El escritor Juan Pedro Aparicio afirma que el tratamiento a León en el mapa de las autonomías fue una “exageración de la política”

Aparicio celebró un encuentro en la ciudad para presentar la nueva edición de su libro de 1981, titulado más que con una descripción, con una declaración de intenciones en toda regla. Así consta en la tapa dura del mismo: Ensayo sobre las pugnas, heridas, capturas, expolios y desolaciones del viejo reino en el que se apunta la reivindicación leonesa de León

El escritor leonés Juan Pedro Aparicio manifestó en Astorga que el tratamiento dado a León en la confección del mapa autonómico español fue una “exageración política” del periodo de la Transición, cuando se consumó la unión del antiguo Reino con la mayoría de las provincias que constituyeron Castilla La Vieja  en la anterior estructura administrativa de España.

Aparicio celebró un encuentro en la capital maragata para presentar la nueva edición de su libro de 1981, titulado más que con una descripción, con una declaración de intenciones en toda regla. Así consta en la tapa dura del mismo: Ensayo sobre las pugnas, heridas, capturas, expolios y desolaciones del viejo reino en el que se apunta la reivindicación leonesa de León.

Reconoció el escritor que este libro, recién inaugurada la autonomía de Castilla y León,  fue escrito en un momento de efervescencia, que llegó a definir como un impulso abertzale, pues observé atónito que León quedaba fuera de la condición de comunidad autónoma. Pero matizó que hoy no lo hubiera escrito así, porque no me gusta el abertzalismo.

No obstante, el autor de La novela de Lot no ocultó una militancia sin fisuras cuando con rotundidad expuso que los leoneses no podemos ser castellanos; no podemos serlo de ninguna manera, y un poco más adelante apostilló que no querían ser parte de la actual autonomía  por lo que consideró agravio permanente de Valladolid y de su pésima administración para con León.

Aparicio, integrante del actual triángulo literario leonés, del que forma parte con Luis Mateo Díez y José María Merino, a los que recordó como camaradas de esta reivindicación y de la tradición leonesa del filandón, aportó a la audiencia testimonios historiográficos que sitúan al territorio leonés (no me gusta llamarlo provincia) en el área de influencia de Cantabria y Asturias, los últimos pueblos ibéricos sometidos por Roma. Sobre esa premisa resumió: nosotros somos astures, y fraternos, con lo cántabro.

Para Aparicio, el perjuicio de León es que no se ha reconocido como astur. La montaña une a Asturias y León, no les separa. Los políticos, antes de haber repartido España, tenían que haber leído a Julio Caro Baroja que, en sus estudios, incluía las conexiones entre Cantabria, Asturias y León, y llamaba a Zamora y Salamanca <provincias castellanizadas>.

Juan Pedro Aparicio advierte un punto de inflexión en el testimonio de Menéndez Pidal, acuñador del término <castillaespañolismo> , que tanto daño nos ha hecho.

En los Decreta, sancionados por Alfonso IX de León en 1188, encuentra Aparicio, la causa universal para ubicar este reino en la historia hasta nuestros días, una acción legislativa del Medievo que se adelantó a la Carta Magna inglesa, considerada tradicional y erróneamente la cuna del segundo poder.

Aparicio sugiere que este hecho histórico otorga a León una identidad histórica como reino potente que Castilla no tiene, y añade que Julio González, uno de los historiadores españoles más acreditados, describe los Decreta como Constitución.

El ponente se recrea en los sucesos y calidades históricas, que justifican a plenitud, la entidad más que suficiente para que León se convirtiera en autonomía propia en el modelo territorial que se diseñó en los albores de la democracia española.

En este sentido, Aparicio apunta que en los Decreta entra por primera vez en la historia el pueblo llano, con el rey, la nobleza y el clero. La Carta Magna no tiene nada que ver con los Decreta. La regulación de funciones era solo entre el monarca y los nobles. Pero la historia se ha escrito en inglés, y en España valoramos más lo que dice un inglés que lo que dice un español. Ha funcionado mucho el papanatismo.

Sigue abundando en las peculiaridades de León,  y afirma Juan Pedro Aparicio, que una esencia leonesa es que defiende tus intereses en igualdad de condiciones con los otros, y eso ha ido desapareciendo. León es un territorio de tierras comunales que se ha regido al amparo de sus costumbres, al estar desenganchada, como periferia que es, del resto de España.

El papel de León en la guerra castellana de los Comuneros es otro factor diferenciador entre las entidades que han conformado la autonomía vigente. Para Aparicio, León no está en ese acontecimiento y hace muy bien en no estar.

Aparicio no deja escapar un tono melancólico en esa afirmación que pronuncia como una moraleja de su intervención. Lamenta la quietud y conformismo del residente leonés y el hecho de que el leonesismo solo parezca emprendedor y reivindicativo solo cuando el leonés sale de su tierra.

Juan Pedro Aparicio estuvo acompañado por el escritor, catedrático y crítico literario Germán Gullón, por el periodista local Max Alonso, y por el director de la editora del libro (Lobo Sapiens), José Antonio Reñones, quien destacó que el volumen es una mirada subversiva a las monsergas que nos han contado.

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