No era lunes sino martes. Después de un largo puente que para él fue un acueducto, pues tenía que arreglar varios temas fuera de lo habitual. El coche oficial llegó a Zamora, sede del Consejo Consultivo de Castilla y León, donde se analizan las leyes, proposiciones, decretos y un sinfín de documentos que el Ejecutivo y el Legislativo ponen en marcha y allí, en esa moderna, vanguardista y artística sede un buen grupo de togados, asesores y expresidentes leen y estudian sus matices legales por si algo fallase en la maquinaria legislativa regional.
Esta vez sin apenas séquito, como un miembro más, pero con la categoría de ilustres y hasta excelentísimos servidores de lo público, de los demás, de la democracia que vivimos aunque del Mediterráneo nos lleguen amenazas y fuerzas troqueladoras de todo lo hecho hasta ahora en estos 41 años de Constitución, de paz y de concordia rota sólo por canallas pistoleros en el norte y grupos organizados antisociales por el este peninsular.
Jovial en los saludos y con un acompañante de excepción. Nada menos que el actual presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, Juan Vicente Herrera estrenó tarea, despacho y etapa en su vida profesional. Quizás ahora volverá a ser «Juanvi». El joven secretario de Economía y Hacienda con Bécquer y con el que departí como becario de este diario alguna que otra conversación telefónica y particular. Porque Valladolid es así. Si estás, entras en la rueda regional. Y si no, te costará tiempo, kilómetros y paciencia para hacer realidad el gentilicio de castellano y leonés.
Pero el presidente saliente tendrá en frente a la magnífica catedral de Zamora y a donde poder desplazarse en lo que se toman un café para pensar, reflexionar y hasta por qué no, rezar. Nos agrada ver que el sistema funciona, que las personas se respeten, que las cosas encajen. En tiempos de radicalismos populistas, de egos monclovitas es bueno comprobar que en nuestra Comunidad los ritmos y los tiempos se respetan.
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