Si uno atiende a la larguísima historia de Astorga, pronto se da cuenta del papel que la ciudad ha ido teniendo conforme el transcurrir de los siglos. La vieja capital astur, poblada del clan ligur, sobre un promontorio que la hacía un castro de fácil defensa y cruce de caminos entre las tierras del norte montañoso y una gran planicie mesetaria al sur. No fue casualidad, ellos, tan pragmáticos; nos referimos a los romanos, por la razón que escogieron para asentar aquí su capital administrativa y militar. La Legio X Gémina dio forma campamental provisional, pero la capital de Convento Jurídico la dotó de murallas, foro, termas públicas, anfiteatro, Basílica y otra serie de elementos de arquitectura pública y civil. Astorga vivió su cénit hasta bien entrado el siglo V de nuestra era cristiana. En cientos de kilometros alrededor nada ni nadie hacía sombra a la Astúrica Augusta.
Y llegó la Edad Media. Y con ella las destrucciones y las reconstruciones. El abandono y la repoblación. Una historia, la del cronista don Matías Rodríguez que recomendamos a todo el mundo y de la que esperamos una continuación y ampliación. No en vano han pasado demasiados años y sabemos mucho más de lo que el anciano historiador nos legó con paciencia y tesón. Sabemos que el actual alcalde, historiador de profesión, así como el Marcelo Macías, una de las asociaciones culturales más serias y activas de la ciudad llevan tiempo queriendo atender a esta necesidad.
En todo caso, que Astorga llegó a estar desierta está demostrado. Y que la mayor repoblación, no solo de la ciudad, sino de toda la Maragatería, antigua Somoza, estuvo a cargo del Conde Gatón con sus paisanos venidos del Bierzo por orden del entonces Marqués de Astorga.
Aún a falta de estudios más precisos, la población estuvo oscilando durante siglos entre las 3.000 y 9.000 almas. Siendo una de las más pobladas de la provincia junto con León, Sahagún y Villafranca del Bierzo. En tiempos más contemporáneos, eclipsada toda posibilidad de convertirse, como lo fue de facto en varias ocasiones, en capital provincial, su última ocasión la perdió con la Guerra de la Independencia en el siglo XIX. La Administración Josefina, afrancesada como su rey el hermano del Emperador, aprobó un desdoblamiento de las provincias del Bierzo y de León con capitales en Villafranca y Astorga respectivamente. Hemos de recordar que al Bierzo también pertenecían las tierras orensanas de Valdeorras y a Astorga buena parte de la comarca sanabresa al otro lado del Teleno. Reminiscencias siempre de la mayor provincia eclesiástica que arrancaba de tiempo de los romanos y que aún perdura en parte.
El triunfo del Absolutismo de Fernando VII enterró para siempre toda posibilidad de que Astorga fuese capital administrativa provincial. Dos son los siglos en los que en el concierto de la provincia camina la Bimilenaria buscando su sitio y su papel. En el siempre difícil terreno eclesiástico, la Diócesis se presenta como una de las más grandes de España y de las más despobladas. A cada poco desde León se incide en tomar buena parte de su territorio, así como en Orense y en Zamora. A Dios gracias, y nunca mejor dicho, esta regularización del mapa diocesano nunca pasa del proyecto sin llegar a mayores.
Otra amenaza frecuente es la retirada de la presencia de efectivos militares. Con un Campo de Tiro cuestionado por ecologistas y algunas poblaciones, su uso se va restringiendo cada vez más, y con ello, su importancia. Cerrar todo esa gran extensión es tarea imposible al encontrarse varias poblaciones en medio de lo expropiado y comprado. Y el cuartel. Nuestro querido Cuartel de Santocildes, con una estrategia militar donde lo humano ha perdido valor frente a lo técnico no ha parado de contar con tropa hasta dejarlo más o menos estable con el Regimiento actual. No hay visos de cambios y sí algún anuncio que otro de cierres a los que oportunamente la lógica y toda la sociedad ha reaccionado a tiempo para evitarlos.
Y mientras la capital de León crecía y crecía, sus pueblos de alrededor se beneficiaron: la Virgen del Camino, San Andrés del Rabanedo, Villaquilambre… Astorga rozó los 15.000 habitantes como máximo en este siglo descendiendo poco a poco hasta los poco más de 11.000 de hoy en día.
Astorga necesita parar esa sangría poblacional. Sin vecinos no hay vida. Astorga tiene que mejorar sus vías de comunicación tanto entre sus localidades del municipio como sus enlaces con las poblaciones más importantes cercanas: León, Ponferrada, La Bañeza, Benavides, Veguellina, Bembibre… No puede quedarse aislada.
Las ayudas para libros son solo un comienzo. Tener niños en la ciudad se hace necesario para mantener aulas y con las aulas profesores. Hemos de saber qué tenemos en abundancia: patrimonio, cultura, cierta industria agroalimentaria… Quizás la General Motors no vendrá, ni tan siquiera ese nuevo dorado de las TICs, pero ahí fuera hay un mundo que se mueve y al que hay que salir para aprehender, coger lo que necesitemos. Lo peor que puede sucederle a Astorga es caer en ese inmovilismo, en el inconformismo y en la costumbre. Eso es lo que algunos quisieran y que se dicen astorganos. Y todo aquel que ocupa un cargo político y se dice astorgano tiene, para empezar, a demostrar que hace algo por su tierra. Es hora de hechos y no de lamentos.