En dos ocasiones he permanecido en Astorga esta semana que con el perezoso domingo y alterado por los trabuconazos de la Zuiza termina. Dos zambullidas a mi querida ciudad, que no son sino confirmación de que los tiempos están cambiando, parafraseando al viejo Dylan en su mítica canción, himno de toda una generación mayor.
Un día me topo con la Plaza Mayor llena de murmullo y conversaciones. Terrazas de verano anticipado plagadas de personas mayores, pertrechadas de bolsas con compras de productos de la zona y cientos de instantáneas a la fachada del Ayuntamiento donde, impávidos, inmortalizan a los maragatos tocando las campanas de su reloj. En la Eragudina, una legión de niños de edad madura invaden la campa y visitan un mercado a ritmo de pasodoble español.
Regreso en una segunda jornada, donde el periodismo y la historia son, a la limón, protagonistas de un sábado con los Premios Maite Almanza-Ciudad de Astorga e inicio de la Zuiza y el eterno hermanamiento con la ciudad riojana de Clavijo. Juan Carlos, nuestro presidente cameral, me presenta a la alcaldesa mientras saboreamos vino de Rioja y pececillos con pan. Nos enteramos de que durante la ocupación francesa, esquilmadas las despensas por el enemigo gabacho, los habitantes del pueblo hermano se nutren a base de pesca de agua dulce y pan. Uno nunca se acuesta sin saber una cosa más, dice el refrán.
Mientras cientos de astorganos acudimos al Jardín, en tiempos pasados del Generalísimo, en otros de la Sinagoga, para nosotros que no entendemos de nada, siempre es y será el Jardín. Mientras escuchamos los compases de la Banda municipal -más música por favor- nos sorprendemos del aspecto remozado, limpio y florido que, al fin sí, luce nuestro rincón favorito en las tardes del verano astorgano. No nos resistimos a señalar la de comentarios sobre la nueva fuente moruna, una pena no esté terminada, lo que nos deja con sabor a más a los muchos hijos de Astorga que pasamos un par de horas en el recinto. ¿Para cuándo la adjudicación del bar? “Anda que no es feo el mamotreto de acero este”, me comenta un familiar venido de fuera. “Cosas de la modernidad y los arquitectos”, replica su pareja. “Y del que lo permitió”, remato yo el comentario jocoso. La belleza es sencilla y mira que nos emperramos en hacer difícil lo fácil en todo…
La guardia Zuiza desfila anticipándonos la conmemoración de Clavijo, donde un grupo de españoles, encabezados por el Marqués de Astorga como abanderado, hicieron morder tiempo há a los hijos Alá. Y pienso para mis adentros que mi ciudad está más viva que nunca, que se está trabajando y que mucho queda por hacer. Y es que, treinta años después, algo ha cambiado en la Bimilenaria.