Juan Carlos Tato, conocido simplemente como ‘Tato’, es el primer residente del centro social Cinco Llagas, gestionado por Cáritas Diocesana de Astorga, que verá editada una novela, La chica del último vagón, que saldrá a la luz próximamente con una tirada de 300 ejemplares editada por el Consejo Regulador de la IGP Cecina de León.
Tato comenzó la escritura del libro durante la pandemia del Covid-19, utlizándola como terapia contra el confinamiento: “No voy a seguir escribiendo porque no soy disciplinado para ello”, asegura, “pero durante la pandemia me obligué a seguir una rutina porque no podía salir. En ese periodo ya sólo me quedaban dos capítulos del libro, que eran los más difíciles”.
A lo largo de este tiempo ha ido haciendo las correcciones y las pruebas de lectura antes de dar el salto a la publicación. Estas últimas corrieron a cargo de tres amigos y tres personas de la propia residencia, el director y dos técnicos: “Una amiga me dijo que le encantó la historia, pero que no le gustó el final porque era demasiado trágico”, afirma Tato, “pero no podría haber escrito otro final”.
Echando la vista atrás, Juan Carlos Tato recuerda que “todo comenzó en broma. Yo tenía pensado el principio y el final de la historia, pero sin pensar que algún día podría verse reflejada en un libro“. La chica del último vagón se desarrolla en un lugar que existió realmente, un sanatorio que ya no está en pie en el que el autor estuvo ingresado durante siete años siendo un niño. Su abuelo también había pasado allí una temporada recuperándose de heridas de bala, por lo que el lugar marcó la vida de Tato y quiso usarlo como escenario de la novela, aunque sin ubicarlo en ninguna ciudad concreta.
También tiene peso en la histora una de las pasiones del autor: el ferrocarril en cuyo último vagón viaja la chica que cambia la vida del protagonista: “Los trenes me gustan porque viajé mucho en ellos y tienen algo romántico”, destaca.