El juicio contra L.F.B., la mujer acusada de intentar matar a su hija en marzo del año pasado en San Andrés de Montejos (León), quedó este martes visto para sentencia después de una breve vista oral en la que la acusada reconoció los hechos, pidió perdón y aseguró que “nunca jamás” haría daño a su hija “en condiciones normales”. La mujer dijo no dar crédito a lo ocurrido e insistió en que “no estaba bien” porque había dejado de tomar una medicación psiquiátrica.
En los instantes previos a que el juez magistrado declarara la finalización del juicio, la acusada expresó su deseo de que su hija no tenga “ninguna secuela” por lo ocurrido y para ella solicitó ayuda “con el tratamiento con los psicólogos que ustedes consideren para poder ponerme bien”. Igualmente dijo que intentará recuperar a su hija y poder dar explicaciones de lo sucedido.
Estas fueron las últimas palabras de la acusada durante la vista oral, que sin embargo comenzó con algo de incertidumbre. Y es que L.F.B. se mostró muy nerviosa al inicio de la sesión y, aunque mostró su deseo de declarar a preguntas del fiscal y los letrados, lo hizo con dudas y entre sollozos. “No entiendo nada”, dijo al ser preguntada por el fiscal sobre si era conocedora de que estaba siendo juzgada por un delito de homicidio en grado de tentativa. “No recuerdo lo que pasó, lo que sé es porque me lo dijo mi marido”, declaró la acusada.
Fue en ese momento cuando el fiscal solicitó un breve receso para dialogar con la abogada de la defensa, tras lo que la acusada volvió a declarar, en esta ocasión para reconocer que ella había agredido a su hija a primera hora de la mañana del 21 de marzo del año pasado.
Posteriormente fue el padre de la menor quien explicó lo sucedido aquel día, cuando se despertó “sobresaltado” por un grito de la niña, por lo que se dirigió a su habitación, donde vio a su madre “encima de la cama con la niña”, si bien puntualizó que en un primer momento “tenía algo en la mano, pero no sabía lo que era”. Al darse cuenta, consiguió quitar el cuchillo a su mujer y la llevó a la cocina, donde mantuvieron “un forcejeo” antes de que la acusada se arrojara por la ventana. Fue cuando la niña fue trasladada al hospital cuando se apreciaron los “pequeños” cortes que la menor tenía en el cuello y también en los dedos de las manos.
Otra de las declaraciones fue la de un policía que estuvo con la niña después de lo sucedido, y que reconoció que la menor le había relatado cómo su madre “estaba encima de ella cortándole el cuello”. Pero la intervención determinante fue la de las forenses, que ratificaron el informe inicial en el que se recogían las heridas “incisivas” que la menor tenía en el cuello y también en las manos.
A preguntas del fiscal y de la abogada de la acusación, las forenses explicaron que las heridas de las manos correspondían a un signo de defensa por parte de la menor, mientras que las heridas del cuello eran compatibles con el uso de un arma blanca. “La menor intentó defenderse de la agresión que estaba sufriendo”, explicaron.
Sobre la personalidad de la acusada, las forenses apuntaron a que padece un trastorno de personalidad con rasgos paranoides, es decir, que “tiene capacidad para hacer un juicio de la realidad” y sus facultades “no estaban alteradas”, lo que demuestra que la mujer era consciente de lo que hacía y provocó las heridas en una zona “vital” donde “ella comprende que se puede matar”.
De ahí se deduce que esas heridas se practicaron “con el ánimo de hacer mucho daño, si no de matar”, y aunque los daños tenían un carácter “leve”, las forenses puntualizaron que hay que tener en cuenta que la menor se defendió y que además apareció una tercera persona -el padre- que evitó un posible daño mayor. Igualmente, se tomó una muestra de ADN que permitió descartar que la mujer tuviera una adicción que pudiera haber modificado sus capacidades. “Sabía lo que hacía y lo quería hacer”, reconocieron las forenses.
Tras estas declaraciones, el fiscal mantuvo su petición de siete años, seis meses y un día de prisión por un delito de homicidio en grado de tentativa, una petición a la que se adhirió la defensa, mientras que la acusación pidió esta misma pena, así como 15 años de prohibición de acercarse a la menor.