En la ciudad de Astorga existe un espacio verde dedicado al cultivo ecólogico de frutas y verduras. Se llama ‘Huerto Social’ porque en 2015 un grupo de 25 personas se reunieron con una idea en mente: crear un espacio donde cualquier persona de la ciudad o de la zona tuviera un espacio para cultivar sus propios alimentos. Calabazas, calabacines, tomates, lechugas, judías conviven en armonía
Un espacio urbano, al que pusieron el nombre de Huerto Social “porque pensamos en la gente de Astorga que tiene problemas económicos. Aquí pueden venir a cultivar sus propios alimentos, está completamente abierto a quien quiera trabajar y ayudarnos”, explica Fernando “Fer” Prieto. Este astorgano de 37 años trabaja en carpintería pero se declara enamorado del campo. Es uno de los fundadores de este espacio dentro de la ciudad de Astorga. Sin embargo, “nadie con problemas ha venido aún a participar”, finaliza algo decaído.
Tienen unos 400 metros cuadrados cultivados con patatas, judías, calabacines, fresas, lechugas, cebollas, calabazas y tomates entre otros. “Tenemos otros 500 metros cuadrados que podemos abrir si viene gente suficiente para trabajar en el ello”, continua Fer. Actualmente, son 10 personas las que cuidan este espacio verde en Astorga. Comparten sus experiencias y nuevas formas de hacer agricultura ecológica.
Las estrellas y la agricultura
Utilizan un sistema de agricultura que se conoce como biodinámica. Es un método de agricultura ecológica que hace hincapié en el equilibrio del desarrollo integral y la interrelación de suelos, plantas y animales como un sistema de autonutrición sin intervención externa en la medida de lo posible. “La agricultura biodinámica se diferencia de otros tipos de agricultura ecológica en el uso de preparados vegetales y minerales como aditivos de compost y aerosoles para terreno así como el uso de un calendario de siembra basado en el movimiento de los astros. Cuando empezamos tenemos que trabajar todos en los preparados para transmitir algo de nosotros a la tierra”, explica Beatriz “Cala” Dinis.
Como en otras formas de agricultura ecológica, fertilizantes artificiales y pesticidas y herbicidas tóxicos son estrictamente evitados. “No utilizamos químicos, tratamos el terreno con soluciones naturales. Apenas tenemos hierbajos, y hasta el momento no hemos tenido ningún problema de plagas. Usamos ortigas, ajos, todo lo que sea necesario para conservar los alimentos frescos y saludables. Son tratamientos que sacamos de conocidos”, cuenta Fer. “Tenemos gente que se está especializando en el tema”, y señala al otro lado del huerto.
Allí está David “Kimbo” de la Iglesia -“mis padres me querían poner Marcos, pero con el apellido quedaba muy mal”- armado con una mochila llena de jabón potásico para tratar el pulgón. Uno de los problemas que más preocupa a los agricultores es el escarabajo de la patata. “Nosotros no hemos tenido ni un solo problema con los escarabajos”, cuenta Kimbo. Es el especialista en tratamientos, ha ido aprendiendo poco a poco, pero no quiere revelar todos sus secretos. “Si quieres aprender algún secreto, ven al huerto”, sin haberlo preparado, le ha salido un pareado.
“Nos molesta que alguna vez echen químicos en el canal de riego, porque queremos mantener nuestro espacio limpio y ecológico”, dicen.
Trabajo en equipo
Comenzaron en 2015 delimitando la zona y limpiando el terreno. Cultivaron todos los 400 metros cuadrados. Ese primer año fue un éxito “no dábamos abasto con toda la comida que teníamos”, ríe Fer. “Utilizamos semillas del entorno, los productos que ya se cultivaban en Astorga desde hace siglos, las semillas de nuestros abuelos”.
Se les puede encontrar a través de su página de Facebook: Huerto Social.
Este año se han decidido a mejorar la accesibilidad, con lo que está preparado para todo aquel que quiera participar. “Tenemos una iniciativa que se llama ‘La azada abandonada’, cualquiera que desee donar sus herramientas en desuso. “Tenemos pocos útiles ahora mismo, así que cualquier pieza que la gente ya no utilice es bienvenida”, solicitan.
Gestionan entre ellos, hablando y viendo poco a poco lo que hay que hacer. “Ya tenemos flores en los calabacines”, grita Kimbo interrumpiendo la charla. Todos están emocionados, presienten que la cosecha del 2016 va a ser tan exitosa como la que tuvieron en 2015. “Este año hemos plantado mucho menos, para no perder comida, el año pasado no dimos abasto con tanta producción, sacábamos carretillas enormes con comida de alta calidad”, recuerdan.
El agua que da la vida
Me dan a probar una fresa, ciertamente el sabor se nota. Tiene un gusto natural que pocas veces podemos encontrar hoy en día. Es el turno de regar las judías, pero no hay problema, porque tienen a una experta en el control de las aguas. Su nombre es Olga Díaz, trabaja en hostelería y “cuidando a mi hijo, aunque como tiene 17 años, seguro que si lee esto va a ofenderse porque dice ya no tengo que cuidar de él”. Olga es conocida en el huerto como ‘Moisés’, la controladora de las aguas. “Hace un trabajo espectacular cuando llega el momento de regar, siempre sabe cómo guiar el agua para que llegue a todos los canales de riego, cuando yo lo intento es un desastre, cuando lo hace ella, es una obra de arte”, explica Breatriz “Cala” Dinis González jovial.
Olga Díaz dice que ella llegó “sólo para aprender”. Tenía la convicción de que se podía cultivar sin sulfatos. Desde pequeña conoció la vida en el campo a través de sus padres, “ellos aún no se creen que podamos cultivar sin sulfatar, pero aquí están las pruebas”, dice señalando a su alrededor. No están quietos ni un momento. En cuanto una se despista, están al otro extremo del huerto preparando las herramientas o los sectores de riego.
Las bromas vienen y van, se nota que han pasado muchas horas juntos. Las chicas están observando el huerto, “a veces simplemente nos quedamos sentadas viendo todo lo que hemos conseguido y nos pueden dar las 11 de la noche aquí, hablando, o calladas. Da una paz interna increíble. Creo que transmitimos buen rollo a las plantas”, cuenta Cala riendo. Los hechos están ahí, este año, recibieron algunas plantas que no habían crecido en un huerto cercano, pero en el Huerto Social, cobraron nueva vida y ahora crecen exuberantes y llenas de frutos.
Convivencia en armonía
Cuando el buen ambiente se nota, todo el mundo lo comparte. “Nos llevamos muy bien con los vecinos, se sorprenden de la frondosidad de nuestros cultivos”, explica Fer. “Nos traen helados y agua, y se sientan a charlar con nosotros. Están pendientes de lo que hacemos y del buen ambiente que tenemos”, dice Cala. Y como para corroborar la afirmación, se acerca un vecino a comunicarles que el agua ha vuelto a fluir. “Podremos regar bien las judías hoy”, se alegran.
En este espacio verde no hay lugar para el individualismo, “este no es un herto en el que la gente simplemente llega, trabaja todo el día en silencio y se va al caer la noche. Aquí charlamos, hablamos de la vida. No siempre es fácil mantener la constancia, pero intentamos combinar la vida profesional con el huerto, para que no falte nada”, relata Fer.
En invierno cerrarán “por vacaciones”, porque en Astorga es bastante duro. Está atardeciendo y llega la hora de volver a sus casas. Dejan las herramientas en el “cobertizo”, y entre risas sacan alguna lechuga para la ensalada del día siguiente y cierran el huerto. Mañana será otro día.
Judias???? no seran fréjoles?