La muerte de D. Juan Antonio ha dejado sorprendida y consternada a toda nuestra diócesis de Astorga.
Hace pocos días presidió la peregrinación del Año de la Santidad a Brindis, la patria de San Lorenzo, cuyas reliquias se conservan en Villafranca. Allí nos dio muestras de bienestar, alegría y búsqueda de la santidad que este año había proclamado como lema.
El pasado viernes confirmó en las parroquias de San Antonio de Padua y Nuestra Señora de la Encina de Ponferrada a cerca de cuarenta confirmados entre jóvenes y adultos. Al finalizar la Eucaristía dio muestras de satisfacción y contento.
Ahora, sin nadie esperarlo, le sorprende la muerte en un momento en el que la Iglesia de Astorga había puesto en marcha algunos proyectos importantes, tales como el Diaconado Permanente y una nueva división y reorganización pastoral de las parroquias.
Persona cercana al pueblo, solía llevar a cabo las visitas pastorales, aún en las parroquias más lejanas, promoviendo nuevas vocaciones sacerdotales e intentado solucionar los problemas casi siempre referidos a los templos necesitados de obras, cementerios y otras muchas preocupaciones de municipios despoblados y sin recursos.
Piadoso y amante de la Eucaristía, tal y como figura en su escudo episcopal, dedicó el astorgano Santuario de Fátima a la adoración y misericordia permanentes.
Agobiado por los problemas que surgieron con algunos sacerdotes antes de su venida como pastor de esta diócesis, supo afrontar tal situación con prudencia y entereza no siempre bien comprendidas.
A pesar de que su especialidad fue el Derecho (licenciado por la Universidad Pontificia de Salamanca) no gobernó la diócesis desde una estricta rigidez jurídica sino más bien como verdadero pastor cercano y comprensivo.
Especialmente sentidos nos hemos de encontrar en toda la Comarca del Bierzo, a la que tanto apreció y en la que solía encontrársele con mucha frecuencia de forma sorpresiva, haciéndose presente en retiros, encuentros y celebraciones varias.
Eligió como lema episcopal la leyenda “SANTIFICETUR NOMEN TUUM”. Que el Padre Dios le haya acogido en su Reino y esté gozando ya de su gloriosa presencia.
Solo cabe encomendarlo al Dios de la Vida y, tras algún tiempo de gobierno provisional del Consejo de Regencia en Diócesis Vacante, esperar que el Papa Francisco encuentre otro pastor que sirva a la unidad de toda nuestra diócesis.
Descanse en paz.
In memoriam
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