La fiebre del oro

Mito y realidad del oro extraído por los romanos

Los relatos para que “enganchen”, deben a menudo incluir datos o historias fantasiosas, pero la ciencia y la fantasía, se llevan muy mal, así pues como yo pretendo divulgar el conocimiento científico y racional; me cuidaré mucho de distinguir en este artículo (como en otros),la realidad de la ficción. Como dice el refrán: “al  pan pan y al vino, vino”.

Resulta que en los primeros años del siglo XIX (año 1.804); el técnico y militar Juan Manuel Munarriz (en aquellas fechas casi todos los técnicos eran militares) visitó El Bierzo con el fin de realizar lo que hoy bien podríamos llamar un estudio geológico del esta comarca. Se fijó en consecuencia en los “inmensos trabajos que ejecutaron los romanos”, en busca de oro y ya hace hincapié en las disparatadas creencias que sobre supuestos tesoros escondidos en las viejas explotaciones; tenían los habitantes de esta tierra. Además justifica el motivo de tales disparates, basándose en razones que aún hoy siguen siendo válidas: la proporción de oro en el conjunto del terreno, es tan escasa que exige para su extracción unos costes que no son asumibles. Incluso habla de un análisis que bajo la supervisión del propio Munarriz, se hizo de cierta cantidad de tierra (menos de una arroba, según sus palabras),que confirmó sus estimaciones.

Pese a todo durante el siglo XIX y quizá parte del XX, hubo una especie de “fiebre del oro” que hizo pensar seriamente a diversas compañías mineras en volver a poner en marcha las viejas explotaciones auríferas romanas, según ha explicado por ejemplo Roberto Matías Rodríguez; recogiendo en nuestros días datos expuestos ya hace muchos años por eruditos como Pascual Madoz. De todos modos y por lo que yo conozco, Pascual Madoz, se mostró en sus escritos (su célebre y monumental diccionario) bastante cauto en cuanto al rendimiento económico que en tiempos modernos (primera mitad del siglo XIX); podrían dar las minas de oro romanas. Recientemente he tenido ocasión de releer (en la Biblioteca Nacional de España) alguno de sus tomos y comprobarlo. Aún así hasta tiempos muy recientes han existido (quizá aun existen),personas que tienen ideas muy equivocadas respecto al oro que en efecto se halla disperso en muchos terrenos del NO de la Península Ibérica. Un buen trabajo sería ir pueblo por pueblo recopilando esas viejas y en algunos casos hermosas leyendas, para su conservación, con la clara etiqueta de leyendas eso si.

Personalmente he tenido que escuchar algunas, que no puedo exponer por razones de espacio; pero no me resisto a contar la que me ha parecido mas disparatada de cuantas he oído. Cierto día en un pueblo que tiene explotaciones auríferas romanas apareció en la casa de gobierno del mismo un individuo para presentar una singular idea. Esta constaba de varios puntos pero sin duda el que mas me impresionó fue el referente a la realización de un túnel o algo similar en la zona donde se hallan la viejas minas, con la esperanza de que “a lo mejor, se encuentra la capa del oro”. Tal idea evidentemente no se llevó a cabo por infinidad de razones; pero en una tierra en la que por capa (minas de carbón),entendemos “algo” con una anchura, espesor o potencia de varios decímetros y con una continuidad de muchos metros, la idea de una “capa de oro”, resulta tan espantosamente equivocada como decir que Julio Cesar es quien gobierna El Bierzo.

También oí decir a otro personaje que según le habían contado, la capa del oro era tan fina como un papel de fumar, no obstante aún esto es descabellado.

El oro y en base a los datos y estudios realizados por numerosos investigadores y datos a conocer por otros muchos desde hace bastantes años, se halla disperso en diminutas partículas (a menudo imposibles de ver a simple vista), ubicadas en diques de cuarzo (estos si tan evidentes como las capas de carbón) o en los terrenos blandos (sueltos) y rojizos semejantes a los de Las Médulas. Para tener una idea he aquí una serie de datos que he ido recogiendo en base a lo publicado por otros autores.

DATOS NUMERICOS

Hace ya muchos años afirmé (en base a datos de otros investigadores),que en una metro cúbico de tierra, la cantidad de oro que cabe encontrar puede oscilar entre 1 y 2 gramos. Se trataba por supuesto de datos orientativos, válidos sólo en un primer tanteo. No obstante el paso de los años y los nuevos datos que he logrado recabar, apenas han hecho mella en lo que entonces expuse. Hay incluso números que son más pesimistas. Por ejemplo y en base a los datos publicados por Roberto Matías Rodríguez y referidos al NO de Hispania, la media que cabe esperar no llega ser siquiera de 1 gramo de oro por metro cúbico si se trata de aluvión (tierra suelta).

En roca no obstante la proporción de oro es mayor, pero en todo caso seguimos en la misma, en una metro cúbico de roca aurífera lo razonable que cabe hallar es menos de 5 gramos de oro. Esto supone entre otros detalles que salvo que utilicemos una lupa o un microscopio no podemos ver las diminutas partículas de oro. Si nos ceñimos exclusivamente a los diques de cuarzo, inmersos en el terreno circundante, entonces la proporción ha de ser sin duda mayor; pero no tengo datos concretos y fiables al respecto.

He visto (y se han publicado) fotos de algunas partículas de oro inmersas en roca, pero a menudo son tan pequeñas que no superan el milímetro. Si tienen entre dos y tres milímetros ya se puede decir que son grandes. Estamos hablando en términos generales, es decir de datos promediados y por ello y de modo muy excepcional (Roberto Matáis Rodríguez) puede darse el caso de que en una tonelada de roca se puedan hallar hasta 500 gramos de oro (26 centímetros cúbicos).En estas extraordinarias condiciones, si se pueden ver a simple vista las partículas o pepitas de oro.

Hagamos un esfuerzo e imaginemos que nos hallamos con un bloque de cuarzo aurífero como el descrito. Podrías ser un bloque de 1 metro cuadrado de superficie y 0,37 m. de anchura. Hagamos los cálculos oportunos (teniendo en cuenta densidades del oro y el cuarzo) y en un alarde de imaginación supongamos que en este bloque de cuarzo tan rico en oro, este se halla en una capa o nivel continuo. En este caso el espesor o potencia de esa capa de oro sería de sólo 2,6 centésimas de milímetro. Dicho de otro modo sería una capita de oro de un espesor menor que el de “un papel de fumar”, tal y como comentaba otro de los “entendidos” en la búsqueda del oro.

Pese a todo puede darse la circunstancia de que alguien quiera al precio que sea lanzarse a la búsqueda del oro. En este caso debo señalar que de entrada existe un procedimiento administrativo y legal que hay que seguir (similar al de la búsqueda de cualquier otro recurso minero). El procedimiento exige en primer lugar la solicitud de un permiso de investigación y la realización posterior de labores investigación que sirvan para justificar, en su caso, la realización de labores de explotación de modo racional. Todo esto supone de entrada trabajos y gasto de dinero, con el riego añadido de que existe la posibilidad de que la autoridad competente no otorgue el permiso para la explotación o de que si lo otorgue pero la explotación resulte ruinosa. Por tanto si alguien piensa que se puede una lanzar a la búsqueda del oro como si se tratase de pescar truchas, está totalmente equivocado.

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Bembibre, 1 de febrero de 2.015

Rogelio Meléndez Tercero

 

 

 

 

 

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