Es curioso e incluso sorprendente la vehemencia con la que muchas personas defienden la que llaman la verdad, incluso en asuntos tan discutibles como el fútbol o la política. Quizá no estaría de más recordar que incluso la Historia de La Ciencia es en buena medida la historia de las rectificaciones. Rectificar es de sabios, se dice por ello y considero que con bastante fundamento. A simple modo de ejemplo veremos tres casos de rotundos errores. Son inherentes a la cuestión del giro de La Tierra, a sus medidas y a la disposición de las estrellas. Los tres son citados por I. Asimov en su libro “Nueva guía de la ciencia” ( año 1993).
Hace mas de 20 siglos el sabio de la Antigua Grecia, llamado Aristarco de Samos, tras una serie de observaciones realmente asombrosas, llegó a la conclusión de que el Sol era por lo menos 7 veces más grande que La Tierra y que por tanto, lo lógico era suponer que era nuestro planeta quien estaba girando en torno al Sol y no a la inversa. De ser cierto esto lo lógico sería suponer que ese giro aparente del Sol día tras día, es debido a que La Tierra está girando sobre si, (como una noria). Sin embargo sabios posteriores rechazaron esta idea. Supongo que porque a simple vista, la evidencia y la experiencia cotidiana sugieren justamente lo contrario, salvo que se considere la idea de la noria. En cualquier caso durante más de 15 siglos la Humanidad ( al menos la que llamamos cultura Occidental) persistió en el error y en la creencia de que es el Sol el que gira en torno a la Tierra,… hasta que Nicolas Copérnico empezó a cuestionar firmemente tan vieja idea. Las implicaciones que esta equivocada idea tuvieron desde el punto de vista religioso y filosófico fueron sin duda notorias, pero no voy a entrar en el análisis de este tipo.
Por lo que a las medidas de La Tierra respecta Eratóstenes calculó que su diámetro era de unos 40.000 Km., pero otro sabio posterior Posidonio de Apamea calculó que eran sólo uno 29.000 Km. No es extraño que hubiese esas discrepancias si tenemos en cuenta los medios técnicos de hace muchos siglos. El propio Asimov dice que el dato obtenido por Eratóstenes y que es mucho más correcto que el de Posidonio se logró,… “quizá por casualidad”. Para entenderlo sólo hay que tener en cuenta las circunstancias y sobre todo los medios técnicos de hace más de 20 siglos. La cifra de los 29.000 kilómetros (aproximados) fue la que Colón aceptó como la más verdadera y señala Asimov, que si hubiese pensado que la correcta era la de Eratóstenes, quizá no habría emprendido ese viaje que cambiaría la Historia de La Humanidad. La Historia como la vida misma está a menudo regida, por lo que parece, por la casualidad.
En esta misma línea de conocidos errores, cometidos por personas célebres como pensadores, estudiosos o investigadores citaré otros más. En el siglo XV, Nicolás de Cusa al observar las estrellas sugirió que eran soles y no puntos de luz fijos en una bóveda, como si fuesen piedras engarzadas o pegadas en la misma, que era lo que sus contemporáneos (e incluso algunos hoy día) suponen. Nicolas de Cusa supuso que si se veían como simples y diminutos puntos de luz, era debido a las enormes distancias a las que se encuentran de la Tierra. Su punto de vista tampoco fue aceptado. Hubo que esperar (por lo que yo conozco) al siglo XVIII, para empezar a considerar que las estrellas no estaban fijas en una bóveda si no que se movían “como abejas en un enjambre”, según señala Asimov.
A todo lo expuesto yo añadiría, de mi propia cosecha, que hay además que tener en cuenta al menos tres circunstancias que a menudo parece pasar desapercibidas. Una que el lenguaje que habitualmente empleamos a menudo es ambiguo y da lugar a malentendidos y a confusiones. Otro fenómeno habitual es que el conocimiento de la realidad no siempre es el suficiente para opinar de la misma sin posibilidad de errar. No es lo mismo el conocimiento adquirido de una ciudad, por ejemplo, en unas horas de visita a la misma, que viviendo en la misma y recorriéndola palmo a palmo durante años. Por ultimo hay que ser conscientes de que la realidad a menudo presenta matices o facetas más o menos diferentes y por ello los límites entre la razón y la sinrazón, no siempre están bien definidos.
Estimo incluso oportuno indicar que recuerdo como un antiguo compañero de trabajo, que era ingeniero, me dijo que en el campo de la ingeniería se trabajaba siempre con “aproximaciones a la realidad”. Estoy convencido de que así es en efecto. Una obra, un terreno o cualquier otra realidad del mundo la podemos intentar definir con números, pero siempre son aproximaciones a la realidad, que eso si deben ser suficientemente aproximadas para los fines que en cada momento se persigue. Hay errores o inexactitudes perfectamente tolerables y asumibles y otros que no. Esta es la cuestión.
La conclusión de todo esto podría ser que hay que analizar la realidad con cuidado y con tesón,…pero siempre teniendo en cuenta aquello de que equivocarse es algo habitual. Yo reviso a conciencia mis artículos, quizá los reviso demasiado y sin embargo no tengo la garantía absoluta de la pese a todo haya algún error en los mismos. Otro asunto es que cada cual decida creer, por los motivos que sea, sin más una supuesta realidad y se limite a buscar razones para apoyar esa creencia. Casi siempre se encuentran. Esto sucede muy a menudo en el campo de las ideologías políticas y religiosas.
La imagen que adjunto (tomada de Wikipedia) es una célebre frase que pronunció-según se afirma- Séneca.
Bembibre, 21 de diciembre de 2020
Rogelio Meléndez Tercero