Los últimos días el país entero vive con el corazón en un puño por el rescate de un niño de dos años que presuntamente se cayó a un pozo el domingo 13 de enero, en el que es el pueblo más famoso de España ahora mismo por la tragedia, Totalán (Málaga). No se habla de otra cosa en los informativos, las tertulias políticas ni los magazines televisivos. Hasta los digitales han minutado cada paso que se ha dado en el rescate del pequeño y la investigación de lo sucedido.
En este tiempo, la sociedad se ha hartado de ver héroes en un oasis para calmar su sed de morbo acentuada por la gran mayoría de medios, hasta el punto de que más de uno ha podido tener la sensación de haber viajado al pasado, hasta los años 90, y revivir el caso de las niñas de Alcassèr en ‘Esta noche cruzamos el Mississippi’.
Se han ido traspasando todas las barreras de lo ético y moral. En el todo vale por la audiencia se ha estado vendiendo por fascículos el drama de una familia que ya había perdido a otro hijo también de corta edad hace un tiempo, se ha cuestionado por qué estaba el niño en el campo donde está el pozo, que con quién, si el pozo era legal o no, cuántos metros había caído si es que realmente está en ese pozo, y a partir de ahí se ha ido creando ‘el milagro nacional’. Que si ha quedado atrapado en el fondo del hoyo, cubierto por un tapón de tierra y piedras, pero podría haber quedado oxígeno suficiente para que aguante unos días… y ya lleva diez.
El delirio medios-sociedad ha llegado hasta tal punto que ese esperado milagro nacional es irrebatible, incuestionable. ‘El niño está sano y salvo’, ‘hay que tener fe’ de que se va a obrar tal milagro y se ha silenciado y criticado cualquier argumento que plantée otra opción. Lo más paradójico es que los héroes de esta historia van a ser mineros, los eternos negados por el Estado.
Las prisas en el rescate, aumentadas por esta presión social, podrían haber causado más de una fatalidad añadida a la ya desaparición del pequeño. Quizá también por ellas han ido multiplicándose los problemas, derivados de errores, para llegar al punto exacto donde se encuentra el niño. Por eso ya no se fijarán más plazos para devolverselo a su familia, porque no se ha cumplido ninguno hasta el momento, mientras el tiempo sigue corriendo en contra.