El niño y el fuego

La penúltima “gracieta” del “camarada Txema” -mejor escrito así que suena más gudari- no fue la de echar toda la porquería posible sobre el empresario bañezano que iba a efectuar trabajos de jardinería al Ayuntamiento de Astorga. La presunta difamación, las verdades o mentiras a medias, ya saben, esas que insinúas pero como que no dices nada porque no tienes pruebas…Hasta el Comité de Empresa de los trabajadores municipales echaron las muelas por la falta de refuerzos en Jardinería. Cinco astorganos que no saldrán de la lista del desempleo y varias empresas de maquinarias que no verán alquiladas sus ídem por la actitud obstruccionista de IU. La última viene después.

Los ciudadanos de Astorga saben de sobra que comunistas en la Bimilenaria hay a lo sumo un par de centenares. Como aquellos de FN, reconvertida en asociación cultural, no se han enterado aún que el marxismo ha pasado a ser una corriente filosófica y no una alternativa política.

Sus votos entonces, dicho y demostrado está, pertenecen a un sector de la izquierda social astorgana, mucho más moderada y que, descontentos con el guirigay de la exalcaldesa y su fiel escudera, emigraron como protesta a Izquierda Unida.

El PSOE supo estar a la altura de la historia renunciando a un marxismo en el Congreso mítico de Suresnes, donde con mano inteligente y apoyo de la UGT, Felipe González “democratizó” y modernizó a la España del fin de siglo XX a un partido que vivía en su organigrama y en su ideario en los principios de la centuria. Tan solo renunciando un poco cada parte, nuestros padres llegaron a un consenso gracias al cual hemos disfrutado del mayor periodo de progreso y paz en España del que se tenga conocimiento.

Ese PSOE fue el de Juanjo Perandones. También está dicho y demostrado. Con más claros que oscuros a mi modesto entender. Al que una ciudad de marcado carácter tradicional supo ver en el joven profesor un soplo de aire fresco para la Casona. Con mucha mano izquierda los ya mitos de ciudad cuartelera y episcopal se tornaron hacia roles mucho más amables como población Bimilenaria, donde la historia es una afición común y el turismo receptor de personas y gentes nos concilia con el lema: Astorga Ruta y Camino que siempre hemos sido. Pero todo eso ya terminó. Es una etapa cerrada con su final un tanto ensombrecido por la situación interna que vive hoy la Agrupación socialista local que tiene que resolver un falso cierre de época “juanjista”.

iuastorga

Otra de las “gracias” del “camarada” Jáñez es la de esta captura de imagen de su perfil público en redes sociales que además han compartido sus compañeros de Grupo semanas atrás. ¿Qué podemos decir ante una imagen así?

Existe un estudio de un profesor universitario norteamericano que hace unos pocos años editó en forma de libro sobre los mayores genocidas en la historia. Gengis Kan era el primero, seguido de Stalin, Pol Pot, Hitler, Mao… Fíjense qué curioso, que entre los cinco asesinos mayores de la humanidad tres han sido comunistas. Pero el “padre” de éstos, padre político e ideológico, además del propio Marx, que no dejó de ser un teórico de economía y filosofía política, fue el sátrapa Lenin. El personaje al que los chicos de IU de Astorga veneran al parecer.

Hago mías las palabras de Fernando Díaz Villanueva…”Lo nocivo de Lenin sin dudarlo un segundo no se debe tanto al número de víctimas que su Gobierno se cobró –que fueron unas cuantas– como al régimen infame y criminal que diseñó e implantó por la fuerza, sin escatimar crueldades. Un sistema que pervivió setenta años y condenó a la esclavitud a varias generaciones de seres humanos; primero, rusos, luego de todas partes del mundo. Me refiero, naturalmente, al comunismo soviético, la mayor máquina de picar carne que ha conocido la especie humana en toda su historia.

Los izquierdistas, sabedores de que demasiadas cosas fallaron en aquel experimento sangriento, reducen el error al cuarto de siglo que gobernó Iósif Stalin, de ahí que se refieran con tanta pasión condenatoria al estalinismo, dejando el término leninismo –no digamos ya comunismo– para denominar a una noble ideología que aspiraba a emancipar a la clase trabajadora. El comunismo llegó, efectivamente, a su máxima expresión práctica durante los años de Stalin. Fue entonces cuando todo el marxismo teórico se pudo aplicar sin cortapisas en el mayor país de la Tierra, tomando a sus habitantes como cobayas. Pero Stalin, la gallina, no hubiese podido reinar sin Lenin, el huevo.

Pero Lenin escogió a Stalin. Lo hizo libremente y sin presiones. No hubo por medio golpe de estado alguno, ni excesivas intrigas palaciegas –que, por lo demás, poca mella hacían en la inquebrantable voluntad de Lenin–. De hecho, tanto Trotski como Bujarin mantuvieron más o menos intactas sus esferas de poder al morir Lenin. Pronto caerían en desgracia. Años después, ambos fueron liquidados por órdenes directas del georgiano; Trotski, en su exilio mexicano, y Bujarin durante la Gran Purga.

Que Lenin eligiese a Stalin y no a otros, en principio, nada significa. Pudo haberse equivocado o haber creído ver en su pupilo cualidades que luego resultó no tener. Hay incluso quien asegura que Lenin, moribundo, pidió que se apartase a Stalin del poder porque era muy brusco. Posible pero improbable. Esa brusquedad es la que le había hecho ascender hasta la cúpula del poder soviético, controlada férreamente por Lenin. En definitiva, el Líder apreciaba a Trotski, a Bujarin y a otros miembros del Comité Central, pero su favorito para regir los destinos de la Revolución era Stalin, porque de otro modo le hubiese sacado de la carrera sucesoria mucho antes.

Pero, poniéndonos en la tesis oficial, aun en el caso de que Lenin se hubiese equivocado o hubiera prevenido al Partido de la zafia ambición de Stalin, la herencia que dejó ya venía envenenada. No había otra opción que perpetuar la tiranía bolchevique. Al morir Lenin, la URSS era una autocracia mucho peor que la de los zares. Los poderes que asumió Stalin eran propios de un déspota oriental. Disponía a placer de la vida de todos y cada uno de los habitantes de la Unión Soviética. Y eso se lo debía exclusivamente a su padre político.

El terror, por ejemplo, que fue el santo y seña del stalinismo, fue cosa de Lenin, que lo aplicó sin remilgos en vida. Las frases “Debemos derribar cualquier resistencia con tal brutalidad que no se olvide durante décadas” y “Cuantos más representantes del clero y la burguesía reaccionaria ejecutemos, mejor” no fueron pronunciadas por Stalin, sino por Lenin, cuyo Gobierno –de sólo siete años– sumó tantos muertos como pudo, y de la manera más brutal posible.

El Gulag, la expresión más refinada del espíritu liberticida soviético, fue creación de Lenin. Su sucesor no hizo más que perfeccionarlo y expandirlo a todos los confines de la URSS mediante una extensa red de campos de trabajo esclavo perfectamente coordinada, a la que se dotó de una función económica.

Stalin patentó el término: Gulag; Lenin, la idea.

Dentro del Partido, arrasado por Stalin durante las purgas de los años 30, la omnipotencia del líder era también legado leniniano, que, no obstante, evitó en todo momento ostentar más cargos que el de presidente del Consejo de los Comisarios del Pueblo. Así, la posibilidad de ilegalizar facciones dentro del Partido fue aprobada a instancias de Lenin, decisión que permitió a Stalin moldear el PCUS a su antojo, eliminando a todos los que podían hacerle sombra. No es casual que la primera purga del Partido fuese llevada a cabo por Lenin tan pronto como en 1921.

En definitiva: Lenin instauró una dictadura personal sin la cual el stalinismo nunca hubiese sido posible. De lo que careció es de tiempo para ejercerla, porque murió prematuramente, con sólo 53 años. Cuenta Richard Pipes que, siendo Molotov ya muy mayor, le preguntaron quién de los dos –Lenin o Stalin– había sido más duro. El viejo político, que había servido a ambos, contestó sin dudarlo:

Lenin, por supuesto. Recuerdo cómo reprendía a Stalin por ser demasiado blando y liberal.

No seré yo quien le lleve la contraria.

José María Jáñez acostumbra en su Pravda astorgano a escribir poniendo a caldo a alguien sin conocerlo de nada. Vomita cual metralleta twits en reuniones donde se deliberan cosas que son, hasta que se acuerden, temas internos vulnerando cualquier mínima norma de buena educación y las formas. Adicto al móvil, al menos se le ve entregado a la tarea con su maquinita en los plenos. Creador de mil cien blogs que solo debe leer él y sus compadres. Establece una verborrea tan añeja y rancia que nos lleva a las historias del abuelo Cebolleta y de la Guerra. Y como líder o cerebro sabe poner de parapeto a una portavoz de cara amable que se lleve la responsabilidad si las cosas salen finalmente mal. ¿Cobardía?

Realmente, ¿ustedes imaginan qué podría pasar si dejamos las riendas de nuestra ciudad a personas así? Jugar a estar con Lenin arengando a los comisarios de los soviets, de las checas represivas y a los torturadores de media humanidad cuando eres un cargo público no es muy maduro. ¿Se imaginan a alguien de otro partido con Hitler; el escándalo -lógico- que montarían?

Necesitamos un oposición municipal seria y creíble, constructiva pero firme. Pero no creemos que venga del lado ultra, sino del moderado, esto es, del PSOE.

 

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Un comentario en “El niño y el fuego

  1. Este Jàñez,es un ablandabrevas màs de los que ejercen cargos pùblicos en Astorga y alrededores.Rojo de camisa hacia afuera y agarrategui,como otros de su caterva.

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