Honor y gloria en verde

Fueron las novelas de Caballería en Europa, las que tomaron desde la primer gesta de Homero con Troya, el género literario donde el honor y la gloria de los héroes para siempre. Y es que humanos que se enfrentan a un destino maldito, escrito de antemano, con la intención de dar la vuelta a la situación o morir en el intento siempre los ha habido y habrá. Cuando uno se sacrifica renunciando a sí mismo por una causa mayor común es, sin duda alguna, un acto de generosidad digno de alabanza.

Vivimos en una sociedad donde el fútbol traspasa los valores deportivos iniciales. Y que no deberían perderse. Al fin y al cabo hablamos de una sana competición. Otra cosa es cuando el vil metal hace su aparición trastocándolo todo. En la Eragudina siempre hubo y habrá fieles al equipo de su ciudad, se milite en la división que se milite. Pero lo cierto es que en estos tres últimos años se nos había acostumbrado a ver fútbol de mayor calidad, nuestro nombre por toda España y la imagen de la Benemérita, Magnífica y Augusta… por los medios de comunicación supraprovinciales.

Ahora. En la derrota, en el descenso. Es cuando más nos necesita el club. Y ahí vamos a estar. Hemos descendido, sí, pero con un honor y gloria dignos de Amadís de Gaula, de Mío Cid, de Roldán, de Ulises y tantos y tantos otros que han precedido a los jugadores astorganos.

Lo lamentamos también por Sagrario, la presidenta, y su equipo directivo. Me recuerda a algo que viví de cerca hace mucho tiempo. El fin del fútbol sala de élite que tantos años de la mano de Goyo, el de la Ruta, nos proporcionó. Y al lado de él un buen grupo de incondicionales. Cuántos bocadillos, gestiones, viajes…para tal o cual partido ví a uno de mis hermanos, como parte de un todo, lidiar por el equipo de su querida Astorga…

Pero al igual que siempre hay una caída, siempre le sucede un levantamiento. Tarde lo que tarde, cueste lo que cueste, a buen seguro de que con fe y corazón volveremos a ver al Astorga codeándose con equipos profesionales del balompié español.

El editor