Josep Meliá cerraba hace treinta y cuatro años su crónica de la caída de Adolfo Suárez con un “Epílogo para españoles de centro” que recobra actualidad, ahora que en nombre de las nuevas generaciones algunos tienen
prisa en enterrar la Transición, como si todo lo obrado entonces fuera la causa de nuestros males presentes y no
hubiera otra salida que el sueño revolucionario, la ruptura o la independencia como fórmula global de solución. La sensación puede resultar real en este año electoral si los “moderados”, la mayoría silenciosa y a menudo silenciada, “la España de centro” decide permanecer callada, abrumada por la propia degeneración del sistema.
Sería contraproducente pensar que la oportunidad del verdadero centro político ha pasado ya en España. Meliá anotaba en caliente que Suárez dimitió como presidente para que esta oportunidad no se perdiera y para que el centro político no desnaturalizara sus señas de identidad. En cierto modo es lo que ocurrió tras la aventura del CDS, vencido Suárez en su segunda salida por Aznar, quien al frente del refundado PP reivindicó la herencia de UCD y acomodado luego en el poder demostró todo lo diestro que era…
Su intervención en la última convención del PP ha respondido a la derecha bronca que representa, para suplicio de Rajoy, cuyo posibilismo, pragmatismo y realismo acaba siendo reducido desde su partido a ausencia de principios y valores o al comportamiento de una derecha avergonzada.
La pregunta no es dónde está el PP sino ¿dónde está el centro? ¿Lo ha abandonado el PP o, quizá mejor, ha abandonado al PP? ¿Ha dejado de disputarlo definitivamente el PSOE, preocupado por igualarse a Podemos? Algo
parecido cabe plantear en Navarra respecto a UPN o PSN, ya que el PPN ha dejado de contar, y el nacionalismo parece imponerse a Podemos como polo de definición y atracción ideológica, hasta el punto de que esta última
fuerza podría renunciar a su marca estrella para añadirse al juego de bloques. Por otra parte, ¿implica Ciudadanos como fuerza ascendente en España una recuperación del centro? ¿Tendría futuro político en Navarra? Porque está claro que UPyD, no.
El centro político ha sido el amortiguador de las tensiones históricas entre las dos Españas. También puede serlo de las tensiones territoriales, conjugando sin prejuicios ni complejos la defensa de la pluralidad cultural y de los hechos diferenciales con la del orden constitucional y en su caso de la foralidad. Aún más en tiempos de crisis, el centro debe ser lugar de encuentro de las clases sociales, de las creencias e ideas, de las generaciones y de la experiencia vital de los hombres y mujeres que conforman la trama de una sociedad. Como sucedió con UCD y pasa hoy, el drama del
centro se precipita cuando los políticos, atraídos por la atmósfera del poder, pierden la sintonía con los ciudadanos para perseguir intereses de facción.
Meliá contempla el centro como “el punto en el que se cruzan la impaciencia de los que lo esperan todo del futuro y la carga de paciencia de los que todavía no han perdido las ilusiones ni han endurecido su corazón con descargas de egoísmo y desesperanza”.
Este es el valor del centro en la actual encrucijada, que esclarece también Meliá cuando apuntaba que “la oligarquía
económica o la minoría rectora de un proceso revolucionario pueden descansar sobre el mesianismo de una secta
de iluminados, a partir del férreo liderazgo de un puñado de condottieros”. Frente a quienes sólo aspiran a explotar la ira y el desencanto social para convertirse en simple élite de reemplazo, Podemos a la vanguardia, prometiendo lo
imposible, el centro tiene que apostar de nuevo por el cambio seguro y estable, demostrando su voluntad cierta de reformas profundas, si quiere ser expresión política de la nueva sociedad española, sensible a los problemas
de todos. La crisis y la recuperación no son un puro problema económico sino un drama ético y social que debe
golpear las conciencias de todos. No hay política de centro sin solidaridad ni sin preocupación efectiva por acortar las diferencias entre los que más y los que menos tienen.
Europa ha prosperado bajo idearios centristas. Sería triste que se verificase en España, una vez más, que la clase dirigente ha fallado, incapaz siquiera de reconocer sus errores, ni de transmitir si realmente creen en lo que dicen. Pero la regeneración política es responsabilidad también de los ciudadanos, más aún de aquellos que se consideran
adultos y bien informados, pero que raramente emergen en la vida pública, como suele suceder con quienes sustentan la idea del centro. “No hay nada definitivo escrito en el libro de los hados. Sucederá, pura
y simplemente, lo que nosotros propiciemos. Todavía es posible que triunfe la España de la moderación”, sigue Meliá. Oigan: ¿Dónde está el centro?
Juan María Sánchez-Prieto es profesor de Sociología en la Universidad Pública de Navarra
El valor del centro
El autor destaca la importancia que ha tenido el centro político para el progreso y como amortiguador de las dos Españas, y advierte del peligro que supone perderlo.
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