“Una pandemia es un desastre natural. Es como preguntarse por el impacto de una guerra o un terremoto. Son impactos terribles” sobre el sistema social, económico y sobre el sistema sanitario que se ha visto saturado y que más allá de la enfermedad derivada del coronavirus ha repercutido sobre el diagnóstico de nuevas enfermedades, esa patología no-Covid que sigue ahí, avanza y que “preocupa mucho”.
Son palabras de la consejera de Sanidad, Verónica Casado, en ‘Los desayunos de Ical’, que corroboran ya las primeras cifras: en el año 2020 se detectó un 2,9 por ciento menos de cánceres que en 2019; se redujeron un 16 por ciento los ingresos por infarto agudo de miocardio, y un nueve por ciento por ictus; hubo un 19 por ciento menos de complicaciones diabéticas y cayeron una cuarta parte los problemas relacionados con episodios de hipertensión sobre el dato de 2019.
Es más, las consultas de salud mental descendieron un ocho por ciento el año pasado, y un siete por ciento si se compara la evolución de este 2021 sobre el ejercicio previo a la crisis del COVID. A ello se añade que sólo en los seis primeros meses estas consultas se contrajeron un cinco por ciento sobre hace dos ejercicios.
Pese a que la primera ola “se saltó” la Atención Primaria, puesto que la mayoría de los pacientes entró en hospitalización y en unidades de críticos, la segunda, la tercera y la quinta ola han sobrecargado a un sistema que ha sido protagonista y ha jugado un “papel esencial” en el rastreo y seguimiento del coronavirus, así como en la vacunación.
Esta presión ha resentido el trabajo de la puerta de entrada al sistema, que es donde se identifican los factores de riesgo, las primeras señales de una enfermedad grave, y que es el responsable de que estén controlados los factores de riesgo, como la hipertensión, diabetes, insuficiencia cardíaca, etc. “El hecho de tener a toda esa Atención Primaria pendiente de una sola patología provoca una disminución de diagnósticos, como puede ser de cáncer, que es previsible que no haya disminuido, sino que se mantenga igual”. De hecho, las consultas disminuyeron un 50 por ciento durante la primera ola, aunque a partir de junio de 2020 la actividad ha estado siempre por encima de la realizada en 2019 .
Todos los niveles, golpeados
Pero el “golpe” ha llegado a todos los niveles, con unas emergencias que se han visto tensionadas, con muchos más ingresos y traslados, así como a los hospitales, donde se tuvieron que redoblar esfuerzos y agudizar el ingenio para multiplicar por tres las camas habituales, y pasar de las 166 a las 500. “Hemos tenido que extender las unidades de críticos a la REA, a todas las infraestructuras, incluso a los quirófanos. Esto tiene un impacto sobre el dejar de hacer intervenciones, y centrarse en una patología que lo desplaza todo”.
No en vano, recuerda que en la segunda ola la actividad quirúrgica se vio fuertemente resentida, hasta tal punto que los hospitales Clínico Universitario y el Universitario Río Hortega, en Valladolid, así como el Universitario de Burgos llegaron a tener menos del 50% de sus quirófanos en activo. Esta situación se ha traducido en la lista de espera, pese a que a lo largo de toda la pandemia el 93 por ciento de pacientes en lista de espera quirúrgica en prioridad 1 ha sido intervenido en menos de 30 días, afirma.
Comenzar la reconstrucción
Ahora toca comenzar a reconstruir un sistema, sobre todo en las patologías tiempo dependientes, en las que la falta de un diagnóstico precoz provoca que el pronóstico empeore, como puede ocurrir con el cáncer, las enfermedades cerebrovasculares, que pueden dispararse, augura la consejera, que recuerda que este fue el motivo que provocó la creación de los grupos de trabajo post-pandemia en Atención Primaria y Hospitalizada, siempre bajo la sombra endémica del COVID.
El diagnóstico del cáncer debería estar por encima de cualquier cosa o virus… Debe detectarse a tiempo, para poder intentar curarlo.