Astorga, detalle foto de “J. Laurent y Cía.”, 1870, BNE. Una de las fachadas del hospicio (edificio blanco con las tres buhardillas), cara a la muralla; las edificaciones ocupaban gran parte de la manzana, hasta la actual Matías Rodríguez, con un callejón central. |
El viajero inglés F.H. Deverell llega a Astorga un día de la primavera de 1883. Como tantos otros, a la hora de narrar su peripecia en la ciudad, recoge lo que le ha llamado la atención: las mantecadas, las murallas, la catedral y Pedro Mato, el ayuntamiento y los maragatos del reloj. Muestra un interés especial por conocer la casa que fue de una familia noble, los Moreno, pues en ella tuvo su centro de operaciones el general Sir John Moore en los últimos días de diciembre de 1808, para la estrategia de retirada de las tropas inglesas. Napoleón le venía pisando los talones y llegará a Astorga en las primeras horas de la noche del 1 de enero de 1809; se alojará en el viejo palacio del obispo. Fueron quizás las Navidades más terribles que los astorganos sufrieron en su historia, por el movimiento de tropas, inglesas, españolas, francesas, que fue obligado alojar. Dicho esto, Deverell se diferencia de los demás viajeros que por aquí pasaron en un hecho singular: la asistencia al entierro de una niña hospiciana. En 1883 el Hospicio se había ampliado en la parte de la calle del Arco (que empezaba en el mismo ayuntamiento, en la puerta principal); y dependía ya de la Diputación Provincial (el edificio se ampliaría y remodelaría ocupando todo el solar donde hoy se asienta la Biblioteca y la excavación de enfrente). El entierro ya tuvo lugar en el cementerio actual, antes de sus ampliaciones (hasta su apertura en 1835 existían los de las parroquias y el del Hospital de San Juan en Rectivía). Deverell, finalizado el entierro, dolorido, se acerca a ver el edificio donde habitaba la joven difunta; observa el letrero donde anuncia “Aquí se reciben niños expósitos” y se pregunta cuántos niños puede haber allí dentro. El Hospicio estaba regido por las Hermanas de la Caridad, y en 1909, según nuestro historiador don Matías R., acogía unos 90 niños y 70 niñas, no solo de Astorga sino de las poblaciones cercanas. Leer su relato (en Viajeros por León, de C. Casado y A. Carreira) duele e indica qué sociedad era aquella para la mujer y cuantos niños nacían fuera del matrimonio, pues muchos expósitos eran hijos de lo que como estigma llamaban “madre soltera”:
Al ver un cortejo fúnebre lo acompañé hasta el cementerio (el Campo Santo). Era el entierro de una pobre joven y lo seguían cerca de treinta muchachas. Junto a la tumba sacaron el cadáver del ataúd, y éste se reservó para futuros usos. Colocaron dos cuerdas bajo el cuerpo y lo bajaron a la fosa: dos rudos hombres empezaron entonces a echar paletadas de tierra. Le vi la cara, al caer el pañuelo que la cubría, pero volvieron a ponerlo en su lugar antes de que la tierra cayera sobre el cuerpo. No hubo allí ninguna ceremonia religiosa, si bien las chicas permanecieron alrededor repitiendo oraciones, de las que pude captar las palabras «Santa María». A continuación se alejaron un poco y estuvieron durante algún tiempo rezando alrededor de un rosal. Pregunté a uno de los sepultureros a quién estaban enterrando: me contestó de forma brusca que era una chica del hospicio. Eché luego un vistazo por fuera de este edificio. Se podía leer la inscripción “Aquí se reciben los niños expósitos”. Parece ser que había muchos jóvenes allí, aunque acaso no fueran todos incluseros. Se lo comenté a un hombre; me comentó aparentemente sin inmutarse: «no es poco». Todo este episodio fue bastante doloroso.
La casa-palacio de los Moreno, en la que se alojó Moore y que visita Deverell, es la que tiene dos cruces en el tejado, frente a Sancti Spiritus. En los años finales de los 60 o principios de los 70 donde se asentaba se abrió la nueva calle de Marino Amaya (que da a la oficina de empleo) y los dos bloques de casas laterales. En ella también se alojó Isabel II en su visita a Astorga y aparece en “La esfinge Maragata”. |