reportaje

Enfermeras de Astorga ejecutadas

Por su interés reproducimos este artículo en ABC de nuestro editor, Alejandro J. García Nistal, publicado el 11 del 11 de 2011 sobre las mártires de Somiedo

DICEN, los que más de esto saben, que si se aplica una simple regla estadística entre las atrocidades del bando nacional dividida entre los 38 años de duración de la Dictadura, su resultado sería un porcentaje de represariados muchísimo menos que los asesinatos y tropelías producidas por el bando republicano en tan sólo tres años y pico de Guerra Civil. O al revés, a Pío Moa, entre otros autores especializados, se le ha oído decir que el número de víctimas masacradas por el bando de la izquierda en cuatro años, multiplicado por diez para igualar el tiempo que duró el Antiguo Régimen, hubiese arrojado cifras que hablarían de otro Holocausto a la española en manos de la República si hubiese triunfado y durado el mismo tiempo. Cojan ustedes las cifras de sus fuentes favoritas y hagan números de ambas maneras.

Recientemente en Astorga se celebró un concurrido funeral en la Catedral con motivo del 75 aniversario de la ejecución de las tres enfermeras mártires de la localidad. Las sanitarias astorganas: Pilar Gullón Yturriaga, Octavia Iglesias Blanco y Olga Pérez-Monteserín Núñez, tenían 25, 41 y 23 años respectivamente. Formaban parte de Acción Católica y eran, al poco de empezar la contienda fraticida, voluntarias enfermeras de la Cruz Roja de Astorga. Gracias a datos conocidos estos días en Astorga por sus sobrinos, Javier y Manuel Gullón, a primeros de octubre de 1936 el comandante Berrocal, jefe del Puerto de la avanzadilla de Somiedo, solicitó a la Asamblea de la Cruz Roja de Astorga el envío de algunas enfermeras para atender a los enfermos y heridos que había en el cuartelillo. Al cabo de unas semanas las tres enfermeras aceptaron de buen grado continuar su trabajo en Asturias, como les rogó el comandante Berrocal. El martes 27 de octubre en un golpe de mano, el Ejército republicano se apoderó del Puerto y del hospitalillo.

 

«A los heridos de una forma rápida los mataron sin contemplaciones». A las chicas, oficiales y capellán los bajaron por un sendero de cabras desde el Puerto hasta Somiedo, encerrándolas a ellas en una vivienda dando carta blanca a los captores para que «hicieran lo que mejor les pareciera». Previamente habían matado a los oficiales y al capellán, a quien lo pasearon en un carro de bueyes que chirriaba toda la noche para que con su ruido por el pueblo no se oyeran las torturas y se mitigaran los gritos y gemidos de las tropelías que allí se estaban cometiendo. En la mañana del día 28 en un prado cercano al que fueron arrastradas, las ataron y les obligaron a gritar: «Viva Rusia» o morir.

Fueron pasadas por las armas de un pelotón de ejecución de mujeres milicianas. Pilar Gullón se dice, según, Manuel Gullón, presidente de la Fundación que postula su beatificación, fue rematada por un oficial exclamando moribunda: «¡Viva Dios!».

ABC

 

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