Haciendo tiempo

Todos tenemos experiencia de lo que es ir al médico con una hora dada, ni sabes cuándo entras ni cuándo sales. Puedes entrar en primavera con un sol espléndido y salir en otoño, nublado y casi granizando. No, no es una hipérbole. Exactamente eso fue lo que nos pasó hace unas semanas. Fui a media mañana a mamografía pensando que a la una o una y media estaría fuera y salí pasadas las dos, casi las tres de la tarde. Entra dentro de lo “normal”, lo sé, la hora es orientativa, pero el esperar se hace eterno, sobre todo porque no-so-por-to-la-di-cho-sa prueba. ¿No hay nadie que invente otra cosa? Por favor….(es súplica).

 

En fin, hacía calor aquel día, un sol de primavera como correspondía, pero en las horas que pasamos dentro, teniendo en cuenta que ahora la zona de mamografía está en un pasillo interior y no se ve el exterior, cuál no sería nuestra sorpresa, la de mi hermano y la mía, que íbamos por los pasillos bromeando de que a lo mejor estábamos ya en navidad cuando lo empezamos a ver todo gris, el día, ¡uy! ¿no han limpiado los cristales? Pues no era eso, la temperatura había bajado unos cuantos grados, hacía más que fresquillo (frío) y una lluvia helada que se parecía un poco, bastante, al agua-nieve famosa. Así que todavía hoy dudamos del tiempo pasado.

 

Pero, anécdota climatológica a parte, lo cierto es que el que espera desespera. Mientras te armas de paciencia, deseando que el próximo nombre que pronuncien al abrir la puerta de la sala o consulta sea el tuyo, los segundos se hacen largos minutos, los minutos horas y las horas días…y así hasta estaciones o años. Si te pasa lo que a mí, que no soy muy fan de contar tu vida a los que allí están, y soy muy pudorosa para que los demás te cuenten la suya, no los conoces ni estás obligada a hacerlo, pues ¿qué hacer?

 

Bien, para eso se inventaron las revistas de corazón o cotilleo. Sí, ahí también te cuentan “sus vidas y miserias”, pero …De acuerdo, no tengo excusa (¿por qué tengo que excusarme?), a no ser la desesperación por aburrimiento y algo de ansiedad por la prueba. ¿Os dije que me parece apta para masoquistas? Sigo con las revistas. Básicamente veo los “santos”, como decía mi abuela, y desde luego, aunque a veces también siento vergüenza ajena por lo que dicen los personajes de las revistas, siempre me queda la opción de pasar página. ¿Estáis pensando que podía dar conversación a mi hermano? ¿Conocéis algún hombre que aguante sentado en la consulta de un médico si no es él el paciente? Y aún así…Eso es, yo sin moverme, él entrando y saliendo por el pasillo y preguntando: ¿todavía nada? ¿Para qué hora tenías? Así hasta la ochocientas vez…Porque no me muerdo las uñas que si no hubiera llegado hasta la segunda falange.

 

Cuando le tocó el turno a una de las que allí estábamos y que ¡tenía una revista!, no me corté y se la pedí “por favor”. “Sí tómala, puedes quedártela, yo ya la he releído unas 10 veces”. Y porque no quiso releerla más, tiempo le hubiera dado….

 

Así que constato que: cuando el nivel de aburrimiento y ansiedad llega a la desesperación, antes de “matar” a alguien, siempre es mejor matar el tiempo con cotilleos impresos, despertar tu envidia con modelos de cuerpos “naturales” (naturalmente que no hacen nada por estar así…ja), casas de 25 cuartos de baño (luego hay que limpiarlos) y “decoración sencilla” (te partes de la risa o lloras porque no sabías lo que era sencillez), papás que llevan a sus hijos a Disneyland París, porque todos los niños y adultos “deben” ir (ellos pueden y posiblemente vayan invitados y gratis, obsceno), famosos piadosos viendo las procesiones de Semana Santa…fumando…¡Vaya! Me han llamado. No puedo seguir desesperándome, esto….con  la revista. ¡Cahis! Ni siquiera acabé de ver los “santos”. Bueno, le hará servicio a la siguiente “paciente”, nunca mejor dicho.

 

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