Juicio por el asesinato de Denise Thiem

Un informe apunta que Muñoz padece trastornos límite de la personalidad y explosivo intermitente

Un hombre que recomendó a la víctima visitar Castrillo de los Polvazares la define como “muy cauta, precavida y desconfiada”
La defensa del presunto asesino de Denise Pikka Thiem en la Audiencia Provincial. / C.S. Campillo

Un trastorno límite de la personalidad y un trastorno explosivo intermitente. Es el diagnóstico que los dos peritos psiquiatras contratados por la defensa de Miguel Ángel Muñoz establecen para el presunto asesino de la peregrina norteamericana Denise Pikka, según lo expusieron este jueves en el juicio que se desarrolla en la Audiencia Provincial de León.

Según el testimonio de los doctores Alfonso Garrido y el mediático José Cabrera, el acusado padece ese trastorno límite que le hace no controlar sus emociones y afectividad y tener una personalidad anómala compatible con una apariencia de normalidad pero que puede impedir en ocasiones el razonamiento y provocar conductas no reflexivas.

Como un subtipo del anterior u otro específico, según las teorías, también le atribuyen un trastorno explosivo intermitente que implicaría que presentase conductas en las cuales “se estalla ante estímulos mínimos”. Sufre, argumentaron, dos enfermedades que conllevan alteraciones en la capacidad de autocontrol y que le haría actuar “por inmediatez”.

Son las conclusiones a las que llegaron tras entrevistarse con él en dos ocasiones en la prisión de Mansilla de las Mulas y después de elaborar su ‘curva vital’, principalmente en base al testimonio que les ofreció el padre de Muñoz.

A pesar de que al acusado nunca se le diagnosticó ningún padecimiento mental y tampoco ha protagonizado en la cárcel episodios relacionados con esa supuesta enfermedad, los psiquiatras recalcaron que “habría que considerar seriamente una restricción de su libertad de obrar”.

Hipótesis

“Son personas capaces de entender lo que hacen. El impulso no es controlable; el problema está en el obrar”, apuntaron antes de defender las dos hipótesis que plantean: que el acusado pudo no cometer el crimen y que la confesión que hizo del mismo respondiese a un afán de protagonismo y “despliegue narcisista” o que matase a Denise a consecuencia de “una explosión brutal de agresividad que cuadraría con nuestro diagnóstico”. “El señor éste, con estos trastornos, no hay duda de que tuvo que ser fruto de una explosión psicomotórica”, dijeron.

Consejo desafortunado

En la sesión de este jueves también prestó declaración el piloto Javier Pombo, que en marzo de 2015 coincidió con Denise en el Camino de Santiago y tuvo trato con ella durante varios días. Pombo hacía la Ruta Jacobea acompañado de tres sobrinos y su hija y cree que la presencia de los niños y que Denise le escuchase hablar en inglés fue lo que hizo que entablase relación con ellos.

La definió como “muy cauta y precavida, ordenada, consciente y demasiado desconfiada, con una personalidad fantástica”, y descartó que se hubiese acercado a una casa a preguntar algo a un desconocido o dejarse acompañar por alguien, como afirmó el acusado en su confesión. Cuando Denise se despidió camino de León, de Pombo y su familia, éste le recomendó que visitase la localidad de Castrillo de los Polvazares, en cuyo entorno fue asesinada.

“Desafortunadamente la convencí para ir a Castrillo. Fue mi único consejo”, rememoró sobre una localidad a la que él se siente muy vinculado. “Tenía mucha ilusión por volver a casa e iniciar un cambio en su vida”, relató.

Reconstrucción

Los presentes en la sala en la que se celebra el juicio con jurado popular visionaron hoy el video de la reconstrucción de los hechos, en la que Muñoz relata que en un momento dado, mientras indicaba a Denise el camino a seguir tras haberse desviado de la ruta, a él le “cambió el chip”, la golpeó con un palo y ella se cayó, quedando gravemente herida tras impactar contra unas piedras.

Según ese testimonio –del que luego se desdijo y aseguró haber inventado su contenido- la víctima comenzó a convulsionar y él le seccionó el cuello “para que dejara de sufrir”. Posteriormente, le cortó las manos –que nunca llegaron  a aparecer- y enterró el cuerpo, que luego desenterraría y cambiaria de lugar.
 

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