En la vida se puede ser o estar. Para un británico quizás la diferencia sea un poco más sutil que para un español. El primero utiliza el mismo verbo para indicar ambas acciones, el segundo utiliza dos verbos perfectamente diferenciados. Quizás se deba al sentido práctico del carácter anglosajón.
Sea como fuere, estar implica ocupar un espacio y en general hacerse visible. Todo ser animado tiene esa cualidad. El ser implica algo más. Implica transcender la mera existencia y dotarla de sentido. Esto último es propio de los seres humanos. A diferencia de otros entes biológicos como los animales el ser humano es capaz de crear en el sentido más amplio del término.
Si analizamos con detalle el cuerpo humano podemos llegar a conclusiones muy interesantes. Nuestro organismo es una máquina diseñada para sobrevivir en un determinado entorno gobernado por la química y física. Vivimos en simbiosis con nuestro entorno. Si este cambiara bruscamente provocaría nuestra extinción. Todo en nuestro organismo responde de manera instrumental a garantizar la pervivencia de la vida.
Pero por alguna razón, algunos le denominan “alma”, el ser humano ha roto con su dimensión física y ha creado, no digamos ya un sentido de transcendencia, sino un mundo paralelo lleno de belleza y emociones.
Ser es sinónimo de sentir, transciende el estar. Podríamos afirmar que el término estar es sinónimo de útil y el término ser a bello. Quiero decir, por ejemplo, que nuestras cuerdas vocales están situadas en la garganta para emitir ruidos que permiten comunicarnos. Nuestros ancestros iniciaron su lenguaje con apenas unos pocos sonidos guturales que significaban cosas concretas. Esas mismas cuerdas vocales le permitieron a Pavarotti interpretar sublimemente “Nesum Dorma”. ¿Quién no se ha emocionado escuchando esta genialidad de la música?
Otro ejemplo; el director de orquesta Zubin Mehta, tiene dedos como todos nosotros, evidentemente. Los dedos tienen una función exclusivamente prensil, ciertamente, pero, cuando esa función la aplica este hombre sobre una batuta y comienza a dirigir, el resultado es una apoteosis sin fin para los melómanos.
Es más, me atrevería a decir, con todo respeto para los dos genios anteriormente citados, una irreverencia. Estos dos hombres, no especialmente atractivos físicamente, más bien poco agraciados, pero su “alma” fue tocada por la divinidad y se eleva con toda su magia por encima de su físico que no deja de ser un conjunto de órganos funcionales perfectamente coordinados. Cada vez que producen música transcienden el mero estar y se convierten en seres de otra dimensión capaz de transmutar también a quienes les escuchan.
Nuestra sociedad es adicta a los ídolos. Para ser un ídolo hace falta sobresalir sobre los demás y ganar su reconocimiento. Bien, fijémonos en nuestros pies. Su función es que como bípedos que somos podamos mantenernos erguidos y caminar. No son una cosa muy atractiva. Ya Federico García Lorca decía que le recordaban a un muerto. Todo cambia cuando se revisten con unas botas de fútbol y pertenecen a un genio del fútbol como Cristiano Ronaldo. ¿Cómo alguien le puede pegar al balón tan fuerte y colocado? Ya no son dos apéndices meramente funcionales, se han convertido en el objetivo de mirada de millones de aficionados nerviosos, pendientes de si en el lanzamiento de falta Ronaldo la mete por la escuadra.
Un apunte más cercano. A nuestra lengua no le hacemos el menor caso, salvo cuando nos mordemos sin querer y nos acordamos de todo lo que hay. Está en nuestra boca y se da por supuesto que nos acompañará hasta el final de nuestros días. Pero es mucho más que un mero músculo que unos mueven con más frecuencia que otros, y en determinadas ocasiones demasiado y de forma inconveniente. Es un órgano que nos permite robarle al dios Baco la exclusividad del placer de disfrutar de su bodega. Bodega rellena de vinos de nuestra tierra, que facilitan no sólo el placer de ingerirlos, sino de compartirlos fomentando la amistad y porque no, el ligoteo.
El ser humano ha roto las cadenas del estar y ha dotado de transcendencia su vida. En algún momento una luz se le iluminó, no sé donde, pero lo cierto es que somos, no nos limitamos a existir o estar. La búsqueda de la belleza y el conocimiento, es el motor de nuestro progreso material y espiritual. Esta luz para algunos fue consecuencia de meras reacciones químicas, los racionalistas, para mí y para muchos románticos identificamos esta luz con el alma.