La localidad de Santa María la Nueva acoge desde hoy la exposición titulada ‘Yacens’, que recoge un total de 13 imágenes de yacentes y 12 crucifijos articulados realizados desde el siglo XIII hasta el XXI, de la Diócesis de Zamora, aunque uno de los crucifijos articulados, concretamente, una escultura en madera tallada y policromada del siglo XVIII atribuida a José Cifuentes Esteban, procede de Tábara, localidad zamorana que pertenece a la Diócesis de Astorga.
La muestra abre el programa de actividades organizado por la Penitente Hermandad de Jesús Yacente con el que conmemora su septuagésimo quinto aniversario, lo que explica el tema, ya que la imagen titular de la cofradía es la imagen de Jesús Yacente, obra de Francisco Fermín y que también forma parte de la exposición. “En la mesa del altar hay una inscripción que dice ‘Christus yacens, miserere nobis’ (Cristo yacente, ten misericordia de nosotros). Esa palabra da título a la exposición”, explicó el comisario de la muestra y delegado diocesano para el Patrimonio, José Ángel Rivera.
La muestra queda recogida en un completo catálogo del que se han editado 2.000 ejemplares, destinados a los hermanos y, una parte, a la venta para quienes deseen adquirirlo en la iglesia de Santa María la Nueva, al ver la exposición. “Puede verse hasta el 10 de marzo porque hay muchos cristos que reciben sus correspondientes novenas y salidas en procesión”, anotó Dionisio Alba.
En la iconografía cristiana, el yacente es la figura aislada de Cristo muerto después de haber sido desclavado de la cruz, descendido y puesto en brazos de su madre cuando ya se ha llevado al sepulcro, según explicó Rivera de las Heras. “En Zamora, tenemos el privilegio y el orgullo de tener cuatro imágenes medievales de Cristo yacente. Es un grupo notable en comparación con otras diócesis”, precisó, en alusión a los custodiados en el Convento de Santa Clara, de la primera mitad del siglo XIV -el más antiguo-; en la iglesia del Sepulcro, de mediados del XIV; en la iglesia de San Lázaro, probablemente, de la segunda mitad del XIV y proveniente de la ermita del Cristo de Valderrey, y el yacente de Santa María la Nueva que, “por cambio de gusto o alguna necesidad”, se transformó en un Ecce Homo, con las extremidades inferiores serradas.
Del siglo XVI, figura en la muestra el célebre yacente de Gil de Ronza, de unos de los grupos escultóricos tallados para la capilla del deán Diego Vázquez de Cepeda, construida en la iglesia de San Francisco, actual sede de la Fundación Rei Afonso Henriques.
Por lo que se refiere al círculo de escultura toresana del siglo XVI, ‘Yacens’ recoge dos piezas firmadas por Juan Ducete Díez y que se conservan habitualmente en la iglesia de la Santísima Trinidad y en la del Santo Sepulcro, en Toro.
La figura de Francisco Fermín, discípulo y colaborador de Gregorio Fernández, está representada por la imagen titular de la Hermandad, una escultura en madera tallada y policromada realizada hacia 1636.
Además, puede verse el yacente realizado en la primera década del siglo XVII por Juan Ducete y que se conserva en el Monasterio de Sancti Spiritus el Real, en Toro; el firmado en 1959 por Tomás Nogueira para la Cofradía del Santo Entierro de Toro; el hecho en 1997 por Ricardo Flecha para la Cofradía de Nuestra Madre de las Angustias, y la obra, en 2002, de Luis Álvarez para la Real Cofradía del Santo Entierro.
Entre los trece yacentes, los únicos modelados son el de la iglesia del Santo Sepulcro de Toro, hecho en papelón y lino policromado, y el de Flecha, realizado en resina de poliéster.
Crucifijos
En cuanto a los crucifijos articulados, Rivera de las Heras habló de las representaciones, por influencia del teatro de los misterios, de los últimos momentos de Jesucristo en la curz y su posterior entierro. “En época moderna, eso pasó a hacerse con imágenes. Nuestros antepasados encargaron, sobre todo en el XVII y XVIII, imágenes que pudieran desenclavarse y colocarlas en una urna”, señaló. “Algunos cristos medievales se modificaron fracturando los hombros para hacerlos rotatorios”, agregó.
En este apartado, la exposición incluye piezas tan emblemáticas como el crucifijo de Bercianos de Aliste, de 1691, colocado de forma destacada con el sudario “para poder imaginar la ceremonia del descendimiento”, y el que se encuentra en la iglesia de la Santísima Trinidad, en Toro, datado del siglo XIII.
Además, pueden contemplarse los crucifijos del siglo XVII de la iglesia de la Asunción, de Fermoselle, y el de Villalba de la Lampreana, y, del siglo XVIII, los de Almeida de Sayago, Corrales del Vino, Fuentes de Ropel, Fuentesaúco, Villafáfila y Tábara, en este último caso, con la peculiaridad de tener articulados los brazos y la cabeza, con cuero tapando las articulaciones y el paño de pureza.
“Aunque sean yacentes, gozan de buena salud”, dijo Rivera de las Heras con buen humor, en referencia al magnífico estado de conservación de las imágenes, buena parte de las cuales han sido restauradas. “Hay una concienciación creciente de que hay que conservar el patrimonio por parte de los propietarios, a los que agradezco su disponibilidad para ceder temporalmente las obras, tanto parroquias como comunidades religiosas y cofradías. Cada vez crecen más las peticiones para restauraciones”, apuntó.
La exposición, cuenta con la colaboración del Obispado de Zamora, “sin el que no habría sido posible”, según reconoció el Hermano Mayor de la Penitente Hermandad, Dionisio Alba, así como de la Delegación de Patrimonio y de su responsable y comisario, José Ángel Rivera, y de las cofradías y parroquias rurales que custodian durante todo el año las imágenes presentadas.
“Hemos puesto el esfuerzo pero el responsable de todo ello es José Ángel Rivera, quien conocer todos los detalles de estas joyas que se guardan en las diócesis de Zamora y Astorga”, Hermano Mayor de la Hermandad, Dionisio Alba. “Espero que la contemplación de estas sagradas imágenes logre despertar en todos nosotros el mismo sentimiento que consiguió mover a aquel grupo de jóvenes, en 1941, para vencer todas las dificultades de fundar una cofradía que ya es parte esencial de nuestra Semana Santa y de nuestra propia historia personal y de fe”, concluyó.