España vive el verano más incendiario de los últimos 15 años y está a la cabeza de los países con más superficie quemada de la Unión Europea. En torno al 40% de la superficie quemada en el territorio nacional ha sido suelo de Castilla y León, la comunidad más precaria de Europa en cuanto al trabajo de quienes cuidan los bosques y luchan contra el fuego. Estos son los verdaderos protagonistas de cada verano.
En líneas generales, hay dos dispositivos encargados de aplacar las llamas en Castilla y León: Las BRIF y las cuadrillas forestales. Cada una, a pesar de que su finalidad es similar, tiene unas condiciones laborales bastantes diferentes. Dichas diferencias están condicionadas, en gran medida, por la falta de reconocimiento de las segundas en la categoría profesional de ‘Bomberos Forestales’.
Las cuadrillas forestales son unidades de trabajadores de la Junta de Castilla y León y su protocolo INFOCAL (Plan de Protección Civil ante Emergencias por Incendios Forestales en Castilla y León), aunque la gran mayoría de ellas son contratadas por empresas privadas. Desde dentro, un peón leonés de una cuadrilla de tierra ‘Romeo’ cuenta que sus sueldos rondan los 1.000 euros. En el caso de un capataz la cantidad puede ascender unos 70 euros. Su periodo de trabajo se limita a la campaña de verano. Durante estos meses su cuadrilla se dedica a realizar labores de mantenimiento, como la poda de chopos o desbroce de montes. Estas jornadas duran 8 horas y son suspendidas si las condiciones meteorológicas hacen que el riesgo de incendio les impida trabajar. Después de ese periodo estival, a la calle.
Cuando se notifica un incendio se trasladan a la zona para tratar de sofocarlo, armados con su ropa técnica y batefuegos. Aunque no deberían trabajar más de 12 horas, el trabajador admite que ‘lo común es llegar hasta las 15 horas. Una vez que estás ahí nadie se preocupa por el tiempo que llevas’. A pesar de eso, comenta que se trata de un trabajo gratificante y que ‘la adrenalina que te da un incendio te engancha’. Los incendios también les otorgan un plus de peligrosidad en el salario, debido al riesgo que corren al trabajar bajo esas condiciones. Este suplemento consiste en 1 euro por cada hora de trabajo que realicen, ‘una auténtica broma’, comenta.
Lo que también parecía de broma eran las fotos que publicaban las cuadrillas durante los incendios que asolaban Losacio, en Zamora (el mayor fuego que ha sufrido la comunidad). Mostraban los bocadillos que la Junta facilitaba a los forestales y que estaban prácticamente vacíos. ‘Esas fotos eran reales’, dice el peón, ‘pero normalmente no es así ni mucho menos’.
Lo cierto es que la institución autonómica descuida a sus trabajadores y por ello se han creado asociaciones como Bomberos Forestales en Lucha. Desde ahí se pide, sobre todo, que se les conceda la categoría de ‘Bomberos Forestales’. Gracias a eso disfrutarían de mejores salarios, más meses trabajando, más orden interno y mejor formación. Recalca este último factor, pues para entrar solo es necesario tener estudios básicos, la realización de un examen médico y una pequeña prueba de resistencia. El curso de formación tiene una duración de simplemente 16 horas. ‘A un compañero lo mandaron al incendio de Losacio en su primer día de trabajo. Solo había pasado el curso’. Fue en ese episodio en el que falleció el brigadista Daniel Muñoz Varas. Sobre aquel fatídico día comenta que ‘por desgracia le tocó a él, pero podíamos haber quedado ahí 13 personas’.
Las BRIF son otra historia
Las Brigadas de Refuerzo en Incendios Forestales (BRIF) son unidades especializadas en la extinción de incendios, de las mejores de Europa. Cumplen este año tres décadas desde que los grandes fuegos que devoraron España a finales de los 80 obligasen a crear un dispositivo helitransportado inspirado en los Hot Shot Crews estadounidenses. Actualmente hay 10 bases BRIF por todo el territorio nacional encargadas de realizar labores de prevención con desbroce y quemas controladas y, cuando es necesario, actuar rápidamente en los incendios. Pertenecen a la empresa semipública estatal Tragsa y dependen del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.
Las brigadas tipo A, que son las más numerosas, constan de un titulado universitario en materia forestal como pueden ser ingenieros forestales o de montes. A su cargo tienen dos capataces de brigada, los cuales tienen, a su vez, a siete bomberos forestales o especialistas combatientes. Al estar repartidas por toda España y gracias a sus medios de transporte, las unidades están capacitadas para cubrir todo el país.
Juan Carlos González es bombero forestal de la base BRIF de Tabuyo del Monte. Él, al igual que sus compañeros, ya trabaja todo el año. Lo consiguieron en 2014 y 2015, cuando las BRIF iniciaron una lucha para que su profesión fuese reconocida. Gracias a esto sus salarios subieron ligeramente, aunque en Castilla y León no cobran mucho más que sus compañeros de la Junta. También se consiguió una segunda actividad para gente que por su condición física o edad no puede estar en primera línea. ‘No es todo lo que nos gustaría, pero está bien’. Actualmente están a la espera de las mejoras que ya han sido anunciadas por el Gobierno central y el autonómico después de uno de los peores veranos de la historia. También tienen su propia plataforma para la defensa y difusión de su trabajo. Esta es la Asociación de Trabajadores BRIF, de la que Juan Carlos es portavoz.
Las pruebas para entrar a estas brigadas son más exigentes. El proceso de selección consta de un examen teórico, una prueba de manejo de herramientas, una entrevista personal y pruebas físicas. Todo ello para asegurarse de que el brigadista tiene las competencias necesarias para el puesto.
A pesar de haber conseguido grandes avances gracias a sus luchas, siguen sintiéndose descuidados por parte de los organismos públicos. Critican que no se les escuche, pues ya avisaron de lo que iba a ocurrir este verano viendo casos como el de Portugal. También sufren una precariedad notable y son muchos los bomberos que trabajan durante años sin llegar a ser fijos.
El porqué de los incendios
Las causas que, para Juan Carlos, explican la situación que se está viviendo en los montes son claras: la sequía y la despoblación.
Por un lado, el bombero explica que las sequías son cíclicas. Cada cierto tiempo, como ha ocurrido a lo largo de los años, ocurre una. El problema es que los ciclos cada vez son más cortos. Las sequías, que sucedían cada 7 años aproximadamente, ahora ocurren cada 5 o menos. Es por ello por lo que cada verano la situación se hace más dura y la carga de trabajo es mayor. Los incendios varían y evolucionan de manera diferente.
Otro problema, no menor que el de las sequías, es la despoblación que cada vez afecta más a las zonas rurales. No solo provoca que estas zonas estén más deshabitadas y la falta de personal sea mayor. Los montes, antes utilizados por la gente de los pueblos para labores agropecuarias, estaban limpios y cuidados. El continuo uso de los montes dificultaba la aparición y expansión de los fuegos en las épocas de riesgo. Ahora, con la escasa actividad rural, las zonas silvestres están descuidadas, razón por la que los incendios avanzan con más rapidez y llegan incluso a meterse en los municipios.