Jesús Calleja, quien conoce bien León y a los leoneses, aunque sólo sea por la repetición con la que tiene la oportunidad física de contemplarnos desde las alturas, es decir desde las nubes, donde no hay ruidos mediáticos ni ambientales, y desde donde se admira una panorámica general y de conjunto, consideraba ayer en el patio del Palacio de la Diputación, donde se le entregó con toda justicia y merecimiento la medalla de Oro de la Provincia, el consenso político reinante en torno a su figura. Es cierto, allí estaban sentados juntos, como una piña, los diputados provinciales de todos los partidos, incluido el ahora apartado y ex portavoz de Ciudadanos, imputado en el caso Enredadera. Pero estaban todos y Calleja lo vio, lo dijo y se felicitó por ello como un hecho excepcional y singular.
Y lo mismo sucedía apenas veinticuatro horas antes, en la procesión laica de las Cantaderas y posteriormente de los carros engalanados, en las que los concejales de la práctica totalidad de los partidos elevaban sus ánimos y ensanchaban sus almas en unidad y armonía al son de las notas del Himno a León. Es el milagro anual de san Froilán, capaz de amansar lobos, aunar voluntades y arrancar sonrisas hasta al más arisco de los concejales de la capital.
En ambos casos, como es natural, la otra procesión, la de verdad, la sincera e íntima, iba por dentro. Así son la mayoría de los políticos: sonrisa de profidén por fuera y alma maquiavélica por dentro. Más de uno de estos políticos se adelantaba a mediodía de ayer a felicitar al alcalde Silván por su casi segura nominación a la reelección por parte de su partido (Leonoticias dixit) mientras en su fuero interno estaría deseando que el caso Enredadera fuese a más y enredase judicialmente al alcalde por aquella vergonzosa e injustificable, pero no delictiva, conversación con el empresario Ulibarri (el impronunciable, PSOE dixit). Ay, al ética y la ley, dios mío. Si Aristóteles levantase la cabeza y comprobase lo poco que de verdad se ha adelantado en estos casi tres mil años a la hora de analizar la condición humana y la relación con la sociedad y, sobre todo, con el ejercicio del poder. Qué vamos a exigir en esta época de plagios, copias y cortas y pegas. La tecnología al servicio de la banalización, el mínimo esfuerzo, la vulgarización y la aniquilación del sentido crítico.
En este sentido, ahí está el Plan Estratégico de la ciudad de León, abortado no sólo por la falta de consenso político y social sino porque sobre él se han vertido serias acusaciones de plagio. Otra vez el corta y pega, la ley del mínimo esfuerzo y la contumacia en considerar aborregado y tonto al ciudadano leonés. ¿Hasta cuándo abusarán de nuestra paciencia? (Catilina dixit). Pregunta que nos hacemos desde hace dos mil años y que algún día dejará de hacerse para pasar a la acción.
Bueno, pero menos mal que aún hay gestos, eso sí los mínimos, que le devuelven a uno la confianza en la evolución del género humano y, sobre todo, de la inteligencia de las personas, como el que al mismo tiempo ha protagonizado la Universidad de León al contratar como eméritos a catedráticos ya jubilados, pero lúcidos, con el sentido crítico indemne y que aún tienen mucho que aportar al desarrollo del talento, como son los profesores Ordóñez, Ferri y Nafría. Es un lujo para los leoneses que estos tres profesores sigan impartiendo cátedra desde y para León en un ámbito universal.