El policía nacional jubilado acusado de matar a su mujer en Astorga asegura que el arma se disparó por accidente en un forcejeo

"Intenté suicidarme porque me asusté de haber matado a mi mujer, pero cambié de idea porque el vecino iba a quedar riéndose de todo", relata Antonio A.A.

“En primer lugar quería pedir perdón”. Estas fueron las palabras con las que comenzó su interrogatorio este lunes el ex policía nacional Ángel A.A., de 69 años en el momento de los hechos, acusado de matar a su mujer, María Isabel Alonso, de 62, el 24 de julio de 2018 en Astorga. Un testimonio en el que aseguró que el arma se disparó accidentalmente cuando forcejeaban tras quitarle el teléfono móvil para poder ver “con quién se estaba mensajeando a las 2:30 horas”.

Durante su relato ante preguntas de las partes en la Audiencia Provincial de León, el que fuera agente de la Policía Nacional relató que llevaban casados más de 40 años, en los que “nunca había habido ningún problema” hasta “un par de meses antes de los hechos”, a pesar de que “hacía 30 años ella cometió una infidelidad que no pude probar”.

Según el relato aportado por Ángel A.A., el día 23 de julio, al volver del pueblo a Astorga, su vecino, J.M.G., de 60 años entonces, estaba esperando en el portal. “Cuando subía a casa para dejar las cosas y al abrir la puerta escuché un beso pero no le di importancia porque si empiezo a pensar que se están morreando abajo me puedo volver loco”  apuntó.

Fue esa misma noche, cuando poco antes de la medianoche María Isabel “se fue a otra habitación porque yo roncaba mucho”. Sin embargo, sobre las dos de la madrugada, el acusado acudió al baño, “vi por la rendija de la puerta que tenía la luz de la mesita encendida y que se está mensajeando con alguien, así que empujé la puerta y le arrebaté el teléfono de la mano, porque no es muy normal estar escribiéndose con alguien y yo sospechaba que algo estaba pasando y que hablaba con alguien, quería ver con quién era y qué se decía”.

Sin embargo, la víctima trató de recuperar su móvil, ante lo que Ángel A.A. la empujó “fuertemente” en un forcejeo en el que se golpeó con los muebles. Según expuso el acusado, en ese momento, cogió su revólver, que siempre guardaba cargado, “porque no me dejaba ver los mensajes, aunque ya había visto con quién hablaba –su vecino, J.M.G.–, pero quería que ella cesara en la actitud de tirarse hacia mí”.

Ya con el arma en la mano, el acusado aseguró que empujó de nuevo a la víctima, que cayó al suelo y, tras volver a intentar arrebatar el móvil, “le empujé con más fuerza y se disparó el revólver”. Tras ver qué había ocurrido, expuso que se asustó, pero que “al ver que era mi mejor amigo quien me la estaba trajinando por detrás, entré en un estado de ofuscación, porque yo le consideraba mi mejor amigo y confidente”.

“Después intenté suicidarme, porque me asusté de haber matado a mi mujer, pero me cambió la idea porque el vecino iba a quedarse riendo de todo; si nos morimos los dos, él queda con su 50 por ciento de culpa por la relación que tenía con mi mujer, de la que los dos eran culpables al 50 por ciento”, detalló.

Fue en ese momento cuando decidió subir al piso de arriba, donde vivía J.M.G. “porque quería asustarle, pero no con la intención de matarle”. Una vez que este abrió la puerta, Ángel A.A. le preguntó “qué líos te traes tú con mi mujer”, así como “desde cuándo se follaba a mi mujer”, tras lo que “cuando saqué el revólver del mi bolsillo y le encañoné para meterle miedo; si hubiera querido matarle, cuando abrió la puerta le habría fulminado allí mismo”.

No obstante, según sostuvo en su declaración, “disparé de nuevo por accidente cuando él me agarró la mano”, de manera que “si hubiera querido dispararle no lo habría hecho solo una vez”. Tras el disparo, salió del cuarto la mujer de la víctima, a quien no recuerda si le dijo que mataría a su marido ni si aseguró que ya había matado a María Isabel. “No fui realmente consciente de que estaba muerta hasta que le pregunté a la médico de guardia cuando la Policía ya me bajaba del piso”, dijo.

En el momento en el que llegó la Policía, a quien llamaron los vecinos, a la vivienda de J.M.G., el acusado pidió a uno de los agentes, al que conocía, que bajase a su casa “para tapar a mi mujer que estaba desnuda”, aunque aseguró no recordar qué más dijo.

Separación

Según la declaración hecha este lunes por Ángel A.A. en la Audiencia Provincial de León, este sospechaba que su mujer, María Isabel Alonso, “tenía algo más que una amistad con un compañero de un coro parroquial”, ya que las relaciones sexuales entre ambos “habían cambiado”.

Ante una relación conyugal que “se había vuelto más controvertida”, Ángel A.A. se mudó a casa de su hija con la intención de separarse de su esposa, pero “volví porque en esos tres días tenía más 100 mensajes y 80 llamadas de ella y ella vino a hablar conmigo y me convenció con promesas de que iba a cambiar porque siempre estaba metiéndose conmigo y diciendo que qué pensaría la gente y los hijos si nos separábamos con nuestra edad, además yo no podía mantener dos casas”.

Así, “en cierto modo”, María Isabel Alonso y Ángel A.A. se habían “arreglado”, por lo que el acusado aseguró que “no iba a consentir que otro hombre estuviera con ella mientras lo estuviera yo”, algo que sospechaba que ocurría porque “ella se metía mucho conmigo, me insultaba mucho y las relaciones sexuales se empezaron a espaciar en el tiempo”.

“No decidí matarla nunca, yo quería a mi mujer, la sigo queriendo y mucho además; no la maté, sucedió así”, concluyó el policía nacional jubilado.

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