“Los sueños se hacen realidad, aquí hay dos ejemplos”

Pablo y Sara cuentan en esta entrevista las particularidades del proceso de selección y las oportunidades que ofrece el espacio para hacer ciencia y mejorar la sociedad
Pablo Álvarez y Sara García, la nueva generación de astronautas españoles de la ESA, en el Ministerio de Ciencia e Innovación. / Alejandro Muñoz

Agencia SINC / El 23 de noviembre de 2022, las vidas de los leoneses Pablo Álvarez y Sara García cambiaron para siempre. El ingeniero de Airbus y la investigadora en cáncer del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) fueron presentados en París como dos de los 17 nuevos astronautas de la Agencia Espacial Europea (ESA). Hasta ahora el único español seleccionado para el cuerpo europeo de astronautas era Pedro Duque, hace ya 30 años. Desde entonces, solo ha habido otras dos convocatorias, una en 1998 y otra en 2008.

Para ser astronauta no se puede estudiar una carrera específica. El duro proceso de selección estaba tradicionalmente orientado a pilotos e ingenieros. Sin embargo, en esta última convocatoria, la ESA ha abierto el proceso a otras disciplinas y, por primera vez, ha incluido a un astronauta con discapacidad.

Pablo y Sara, los nuevos astronautas españoles, son de León, pero no se conocían. Se llevan 17 días, aunque no nacieron en el mismo año: en 1988 y 1989, respectivamente. Entre ellos hay cariño y camaradería. Son de los pocos elegidos en un proceso con más de 22.000 aspirantes.

¿Cómo os interesasteis por ser astronautas?

Pablo Álvarez – Es un sueño que todos los niños tienen alguna vez, pero luego sigues tu camino, tu formación para hacerte ingeniero o científica y realmente no te lo planteas como una opción real, ni siquiera en el momento en el que echas el currículum para esto. En el momento en el que ves la oferta dices bueno, vamos a echar el resto aquí, que este tren pasa una vez.

Sara García – Sí, mi caso ha sido muy similar. De pequeña fantaseé con ello, pero nunca me lo planteé en serio. A raíz de ver la oferta y de analizarla desde una perspectiva adulta y madura dices, bueno, el trabajo me interesa y tengo un perfil que se adapta bastante bien a lo que ellos están buscando. Vamos a intentarlo, las posibilidades son muy bajas, pero el camino puede ser interesante.

¿Cómo os enterasteis de que habíais sido seleccionados?

P. Á. – Con una llamada del director general de la de la Agencia Espacial Europea [Josef Aschbacher], que nos invitó a París.

¿Y cómo reaccionas ante algo así? ¿A quién se lo cuentas primero?

S. G. – Nos lo contamos entre nosotros. Hicimos un pequeño pacto interno, entre los dos, de que nos lo contaríamos, para que, si uno de los dos no recibía la llamada, no tuviese esa agonía de saber si habíamos llegado hasta el final o no.

¿Ya os conocíais del proceso de selección? ¿Había más españoles?

S. G. – Sí. Nos presentamos unos 1.300-1.500 españoles, de los cuales pasamos el primer screening unos 80 y fuimos invitados a la primera fase en Hamburgo (Alemania). Entre ellos, hay gente con unos perfilazos increíbles y creamos un grupo de WhatsApp que sigue muy activo. De hecho, aunque fueron pasando las fases y quedaba menos gente seleccionada, está más activo que nunca y han surgido colaboraciones interesantes que a lo mejor se profesionalizan.

¿Qué pasará con vuestros trabajos?

P. Á. – El mío [en Airbus] lo voy a dejar antes de empezar el entrenamiento, el 1 de abril. Tras el anuncio, fui al trabajo y ha sido una locura, pero bueno, espero que sea el boom de los primeros días. Se lo han tomado muy bien.

S. G. – Yo voy a compaginar las dos cosas. De momento voy a seguir con mi investigación en el CNIO y con mis estudiantes. Estoy liderando un proyecto de descubrimiento de nuevos fármacos. Voy a continuar con ello y, al mismo tiempo, realizar las labores que tengo que hacer para la ESA: las obligaciones de mantener mi certificado médico, la formación, más todos los servicios de consultoría –que serán de manera puntual– o las tareas o misiones que me puedan asignar en determinado momento. Si surge una oportunidad de vuelo, sí que tendría que pedirme una excedencia o dejarlo temporalmente para recibir la formación y por supuesto, ejecutar la misión. Pero hasta entonces puedo compaginar los dos trabajos.

¿Con qué antelación te avisarían si surge una oportunidad?

S. G. – La verdad es que no lo sé. Imagino que se empezarán a oír rumores o a discutir con mucha antelación antes de que oficialmente se asigne la misión. Ya estaría sobre aviso. Esto funciona a años vista.

¿Te da pena el hecho de haber entrado en la reserva, en lugar de ser astronauta titular como Pablo?

S. G. – Lo tomo como un éxito. Somos la promoción del 2022. El director general dejó claro que todos y cada uno de nosotros podríamos ser astronautas. Lo que no hay son oportunidades de vuelo para 17 personas. Entonces, no quiero ver el lado negativo. Para mí es maravilloso haber llegado hasta aquí. Soy muy optimista, con una oportunidad de vuelo en un futuro, pero incluso aunque no surja, no me arrepentiría ni un solo segundo de todo lo que se abre ahora y de darle un buen uso a estar en la reserva: aprovechar los contactos, la capacidad de divulgación… Hay un futuro muy bonito y muy prometedor. No me duele. Estoy tremendamente feliz.

Pablo, ¿cuáles son las fases que tienes ahora por delante? Si todo fuera bien, ¿cuánto puedes tardar en ir al espacio?

P. Á. – Mínimo cuatro años, pero bueno, eso sería ser tremendamente afortunado. Ahora tengo un año de entrenamiento básico, para que todos adquiramos la misma base que se necesita para la siguiente fase del entrenamiento, que ya se realiza en Estados Unidos, Japón, Canadá… en cada uno de los países que contribuyen a la Estación Espacial Internacional (ISS) con módulos. Luego, una vez que acabas este entrenamiento de dos años, esperas la asignación de tu primera misión.

Mientras tanto, haces otras labores para la ESA, manteniendo tu certificado de astronauta y esperando la asignación. Luego son dos años de entrenamiento específico para una misión, donde ya preparas los experimentos que vas a realizar o las tareas más específicas: si vas a instalar algo, si vas a hacer actividades extravehiculares… Al final ensayas todo mucho para estar lo más preparado posible. Cada minuto que estás en el espacio hay que aprovecharlo al máximo.

En este proceso de entrenamiento, ¿qué es lo que más te apetece?

P. Á. – Tengo ganas de los ejercicios de supervivencia, quizás por la parte desconocida y de aventura. No lo he hecho nunca y tengo muchas ganas.

Se ha comentado mucho que hace 30 años que no hay un astronauta español, ¿lo que se demanda hoy de un astronauta es muy diferente a lo de hace tres décadas?

P. Á. – Bueno, Pedro Duque voló posteriormente, pero es cierto que le seleccionaron en el 92. Él nos ha estado comentando un poco su proceso de selección, que fue un poco distinto. Primero se hizo un filtro aquí en España y luego se enviaron candidatos. Creo que a él sí le torturaron un poquito más. Nuestro proceso de selección ha sido diferente. Las pruebas médicas no son lo que todo el mundo se imagina de la centrifugadora, de que te meten en un sitio muy pequeño para ver si aguantas la claustrofobia. No ha habido nada de eso.

S. G. – Se ha abierto más el perfil de carreras que pueden buscar. Antes estaba muy limitado a pilotos, luego se abrió a ingenieros y ahora se buscan científicos en general. Aquí hay una. Se ha profundizado mucho más en el perfil psicológico que en las capacidades físicas o intelectuales –que obviamente las debes tener– pero es más un perfil psicológico, porque las misiones son de más larga duración. Te suelen mandar seis meses y es una tripulación muy pequeña, que tiene que convivir en un espacio reducido muchos meses, y hay que hacer que funcione.

¿Qué ha sido lo más duro del proceso de selección?

S. G. – Aguantar todo el proceso, 18 meses con los tiempos de espera, con la incertidumbre de cómo va a ser la siguiente fase, porque no tienes ni idea. Nosotros somos personas que intentan prepararse para cualquier escenario y llevar los deberes hechos y ahí no puedes hacerlo. La incertidumbre y los nervios durante 18 meses son, en sí, un reto. Luego ha habido fases más duras. Para mí, la más complicada fue la primera, los test de inteligencia en Hamburgo. Me parecieron bastante complejos y fue un día muy intenso, con 11 horas de exámenes.

Nueva promoción de astronautas de la Agencia Espacial Europea, en la que están incluidos Pablo Álvarez y Sara García. / ESA – P. Sebirot

Y ahora, ¿cómo lleváis la presión mediática?

S. G. – Bien. Las entrevistas están siendo muy amables y la gente que nos estamos encontrando está muy ilusionada con que haya dos astronautas españoles después de 30 años. Ver esas sonrisas, esa ilusión y esa amabilidad, compensa con creces todo. Somos dos personas un poco privadas que tampoco se exponen mucho, pero al menos para mí está siendo bonito. Todavía no me paran por la calle. Si nos haces la misma pregunta dentro de un par de semanas, a lo mejor contestamos otra cosa.

P. Á. – A mí, en la fábrica, en Getafe, con todo ese entorno aeroespacial, sí que me han parado un poquito. Pero bueno, venían todos con una sonrisa de oreja a oreja y muy cautos.

¿En qué consiste ser astronauta?

S. G. – Son múltiples labores. Si nos centramos en lo que todo el mundo conoce, en un vuelo espacial, en el caso de la ISS tendrías que desarrollar los propios experimentos científicos que se han asignado a la misión, técnicas que se usarían en cualquier otro laboratorio científico de la Tierra, pero en microgravedad. Esto incluye el mantenimiento de todos los equipos que hay a bordo de la estación espacial para mantenerlos operativos, actividades extravehiculares para arreglar o instalar nuevas piezas de tecnología fuera de la propia nave, mantener la integridad y la seguridad… Todo esto como parte de la misión.

Luego, desde la Tierra, hay muchas otras actividades. Desde dar soporte a las misiones que ya están en el espacio, labores de divulgación, entrenamiento continuo…, porque el entrenamiento de un astronauta es lo más exhaustivo y largo que probablemente exista, y esa formación y actualización también es continua.

P. Á. – No todas las actividades son tan ‘glamurosas’. Nos toca hacer absolutamente de todo, pasar la aspiradora los fines de semana en la Estación Espacial Internacional también les toca a los astronautas.

¿Cuáles son las tareas que más ilusión os haría realizar si conseguís llegar al espacio?

P. Á. – Pues mira, tengo un amigo que se llama Miguel, con el que trabajé en el programa ExoMars, que ahora ejerce en la ESA como ‘contractor’ y lleva varios proyectos que van a desarrollar astronautas en la estación espacial. Algunos relacionados con el crecimiento de plantas, otros con renacuajos… que por cierto se usan muy poco. Hay un límite ético al uso de animales en la ISS y no se hacen barbaridades como hace años, que se llegaron a volar primates y perritos. Me haría mucha ilusión trabajar en un proyecto preparado por mi amigo.

S. G. – Para mí, como científica que lleva diez años trabajando en laboratorios, sería un sueño poder trabajar en el Laboratorio Espacial Columbus y desarrollar experimentos en microgravedad para contribuir a los proyectos científicos. Y luego, en los ratos libres, poder ver la Tierra a través de la cúpula… eso es impagable.

¿Qué tipo de experimentos científicos están programados?

S. G. – Se ha establecido una especie de hoja de ruta sobre distintos ámbitos científicos en los que se quiere profundizar hasta que la Estación Espacial Internacional deje de ser operativa y, si no me equivoco, hay unas diez líneas de acción de aquí a 2030 que tocan desde temas de salud y de biomedicina hasta ciencia de materiales. Es un documento de más de 100 páginas. Es impresionante la cantidad de proyectos científicos que se van a desarrollar ahí.

Hay muy buenas ideas, diseñadas desde la Tierra. Por ejemplo, investigaciones sobre cómo, en condiciones de microgravedad, responde el cerebro a un trauma, o relacionadas con el envejecimiento prematuro, por el tipo de daño que sufre la estructura ósea y muscular de los astronautas.

Más allá de la formación técnica, ¿qué cualidades personales debe tener un astronauta?

P. Á. – Creo que una actitud positiva ante todo. Ser muy adaptable, estar preparado para cualquier problema que te pueda surgir.

S. G. – Tener mucha empatía para poder trabajar bien en equipo. Estas misiones son de un grupo de personas, no de una individual, y tienes que vivir con ellas. Esto implica que en algún momento tendrás que tomar el liderazgo, pero que también vas a tener que seguir a un líder y funcionar igual de bien en ambos roles. Tener mucha resiliencia también, porque es duro y hay mucho que aguantar.

Y entre las 22.000 candidaturas, ¿por qué Sara y Pablo? ¿Con qué cualidades os identificáis?

P. Á. – Voy a decir las de Sara. Es una profesional como la copa de un pino. No la he visto flaquear jamás y tiene una energía tremenda. Viniendo de un sector completamente distinto, en muchos temas sabe muchísimo. Me da mil vueltas en muchas cosas, es tremenda.

S. G. – Pues digo yo las de Pablo. Una de las cosas que más me ha sorprendido de él es la calma y el optimismo extremo que siempre ha demostrado en todas y cada una de las fases. Nunca pierde la compostura, nunca pierde esa sonrisa auténtica y de buenísima persona que es. Tener un compañero así es oro puro. Y aparte, lo que sabe de esto, lo que ama este sector y la pasión que siente por el espacio, por la investigación… incluso por la ESA. Ya era bastante friki de la Agencia Espacial Europea antes de todo esto. Tenemos el mejor astronauta que podíamos soñar.

P. Á. – Y la mejor.

Sara García y Pablo Álvarez. / Alejandro Muñoz

Es la primera vez que la ESA permite que se presenten candidatos con discapacidades a la selección de astronautas. ¿Cómo lo valoráis?

P. Á. – El espacio es el futuro para la raza humana y no nos podemos permitir dejar atrás a un porcentaje o segmento tan grande de la población como las personas con discapacidad. Los viajes al espacio se están haciendo cada vez más comunes y es normal que al final todos, independientemente de nuestras características físicas, podamos tener la posibilidad de viajar al espacio en el futuro. Ahora mismo es muy complicado, por temas medioambientales, por el coste asociado, porque falta tecnología para que sea más barato… Pero en un futuro todos podremos disfrutar de eso.

S. G. – La Agencia Espacial Europea está haciendo un esfuerzo muy grande por asegurar la inclusividad a todos los niveles: de género, de capacidades diferentes, de países… Que haya igualdad de oportunidades, porque el espacio es de todos y para todos. Eso tiene que verse reflejado también en los iconos del espacio, que serían los astronautas. Tienen que ser un reflejo de esa inclusividad.

Sara, ¿qué supone para ti ser la primera mujer española seleccionada como astronauta?

S. G. – Es un orgullo inmenso y mucha responsabilidad, sabiendo que te conviertes de alguna manera en un modelo para inspirar a las niñas del futuro. Desde la mayor humildad y desde el honor que siento de haber llegado hasta aquí, intentaré hacer todo lo que esté en mi mano por ser una buena embajadora de la ESA y para animar a las niñas, divulgar las maravillas del espacio, de la ciencia y de todo lo que puede contribuir a nuestra sociedad. También para convencerlas de que no hay límites y de que pueden conseguir todo lo que se propongan.

¿A quién os gustaría inspirar el día de mañana como referentes que ya sois?

P. Á. – A todos los niños.

S. G. – Yo creo que tenemos debilidad porque los niños persigan sus sueños y no se pongan barreras, que luchen por lo que les motive y les haga felices. Porque se puede conseguir. Los sueños se pueden hacer realidad, aunque suene romántico o ingenuo, aquí hay dos ejemplos. Si nosotros servimos para inspirar al resto de niños y niñas a que se animen a perseguir carreras de ciencia, si eso es lo que les gusta, será un logro. Será un exitazo por nuestra parte.

¿Qué le diríais a alguien que quiere ser astronauta?

S. G. – Que se prepare hasta donde pueda, en el sentido de lo que el puesto implica. Es decir, una carrera de ciencia, máster, tres años de experiencia, que aprenda idiomas –porque el inglés es necesario y un segundo se valora positivamente–, que sea una persona sana, activa, y a partir de ahí, haz lo que te motive y anímate a explorar. Ese es el espíritu de los astronautas. Todas y cada una de tus experiencias pueden hacer que al final estés aquí y que lo consigas. Las decisiones que hemos tomado en nuestra vida no estaban enfocadas a lograr ser astronauta y al final han ayudado a ello.

P. Á. – Hay una cosa que tienen todos, que es que hacen muchísimas cosas. Desde pilotos de helicóptero, pilotos de globo, espeleólogos, gente que le encanta el alpinismo y que hace verdaderas barbaridades en la montaña… En general, gente muy activa, inquieta y aventurera.

Con relación al tema de la formación, vosotros que habéis estudiado en centros públicos, ¿cómo valoráis la educación pública que se ofrece en España?

P. Á. – Para mí, ha sido una educación excelente, desde primaria hasta que acabé la carrera. Por supuesto, no tenían todos los recursos que les gustaría y lo sé de buena mano, porque estuve hablando ayer con un profesor. La lucha que han hecho en mi Facultad de Ingeniería Industrial, en la Universidad de León, es increíble. Han conseguido llevarse a León un HAPS, un pseudo satélite, que es como un dirigible que hace las funciones de un satélite geoestacionario, pero que vuela mucho más bajo y no es como un satélite, que lo pierdes para siempre. Y lo están desarrollando en León, con el esfuerzo de mucha gente de allí. Si tuvieran más recursos, no sé lo que podrían hacer, porque es increíble ver lo que hacen con tan poco.

S. G. – Yo en mi caso, hablo por lo que me toca. Estudié Biotecnología en la Universidad de León y esto lo he dicho desde el día que me licencié en la carrera: siento que la formación que he recibido ha sido ejemplar, no tengo ninguna queja respecto a la formación, al menos en lo que yo conozco, que es esta carrera.

Creo que la universidad pública puede darte una educación de muchísima calidad y, en mi caso, si no hubiera sido porque es precisamente pública y me han financiado los estudios, ni siquiera habría podido estudiar. Entonces, para mí, poder ahora devolver algo a mi país y a esa inversión que se ha hecho al pagarme a mí los estudios, es un orgullo.

Entrevista a Pablo Álvarez y Sara García en el Ministerio de Ciencia e Innovación. / Alejandro Muñoz
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