La apicultura de Castilla y León se profesionaliza

El sector apícola atraviesa un momento “de cambio” en el que la tendencia es a desterrar las prácticas “arcaicas”, un carro al que se están subiendo los más jóvenes que este fin de semana reciben en León los consejos del prestigioso Gilles Fert
(Carlos S. Campillo / ICAL)

S.Gallo/ Ical La apicultura se está convirtiendo en los últimos años en una forma de vida, en especial para muchos jóvenes que se están adentrando en este sector como consecuencia de las dificultades económicas. Esto, junto a la tendencia que marcan las propias abejas, está generando un momento “de cambio” en este sector, en el que se están abandonando las técnicas “arcaicas” que se venían desarrollando durante las últimas décadas, para dar paso a una profesionalización cada vez más necesaria.

Y es que en los últimos años el número de apicultores ha crecido de manera importante, aunque no será suficiente y se prevé que dentro de unos años se contabilice un descenso “brutal” con el abandono de esta actividad de los agricultores más longevos y a su vez tradicionales de la Comunidad. Sin embargo, las incorporaciones ratificarán esa tendencia a la profesionalización y a que el apicultor se convierta en ganadero conocedor, no solo del proceso de producción de la miel, sino también de aspectos como a cría de abejas para la prevención de enfermedades, entre otras materias.

Algunas nociones de ello está impartiendo este fin de semana en Sueros de Cepeda (León) el prestigioso apicultor francés Gilles Fert, que está dando a conocer su método de cría de abejas reinas para conseguir una mayor producción de miel y “con buenas condiciones”. Fert ha explicado al medio centenar de asistentes llegados de toda España que con la cría de reinas se puede hacer una selección “para reproducir las mejores” porque una abeja reina “es solo una parte de la familia” y una reina de buena calidad “es una reina joven” capaz de hasta poner 2.000 huevos al día.

“El interés para el apicultor es siempre mantener reinas jóvenes que pongan mucho, que haya más abejas y así más miel”, de ahí que las características genéticas que se tienen en cuenta fundamentalmente en el proceso de cría sean “la producción de miel, la mansedumbre y que no desarrollen enfermedades”, porque en el mercado europeo no es posible el desarrollo de antibióticos y hay enfermedades que antes requerían de esos medicamentos. “Ahora sabemos cómo hacer la prevención para que no desarrollen enfermedades”, explicó.

Para Fert, la visión que se tiene de las abejas “está cambiando” y se hace referencia mucho al interés de la polinización, de ahí la necesidad de mantener la agricultura, no solo por la producción de miel, sino para polinizar “todo” porque “en el monte el oso no va a encontrar comida si no hay abejas, porque no hay arándanos o frambuesas” y la importancia de la polinización “es mucho más que la miel”, puntualiza. Igualmente, en Europa se produce una situación “muy grave” porque se pierden cada año entre un 25 y un 30 por ciento de las colmenas y “hay riesgo de que desaparezcan las abejas”.

En este sentido, el responsable de la consultora Urzapa, organizadora de este curso, Urbano González, incidió en que la opinión pública está interesándose por la función polinizadora de las abejas “y las administraciones tendrán que hacerlo mucho más “porque “no hay posibilidad de polinización si no es a través de los agricultores” y si no se repone la pérdida de abejas mediante la cría de reinas, enjambres o más apicultores “la carga polinizadora no va a existir en el medio ambiente” con el perjuicio que eso supondría para la cadena alimentaria.

 

Evolución

La evolución de la apicultura está siendo cada vez mayor, tanto en respeto hacia este sector como en desarrollo de sus técnicas. Roberto Serrano es un apicultor que pertenece a una familia de apicultores durante varias generaciones y reconoce que el trabajo que se hace con las abejas reinas, como el que estos días enseña Gilles Fert es “ínfimo” en comunidades como Castilla y León, además de que el trabajo con las abejas es “muy desconocido” y la gente no lo entiende tanto como podría ocurrir con otros animales, como es el caso de las vacas. “La tendencia sería a reproducir las vacas que dan más leche… pero con la vaca se entiende más fácil”, asegura.

También de familia de apicultores procede Nacho Rodríguez, que recuerda cómo en casi todas las casas había alguna colmena, aunque la nueva generación de apicultores quiere “dar el salto a una apicultura profesional” en la que además de la producción se tengan conocimientos de genética. “Antes se hacía todo de forma más arcaica” y todavía en muchos casos “se utilizan métodos de hace 50 años” auqneu las posibilidades de formación “no es la de hace 15 años”, reconoce.

Un joven apicultor que ha llegado al sector es Álvaro Lobato, que entiende que el origen de este cambio se encuentra sobre todo en los problemas sanitarios de Europa en relación a las abejas. “El que hayamos tenido un mercado de productos internacionales, no solo tiene ventajas, sino que también compartimos parásitos y microorganismos con los que no habían convivido nuestras abejas”, reconoce quien ve esta situación como “una oportunidad” como lo fue para otros ganaderos con la profesionalización de su trabajo hace varias décadas “En el tema apícola estábamos en pañales y era un campo en el que había mucho desconocimiento sobre cómo hacer evolucionar el sector hacia una agricultura profesional” hacia la que se tiende.

 

Los datos en Castilla y León

La miel es un producto en general poco consumido en nuestro país, se calcula que con una media de 0,7 kilos de este alimento por persona y año, un dato muy lejano al registrado en otros países como Alemania y Austria, donde la ingesta de miel ronda los cuatro kilos por persona y año. Pese a este hecho, la producción apícola se ha convertido en un refugio dentro de la actividad económica para muchos productores, y Castilla y León es una Comunidad con un peso importante en esta materia.

De hecho, desde COAG se estima que el sector apícola tiene gran trascendencia en Castilla y León, no solo desde un punto de vista económico, sino también social, al generar un mercado que mueve más de 60 millones de euros al año en una actividad en la que participan más de 10.000 personas de manera directa en toda la Comunidad autónoma.

Los datos de la Subdirección General de Productos Ganaderos del Ministerio de Agricultura y Ganadería ponen de manifiesto también el incremento que desde 2008 se ha generado en el sector apícola, con un aumento tanto en el número de explotaciones –de 3.827 en 2008 a 4.170 en la actualidad- como de colmenas –de 360.758 en 2008 a 380.698 este año-, incrementando la producción en Castilla y León hasta alcanzar el 13,5 por ciento de la producción nacional con casi 4.000 toneladas.

Sin embargo, el número de explotaciones profesionales, es decir, con más de 150 colmenas, ha descendido de manera considerable –desde 980 en 2008 a 498 en mayo de este año-, lo que demuestra que la apicultura se ha convertido en la salida más práctica para muchas personas como consecuencia de la crisis económica.

Por provincias, la de León es la que cuenta con mayor número de explotaciones, superando el millar, y seguida muy de lejos por Burgos, con 572, Zamora con 517, Salamanca con 460 y Palencia con 448. El resto de provincias no alcanzan las 200 explotaciones, aunque la profesionalización no es paralela a este número, ya que la provincia de Salamanca, con 362, es la que cuenta con el mayor índice de explotaciones profesionales, con casi un 78 por ciento del total, seguido muy de lejos por el resto de provincias entre las que León, pese a tener el mayor número de explotaciones, tan solo el siete por ciento de ellas tienen carácter profesional.

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