El fin del mundo

Que el mundo se acabará un día es cosa segura. De las pocas cosas seguras que no admiten dudas en un mundo donde todo es relativismo y relajación cuando no desprecio de valores que hasta la fecha han dado soporte a nuestras vidas.

Lo que ya no tenemos tan seguro es cómo va a ser ese fin de nuestros días. Lo cierto es que tenemos una querencia por este tema dado el gran número de películas apocalípticas que existen en el mercado, así como videojuegos e incluso tratados científicos que intentan acertar cómo será el último día de la tierra.

Las propuestas al respecto son muy variadas. Una de ellas, quizás con más base científica es que el sol, nuestra estrella, terminará por agotarse y con ello provocará la extinción de vida en la Tierra en un primer momento, para luego engullirla como si de una canica fuese. Otras teorías hablan de un meteorito que como consecuencia de su impacto provocaría la aniquilación de toda vida en el planeta. No se pueden obviar las teorías relacionas con  el cambio climático en virtud de las cuales nos achicharraremos o nos congelaremos, no está muy claro.

Personalmente, a mí las que más me gustan son las que se refieren a sucesos apocalípticos relacionados con pandemias que nos convierten en zombies a la mayoría de la población, mientras una exigua minoría intenta sobrevivir a base de esquivar los mordiscos de los infectados. Digo que son las teorías que más me gustan porque son las que están probadas empíricamente.

Aunque pueda parecer sorprendente y carente de toda razón lo afirmado en el párrafo anterior, permítaseme argumentar sólidamente a favor del hecho de que este planeta, o al menos nuestro país, está siendo víctima de una pandemia atribuible a un virus de origen desconocido y que los científicos no acaban de encontrar un remedio.

No cabe otra explicación más plausible que la del virus desconocido para, precisamente explicar, el nivel de  alelamiento masivo que estamos sufriendo. Algunas explicaciones, hemos de reconocer que pseudocientíficas, afirman que la causa de ello ha sido un viento extraño procedente del Atlántico y residuo de una tormenta tropical. Intentando dar soporte científico a tan extraña teoría, aportan como pruebas indubitadas el que algún líder latinoamericano expuesto a dicha tormenta, adquirió un don de lenguas especial pudiendo establecer un diálogo fluido con el más allá a través de los pájaros.

Otros síntoma preocupante del deterioro cerebral que nos conducirá irremediablemente al fin del mundo, al menos del mundo occidental libre, es la regresión espacio- tiempo que se pretende realizar en nuestro modelo social y económico. No se trata de discípulos aventajados de Einstein cuyas teorías más arriesgadas se están confirmando actualmente. Se trata de discípulos de personajes históricos cuyas tesis condujeron a medio mundo a la ruina, y lo que iba a ser el paraíso del proletariado se convirtió en una dictadura cruel que sumergió el alma y el cuerpo de las personas en la oscuridad del hambre y la penuria.

Cabe destacar también el proceso de deconstrucción cerebral que se está produciendo en algunos líderes localistas. Frente a las máquinas que aprenden exponencialmente y por lo tanto multiplican su conocimiento, estos aborígenes localistas excluyen  a todos los que consideran pertenecientes a otra tribu. Frente a siglos de pensamiento que han conseguido marcar una dirección mundial a favor de la unión de los pueblos, estos cerebros afectados por el virus innominado deconstruyen la Historia con la meta en la tribu o clan primitivo.

El fin del mundo está cerca, no quiero se un falso profeta como otros muchos. Simplemente la realidad está ahí. Nuestro planeta, frágil, por el que todos estamos preocupados, está siendo víctima de la mayor agresión que pudiera sufrir por parte nuestra. Parece que agresión no deliberada o dolosa, sino causada por un agente externo cuyos efectos perniciosos para nuestro cerebro consisten básicamente en volvernos tontos. Necesitamos un remedio ya. Algunos afirman que se curaría todo con la medicina tradicional del sentido común, pero…

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