El palacio, 1914

palacio 1914, face

Las vicisitudes por las que pasó la construcción del Palacio fueron muchas, tras la desafortunada muerte del obispo Grau, admirador de Gaudí,  el 21 de septiembre de 1893. Otro obispo, Julián de Diego y Alcolea, que llegó a nuestra ciudad el 14 de febrero de 1905,  también con gran sensibilidad cultural, se propuso “rescatar” al arquitecto reusense (que había abandonado contra su voluntad la obra, al fallecer el obispo Grau); incluso se trasladó a Barcelona para convencerlo, pero no logró su objetivo. Encargará al arquitecto Guereta rematar el edificio, “a medio hacer”. Esta postal, que circuló hace ahora cien años  con total seguridad -así lo atestigua el remitente-, da una idea cabal del edificio recientemente rematado en su exterior, aún sin acondicionar el espacio que lo circunda. No finalizaron las vicisitudes para tan singular palacio o fortaleza: en 1936 los falangistas ocuparon sus dependencias,  y lo destinaron como sede de sus oficinas y de la brutal represión; asimismo,  causaron grandes destrozos en su interior.   El obispo Mérida  Pérez (lo fue de 1943 a 1955), en pleno franquismo, tuvo la nefasta idea de llevar a cabo la cerca de granito, con las consiguientes verjas de hierro;  contravenía así  la idea original, que no era otra que dejar el Palacio integrado en el entorno sin impedimento alguno para su disfrute.

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