Enredados

He leído los más de once mil folios del sumario de la Operación Enredadera. Es una tarea de equipo, pero lo he hecho en solitario. No es fácil el lenguaje judicial ni la continua repetición de conceptos, términos y hechos. He intentado separar el grano de la paja y evitar los prejuicios. Así y todo he terminado asqueado y, sobre todo, decepcionado. Conozco a muchos de los protagonistas del sumario y a muchos cuyas conversaciones telefónicas han sido intervenidas por orden judicial. Y me siento profundamente decepcionando desde el respeto a la presunción de inocencia. Hay contenidos de esas conversaciones que pueden ser todo lo legal que se quiera, con el Código Penal en la mano, pero no son éticos. Ay, la ética y la ley. Y su relación. Absurdo debate que sólo puede utilizar como arma defensiva un político, claro. En democracia no puede haber leyes sin ética. La Ley no se puede coger con papel de fumar.

Mi decepción abarca a gran parte de la clase política, de la empresarial, de la funcionarial y, claro está, de la periodística leonesa. Esa decepción me ha hecho dudar sobre la conveniencia de mi vuelta a este espacio periodístico. Al final, aquí estoy. Por compromiso con mi trayectoria y con mi oficio, cuyos objetivos, entre otros, son opinar en libertad y fomentar el espíritu crítico de los lectores. Desgraciadamente, y en el sumario queda patente, algunos cargos directivos de medios de comunicación leoneses, sobre todo los de papel, se han convertido en meros conseguidores al servicio de editores que utilizan sus medios como arma de presión, instrumento de chantaje y de tráfico de influencias.  Y lo peor, es que la verdad se resiente. Porque una cosa es la línea editorial de cada medio y otra manipular los hechos. Sí, el periodismo hecho jirones. No me extraña que la profesión periodística sea la peor valorada por los ciudadanos sólo después de los políticos. Nos lo merecemos. Va a ser muy difícil recuperar la confianza de los lectores.

La lentitud de la Justicia dirimirá dentro de varios años la actuación de políticos, empresarios y funcionarios investigados en este enorme sumario. Los principales implicados en este sumario son acusados de conculcar hasta nueve artículos del Código Penal: inducción a la prevaricación administrativa,  fraude a la administración pública, inducción a la revelación de información privilegiada, inducción a la malversación de caudales públicos, tráfico de influencias, cohecho, cooperación a la falsedad documental por funcionario público, alteración del precio de concurso público y pertenencia a organización criminal. Todo un catálogo de delitos de guante blanco. No matan pero arruinan no sólo la economía sino la confianza en el sistema. De ahí la necesaria ejemplaridad.

Al final, la gran conclusión de la lectura del sumario es el absoluto desprecio con el que los implicados en estos presuntos delitos se refieren a los ciudadanos. No les importamos lo más mínimo. Sólo les interesa su avaricia y les da igual que sus contubernios mafiosos perjudiquen al ciudadano que paga religiosamente sus impuestos y que cumple con todas sus obligaciones fiscales, administrativas y, en definitiva, legales. Viven en una burbuja de impunidad que les convierte en seres amorales, incapaces de distinguir el bien del mal; sólo les interesa el dinero y cuánto más mejor, con independencia de los métodos para lograrlo. ¿Sólo dinero?, bueno, como instrumento para su gran objetivo: el poder. Y la prensa debería actuar como valladar, pero no; es más cómodo afrontar la crisis rindiendo armas y bagajes. Y si la prensa flaquea, la calidad de la democracia se resiente.

 

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