Cuadros es un pequeño municipio de la montaña leonesa. Desde hace varias legislaturas, los vecinos han encontrado un alcalde cercano, que ha dotado al municipio de múltiples obras y servicios y que tiene lo más importante que posee el ser humano: su nombre; en un concepto tremendamente respetado. Lo que se suele decir en términos bancarios, tener crédito. Si decimos que ese alcalde respetado y de nuevo votado aunque no fuese en las siglas de siempre, el Partido Popular, es Marcos Barazón, el asunto se nos antoja cuando menos sorprendente y curioso. ¿Cómo es posible que sean las mismas personas las que reflejan los medios de comunicación en el asunto del Caso Púnica y el alcalde de pueblo leonés?
«Marcos», como todo el mundo le llamamos, hasta los periodistas, siempre ha sido un tipo discreto, callado y tranquilo. Fue cobrando influencia e importancia a la sombra de la todopoderosa Isabel Carrasco, la mujer de los trece cargos que sin hombres como Marcos Barazón a su lado no hubiese podido durante tantos años mantener tanta carga de responsabilidad y concentración de poder. En el tramo final de la presidenta, cierto es que él era ya su número dos, su confidente y su apoyo. Es por ello, tras el shock del vil asesinato, que nadie se extrañase que Marcos fuese el presidente de la Diputación de León al igual que Eduardo Fernández, secretario general, se hiciera presidente en funciones del PP leonés.
Dos fueron los errores de Barazón. Uno, hacer caso al coro de compañeros que pretendían continuar con el modelo de partido-empresa instalado por Isabel cuando en el fondo lo que pretendían era seguir instalados en el poder sin dar la cara. Y dos, iniciarse en un mundo donde los juegos con tahúres charlatanes acaban por salpicarte. Ni carácter implacable, ni retorcida estrategia mafiosa casan con el imputado Marcos Barazón, el alcalde del apacible pueblo leonés.
Para ABC