Las SS fueron una de las mayores máquinas de represión del nazismo. Sus origines ya dejaban entrever que serían utilizadas para fines nada recomendables. Creadas para la protección personal de Hitler, terminaron convirtiéndose en un ejército paralelo al ejército tradicional alemán. Su fundador, el todopoderoso Himmler, pretendió que toda la élite de la Alemania Nazi tuviera su origen en esta denominada “Orden negra” denominada así por el color de sus uniformes.
Sus integrantes debían de ser puros arios y fervientes nazis, jurando fidelidad absoluta al Füher. En realidad, su fanatismo debía ser absoluto y para ello, Himmler diseñó un programa de iniciación y lavado de cerebro con el fin de desterrar toda idea contraria al nazismo en sus filas. Especial empeño puso este hombre oscuro y poco simpático, en hacer desaparecer todo vestigio de cristianismo entre los miembros de las SS.
Se implementaron ritos exclusivos de las SS como la sustitución de las ceremonias del bautismo y matrimonio cristiano por un acto donde el sacerdote era sustituido por un oficial de las SS. También se sustituyó la celebración de la Navidad por el solsticio de invierno que era un rito pagano de los antiguos germánicos. Las runas (anagrama exclusivo de las SS) sustituyeron a las cruces incluso en los entierros y cementerios. El objetivo final era sustituir el cristianismo por el paganismo.
Lo que le ocurrió a los nazis es que tras miles de años de cristianismo en Alemania les resultaba muy difícil erradicarlo de la genética de sus seguidores. Así, muchos fueron expulsados de este cuerpo de élite por no seguir las directrices en materia de religión dictadas por su comandante en jefe. A otros les costaba mucho renunciar al tradicional juramento del ejército alemán en el que indeleblemente aparecía la palabra Dios. Muchos reclutas no aceptaban sustituir el juramento a Dios por el juramento a Hitler.
El lema de los miembros de las SS era: “Mi honor es la lealtad”. Lealtad hacia el Füher, no hacia Alemania, sino a una Alemania exclusivamente nazi. Esto provocó no pocos enfrentamientos entre el alto mando del ejército alemán y los jerarcas nazis. De hecho, si los nazis hubieran ganado la guerra con mucha probabilidad el ejército hubiera sido sustituido definitivamente por las SS.
Pero como la vida está llena de contradicciones, en este ambiente anticristiano y fundamentalista se vieron envueltos seminaristas que mantuvieron su fe y fidelidad a su patria. Fue el caso de Gereon Goldmann. Iba para franciscano cuando lo reclutaron junto con sus compañeros de seminario. Entró a formar parte de las SS. No cabría esperar contradicción mayor, en apariencia. En su autobiografía explica como fueron captados y dada su preparación y ser hombres de palabra, los enrolaron en esta siniestra organización. Tras muchos infortunios y gracias a su valor personal, Gereon y otros seminaristas consiguieron jurar lealtad a Alemania según el juramento tradicional, aquel en el que aparecía la palabra Dios. Nunca juraron fidelidad al régimen nazi. Sirvió como operador de transmisiones. Consiguió escapar de la locura de Himmler consistente en dejar embarazadas a chicas alemanas en los Lebensborn (en la práctica granjas de niños)
Estuvo en el frente de combate y asistió religiosamente a todos los que se lo pedían. Hizo labor pastoral siempre que pudo. Dada su pertenencia a las SS, estuvo a punto de ser condenado a muerte por los aliados al final de la guerra. Le salvó su condición de sacerdote y los católicos de los ejércitos vencedores. Concluyó sus días como misionero en Japón.
Se puede afirmar que este hombre y sus compañeros seminaristas, fueron un pequeño tormento para las SS, no tanto desde el punto de vista operativo de la guerra, sino desde el plano intelectual y religioso. No todos los nazis habían perdido su credo cristiano. Esto fue aprovechado por Gereon para remover sus conciencias y hacerles ver que la verdadero pervive y solo merece la pena ser fiel a lo transcendente y a los principio de fe vividos de forma tradicional en la familia.
Como diría un gran torero: “Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible”. No puede ser sustituir un juramento a Dios por un juramento a un hombre, por muy poderoso que este sea. El intento de los nazis de erradicar el cristianismo de las familias alemanas fracasó estrepitosamente. No sólo porque perdieron la guerra, si no porque el cristianismo en Alemania estaba profundamente arraigado.