Se acaba el periodo de Cuaresma y se acerca la Semana Santa. En un año en el que podremos salir a la calle pero no habrá procesiones, la Semana Santa se vive en las celebraciones religiosas. Aprovechando este cambio de época, hemos querido hacer un alto y conversar con el obispo de la Diócesis de Astorga, monseñor Jesús Fernández, quien tiene un mensaje para los cofrades en este tiempo de reflexión y hace una valoración en su casi primer aniversario como titular de la silla episcopal asturicense.
Pregunta: Muchas gracias por concederme esta entrevista. Por segundo año consecutivo no habrá procesiones en Semana Santa, ¿qué mensaje ofrece a los cofrades?
Respuesta: En primer lugar quiero agradecerles la disposición que han tenido hacia las sugerencias y directrices que hemos ido señalando. Porque para las cofradías y los cofrades el prescindir de las procesiones, de las actividades en la vía pública, es algo doloroso, porque todo lo que hacen está enfocado a eso. Es, al fin y al cabo, decirles que dejen lo fundamental que les mueve y les motiva en el trabajo. Mi primera palabra tiene que ser de agradecimiento, porque desde el primer momento han sido receptivos a eso, atendiendo, por supuesto también a las autoridades sanitarias que nos lo están reclamando.
En cierto modo nos hemos adelantado. Las autoridades civiles, políticas, han ido sacando las directrices poco a poco y nosotros hace tiempo que decidimos no salir a la calle.
También quiero recordar que hay otra Semana Santa, la de la celebración del misterio de la muerte y resurrección de Jesús. Si atendemos a lo que dice el Concilio de que la liturgia es la fuente y la cima de la vida cristiana, vamos a participar en lo que es fuente y vida. Podría ser algo así como el árbol, que ahora mismo están sin hojas y parecen pobres, sin embargo la raíz sigue creciendo. Nosotros en este año tenemos que crecer en esa vivencia interior de la fe y cuando brote la primavera, cuando venga un nuevo año en el que se pueda salir a las calles, esos frutos sean más grades todavía.
P: ¿Es posible que alguna de las celebraciones pueda llevarse a cabo en público, guardando las distancias y medidas de seguridad?
R: En cuanto a las celebraciones litúrgicas en los templos, sí. Ahí son comunitarias y, por tanto, son del público. Está descartado que en las calles, en las plazas, podamos tener ninguna celebración por respeto a las medidas sanitarias al riesgo de aglomeración y, por otra parte, porque estas actividades se preparan con mucho tiempo. He estado participando con las cofradías, esa preparación ya la tiene, no las vamos a improvisar, sino que ya de entrada eso sería imposible.
P: ¿Cree que el hecho de que haya dos Semanas Santas seguidas sin procesiones hará que la gente se desacostumbre, se desilusione?
R: Tengo la sensación de que la religiosidad popular, la piedad popular, tiene unas raíces muy hondas en el corazón de las personas, porque lo viven con mucha intensidad. Entiendo que esta crisis se superará y no supondrá una pérdida de cofrades ni de actividades de cofrades.
P: ¿Cuál cree que es, y ha sido, el papel de la Iglesia en la pandemia?
R: La misión de la Iglesia es la misma que tuvo Jesucristo: anunciar la buena noticia, atender a los enfermos y a los pobres para hacer creíble el mensaje, esa buena noticia. La Iglesia intenta seguir esa misma ruta y en este tiempo de pandemia ha hecho un esfuerzo especial, ha tenido que reinventarse en muchas cosas. Por ejemplo, en las catequesis, hay mucha gente que lo está dando por medios telemáticos. También se han multiplicado las transmisiones de las celebraciones, no solo en televisión, sino también por medios digitales.
En el campo de la caridad, se ha hecho un esfuerzo especial. Ha habido una campaña de Cáritas española que heos realizado en las Cáritas diocesanas que ha recaudado 64 millones de euros que han permitido atender a mucha gente en necesidades primarias: problemas de vivienda, de energía, de luz, de agua, de alimentación. Hemos atendido a medio millón de personas más que no habían ido a Cáritas hasta este momento. Ha sido una labor importante y quiero destacarla.
P: ¿Cree que esta pandemia ha supuesto un revulsivo para que la gente vuelva a profesar esa fe que a veces se hacía sin participar de las celebraciones litúrgicas?
R: Creo que es un poco pronto para valorar esto. De momento los datos que tenemos son todo lo contrario, de que ha habido bastante disminución. Pero también es verdad que esa disminución se justifica por el miedo al contagio. La gente mayor sabemos que tiene mucho miedo, lo veo por mis padres, que son mayores y van mucho a misa, pero ahora no están yendo, la ven por la televisión. También los propios familiares que les dicen que no vayan porque hay mucho riesgo.
Es cierto que hay alguna estadística que dice que hay personas que están volviendo. Lo que sí que estoy notando, al menos, en las presencias que estoy teniendo, es a la gente muy centrada, personas fieles que lo viven mucho. He estado en algunas celebraciones en las que me parece que se ha ganado en cuanto a atención, vivencia, piedad, participación… Está esa doble vertiente, por un lado parece que está bajando por razones sanitarias, pero por otra la calidad y la participación de la gente que está asisitiendo la veo mejor.
Ya veremos a ver lo que nos depara el futuro (risas).
P: ¿Cree que debido al papel de los sacerdotes y su contacto con la gente se deberían piorizar en su vacunación frente al COVID?
R: Probablemente sí, porque ciertamente tienen mucha relación con las personas, pero también es verdad que no se ha demostrado que ningún contagio se haya producido ahí, por lo que en ese sentido, la urgencia parece menor.
De todas formas, lo que se ha mostrado es que los sacerdotes han huido del victimismo. No ha habido protestas por no ser ellos, han huido de pensar que se era injusto con ellos y no han querido parecer privilegiados y se han mostrado serviciales, disponibles, en silencio, humildemente lo han hecho, sin llamar la atención.
P: Va a cumplir un año al frente de la Diócesis de Astorga, ¿cuál es su evaluación de la Diócesis?
R: Nuestras actividades pastorales están a ritmo lento, por la pandemia, las vamos manteniendo, pero a ver en qué termina. Estamos tratando de crecer por dentro, en el silencio del trabajo he visitado prácticamente a todos los sacerdotes en sus lugares de residencia. Estamos teniendo reuniones con grupos pequeños de trabajo… Estamos creciendo en programa, en crecimiento personal, ya que grandes celebraciones no podemos hacer. Tengo la esperanza de que salgamos reforzados.
P:¿Tiene algún proyecto que quiera implementar? ¿Por dónde pasa el futuro de la Diócesis asturicense?
R: El futuro es que estamos en manos de Dios y está en Sus manos. Necesitamos huir de una tentación que el Papa Francisco llama pelagianismo, creernos nosotros los protagonistas. Lo vamos a resolver con una buena administración, una buena estructura. En Sus manos ponemos el futuro y cuenta con nuestra colaboración.
Tenemos que intensificar la vida interior, experimentar el gran amor de Dios hacia nosotros. Tenemos que confiar en que Él no nos abandona y t que esforzarnos cada día por valorar la belleza, la verdad y la bondad de Su mensaje. En último término, significa que tenemos que cambiar mucho y en este tiempo de Cuaresma este mensaje debe ser subrayado.
Tenemos varios proyectos. Quiero destacar un primer proyecto, que es el que nos está llevando ahora a los distintos arciprestazgos para presentar el proyecto de unidades pastorales. Queremos reestructurar la Pastoral Diocesana, movidos porque a veces vemos que las comunidades no son vivas, por el envejecimiento y porque a veces no tienen sacerdotes. Estamos haciendo una restructuración que no va a suprimir ni quitar importancia a la parroquia, pero que le va a pedir que interactúe con las demás parroquias.
Queremos crear unas redes pastorales, que llamaremos unidades pastorales. Parroquias que pueden compartir al sacerdote, las catequesis, las celebraciones, una Cáritas para todas ellas. Es decir, economizar personal, tiempo, estructuras… Es un proyecto en el que estamos trabajando bastante.
Además, tenemos un proyecto en el que estamos trabajando bastante, que creo que es importante, que es la atención a los jóvenes. En diócesis como la de Astorga y la de León, mi origen, con frecuencia lo primero que te dicen es que “aquí somos todos mayores, ya no hay niños”, es un mensaje pesimista que dice que no tenemos futuro. Pero, desde el principio he querido destacar que sí que hay jóvenes, quizá no tantos como quisiéramos, pero los tenemos que valorar como un verdadero tesoro. Debemos preocuparnos por ellos y no dejarlos desatendidos.
Cuento una anécdota. Hace unos días estuve en una parroquia en la que en la eucaristía había dos niños. Me fui a otro pueblo y, al volver, me fijé en la plaza y había por lo menos una decena. Es decir, niños sí hay, pero están en otra cosa. Nuestra cuestion es cómo ayudamos a las familias y a los niños a ver que eso puede ser importante para ellos, una experiencia positiva en la vida. El reto es nuestro, no podemos seguir manteniendo esa cantinela de que todos somos mayores.
Esa preocupación por la situación de los jóvenes y los niños. Preocupación que no es solo mía, el Papa también la tiene, por eso ha escrito una exhortación ‘Cristo vive’ en la que dice que hay mucha orfandad entre los jóvenes. Yo entiendo que es verdad. Hoy día hay muchas familias en las que los niños, los jóvenes, les atienden solo en parte. Quizás en comida y hospedaje sí, pero quizá en cuestiones de valores, de realidades que les puedan ayudar a plantearse la vida en serio y a no caer en caminos que les puedan destruir. Quizá esas cosas están desatendidas. Hay estadísticas que dicen que España es uno de los países de Europa donde menos valores se transmiten. A esa orfandad me refiero. La Iglesia no quiere ser una institución que también les deja huérfanos. Hemos hecho un plan que desembocará en una asamblea a final de curso.
Hemos hecho una encuesta escuchando su voz a ver cuáles son sus problemas, qué nos piden, qué podemos ofrecer. Varios cientos nos han respondido y hemos empezado a juntarnos con ellos. A final de curso, seguramente el 19 de junio, tendremos una asamblea donde expondremos los resultados de la encuesta, y trataremos de iluminarles con esa palabra del Papa y a plantearse cómo crecer en el futuro, cómo ser un buen ciudadano y ayudar a la Iglesia a crecer.
P: ¿Cómo ha encontrado a su llegada la zona del Bierzo y Valdeorras?
R: Desde el punto de vista humano, en toda la diócesis es necesario el acompañamiento a personas que viven solas. Es un reto importante que tenemos por delante, lo planteé desde que vine. He lanzado la idea que tenemos que crear estructuras para acompañar a personas. Sé de sacerdotes que lo están haciendo, llamándoles por teléfono, visitándoles. En la zona de Galicia, por la dispersión, quizá se note algo más que en zonas como la de Astorga. También en la zona de la montaña del Bierzo se vive esta problemática.
El tema del trabajo es muy importante, en Ponferrada, por la situación de Covid-19 que estamos viviendo. Desde el punto de vista pastoral es similar la situación, ese descenso de práctica religiosa y la necesidad de reactivarlo. En ese punto no veo diferencia entre las zonas de Galicia, el Bierzo y Astorga.
P: El pasado mes de enero, el Papa Francisco anunció que las mujeres podrán realizar la lectura de la biblia y distribuir la comunión durante las misas, ¿cuál es su punto de vista al respecto? ¿Cree que en una Diócesis como la de Astorga, en la que los sacerdotes son mayores y muchas localidades están en peligro de despoblamiento, pueda suponer una “luz al final del túnel”?
R: Lo que ha hecho el Papa es reconocer algo que de facto ya se hacía. Desde hace mucho tiempo, sabemos que ellas leen las lecturas y que dan la comunión. Incluso en las celebraciones en las que no había sacerdote, ellas las venían haciendo. El Papa lo reconoce oficialmente.
Efectivamente es una luz al final del túnel el hecho de que se impliquen los seglares, hombres y mujeres. Los laicos, los bautizados, todos tenemos que continuar la misión de Jesucristo. Es cierto que los seglares tenéis la misión de gestionar el mundo: economía, política, empresa, familia… Pero también es cierto que tenéis una responsabilidad hacia dentro, hacia la comunidad, es lo que llamamos ministerios laicales. Esa participación en esos ministerior, servicios dentro de la comunidad, es una buena noticia. Ojalá nos vayamos creciendo en ello.
Precisamente esa reforma de las unidades pastorales, incide mucho en eso. Intentar que la gente se responsabilice y que el sacerdote no sea tan predominante. Hay ciertas cosas que solo puede hacer el sacerdote, como confesar o consagrar, pero hay muchas otras cosas que puede hacer el laico y que debemos facilitarle que lo haga porque es su derecho como bautizado.