Sabido es que el hombre es un animal en esencia egoísta. Desde el punto de partida de la mera supervivencia hasta llegar a la envidia por comparación y superación con los demás seres de la sociedad en que vivimos. No es de extrañar que al mundo de la política, en las instituciones públicas, lleguen y aniden seres sin escrúpulos que se pongan de acuerdo para obrar de forma inmoral y hasta ilegal.
Pero es que también hay entre la clase política el poco cuidado de alimentar a esos monstruos de forma que confunden el favor, la interacción de intereses para bien de todos con el autoderecho de poder hacer y deshacer en la cosa pública, en los dineros públicos y en la vidas ajenas. La política alimenta seres cuya ambición de dinero y poder son infinitos. Y luego la misma política padece en penitencia su creación.
El modelo de empresario metido en los medios de comunicación para levantar o tumbar alcaldías, carreras y honores de personas está caduco pero aún en nuestra querida tierra mantiene vigencia y sus coletazos, como estertores, se han sentido esta semana de nuevo.
Y de repente, sin saber de dónde, ni porqué, a un alcalde de comportamiento intachable de cualquier pequeña localidad el sistema judicial lo introduce en una vorágine desproporcionada donde se aplica el mismo rigor al pez grande corrupto que al que un día con buena fe y legalidad en esa u otra legislatura pudo mantener alguna profiláctica relación contractual puntual o salió por boca del corruptor insidias y fanfarrias para presumir ante el grande «que tenía todo controlado». Y después, pobre edil, ponte a esperar a que la verdad, herida por los flases, brille con tanta energía como la que el propio sistema echó sobre ti.
Tolerancia cero a la corrupción, de acuerdo, pero humanidad ante el débil en esto, también cero. Cero «patatero».
*Dedicado a un alcalde honesto
Pongo la mano en el fuego por Arsenio. No me puedo creer que estemos entrando a un capote tan burdo, en España no cabe un bobo más