice Amparo mientras mira los trabajos de excavación.
Una esperanza que se mantendrá viva en los familiares de las más de 70 personas que se calcula que estén enterradas bajo el cemento del camposanto de Villadangos del Páramo, al menos durante el tiempo que duren los trabajos de prospección iniciados hoy por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y que se prolongarán durante varios días.