Medio mundo anda todavía en el entramado de reclamaciones a juntas electorales y los que no a la espera de pactos y contrapactos en muchos municipios. Uno de ellos es la localidad leonesa, cabeza de varias comarcas, de Astorga. En las elecciones pasadas se dio lo que se llama en el argot de la sociología política un «empate técnico», esto es, 7 a 7 el PP y el PSOE del rescatado de la jubilación Juan José Alonso Perandones. Las elecciones en cuestión las ganó en número de votos José Luis Nieto, del centro derecha. Pero como el tercero en discordia es Izquierda Unida, con más que un probable acuerdo con el socialismo, el PP se aferra al voto que le falta para lograr el octavo concejal y con ello el gobierno en detrimento del PSOE.
La junta electoral de zona elevó las reclamaciones de un grupo de votos nulos, que no lo son para el PP, a la provincial, y en la provincial rescataron uno y el resto se ha elevado a la central. La emoción e intensidad en la localidad bimilenaria está al rojo vivo. La repercusión mediática se ha centrado en otras poblaciones como la capital leonesa o el resurgir del procurador de Podemos Pablo Fernández en una subsanación de recuento estrambótica.
Lo triste de todo esto es que se demuestra que la paulatina informatización de las elecciones también se equivoca como las personas, pues personas son al fin y al cabo las que manipulan los ordenadores y agendas PDA. Hay que poner coto a este mundo digital porque no es una ciencia exacta. Y por otra parte tenemos a los jueces participando como un poder que son en otro, esto es, el legislativo y el ejecutivo de las administraciones locales, provinciales y regionales; puesto que con sus decisiones ante las reclamaciones de papeletas y recuentos tienen la última voz. Una aventura en el sistema político donde se le supone, sólo supone porque son seres humanos, la neutralidad y la imparcialidad de sus decisiones. Resoluciones que pueden como en Astorga imponer un modelo de gobierno u otro.
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