Una de las características singlares de nuestra Guerra Civil, fue que todo el mundo intentaba influir en la contienda. Evidentemente no era por el especial afecto que los ajenos, pero sí “apegados” como se dice coloquialmente, tuvieran hacia las partes en litigio. Si los alemanes fueron decisivos para equilibrar la balanza del lado nacional, los británicos no jugaron un papel menos importante.
Los británicos fieles a su carácter más sutil que sus rivales germánicos, jugaron a todas las bandas posibles que ofrecía un conflicto que se ha denominado por algunos historiadores como el ensayo de la Segunda Guerra Mundial. Sin decantarse abiertamente por uno u otro bando, los británicos al tiempo que decían apoyar a la República, mantenían conversaciones secretas con los enviados del general Franco.
Esta posición, mantenida a lo largo de todo el conflicto se explica porque, aunque a los británicos no les inspiraba mucha simpatía las buenas relaciones entre Franco y el Eje, tampoco les hacía mucha ilusión tener al sur una España comunista bajo la órbita de Stalin ante la inminencia de una confrontación a nivel mundial. Otro aspecto determinante en la posición británica fue el Primer Ministro Winston Churchill. Gran conocedor de España y de su Ejército, siempre mantuvo la idea de que España no se entendería bien con el nacionalsocialismo debido a las fuertes raíces del catolicismo en nuestra patria. Los hechos le dieron la razón. El general Franco nunca estuvo decididamente del lado del Eje.
En la Historia, como casi todo en la vida, salvo aquellos valores que configuran la esencia de una persona, las opiniones son discutibles. Se puede pensar que Franco sí estuvo al lado del Eje sin fisuras. Yo creo que no porque no permitió, por ejemplo, la ocupación de Gibraltar por parte de los alemanes cuando el ejército alemán era el dueño de Francia. Quizás la guerra hubiera seguido un curso muy distinto si los alemanes hubieran colocado un cerrojo al Mediterráneo en Gibraltar.
En todo caso, los británicos nunca expresaron un apoyo definitivo a la República. En el primer momento de la contienda entregan aviones de transporte al gobierno republicano pero poco más hicieron por él. Lo que realmente le interesaba a los británicos desde el inicio de la guerra fue el hecho de salvaguardar sus intereses económicos en España. Fundamentalmente en las minas andaluzas y vascas aunque el ministro de asuntos exteriores del momento manifestara su preocupación por la carnicería que se estaba produciendo.
Más pronto que tarde, ya en la primavera de 1937 los británicos cambian rápidamente de bando y reciben como negociador oficial del general Franco al Duque de Alba. El cambio se debió fundamentalmente a que finalizando este año la ocupación del territorio por parte de los nacionales iba provocando que los intereses mineros británicos estuvieran bajo su control. Prosaica pero práctica la posición británica.
A Franco no le salió gratis el acercamiento a Inglaterra porque Alemania no entendía el por qué de los acuerdos comerciales entre España e Inglaterra. Hubo de explicarse a Goering que Alemania estaba obteniendo un gran crédito frente a España como consecuencia de su ayuda. Crédito que nunca cobró en su totalidad.
Si los británicos jugaban a una neutralidad medida con precisión milimétrica, frente a ellos tenían a un gallego que se veía obligado a hacer de malabarista en un circo con tierras movedizas. A esto se debe añadir que destacados generales de Franco eran abiertamente partidarios de los británicos y opuestos a los alemanes. Esta circunstancia una vez concluida la guerra, puso en más de una dificultad al generalísimo que tuvo que imponerse de “aquella manera” o dicho de otro modo “a la gallega”, que no se sabe muy bien qué significa, pero que le dio resultado.
Los británicos tienen una afición y es la de pagar por los servicios que se les prestan. Existen rumores de que algunos de los más destacados generales próximos a Franco estaban en nómina de los británicos. Puede ser, dada la larga tradición en este sentido, insisto, de nuestros amigos británicos que históricamente han sabido suplir sus deficiencias con un pago generoso a sus leales.
En definitiva, la influencia británica en la Guerra Civil fue determinante desde el principio. Influencia económica y política buscando la neutralidad española en la Segunda Guerra Mundial. Hay que decir que lo consiguieron de facto. Son muy prácticos estos británicos… y listos.