El cascabel y el gato

Que los sindicatos, en general, se han convertido en una clase social, no es lo mismo que decir que los sindicatos representan a la clase de los trabajadores. Esto último hace más de tres décadas que dejó de suceder. Justo por las mismas fechas en la que sitúan los bilduetarras el fin de la Dictadura allá por 1983. Los sindicatos ya no representan a los trabajadores de esta nación, son baluartes de sí mismos y se han acomodado al sistema con una precisión suiza por mor de los dineros públicos que se les hace llegar por diversos cauces oficiales. El mayor escándalo no fue en teoría devolverles enormes edificios en los centros de las principales ciudades, no, el más rastrero de todos los hechos fue su compra mediante la subvención para cursos de parados y derivados. Fue en los años ochenta cuando reinventando la democracia en España, el entonces partido en el poder durante muchas legislaturas, diseñó ese sistema de financiación para comprar la denominada “paz social”. Desde entonces, los otoños calientes sólo los ha sufrido un partido político, y no precisamente el que menos tiempo ha estado en el poder. El llamado sistema, está hecho así y que ahora venga un jovenzuelo en una de las autonomías de interior, de la España vieja, como la Castilla Vieja y el Viejo Reino, qué viejuno todo, a anunciar a bombo y platillo que va a cortar por lo sano el dinero a los síndicos de la bolsa de Curro Jiménez, claro, ha armado la de Dios.

 

El periodista ni quita ni pone la razón al vicepresidente castellano y leonés. Hasta la gran mayoría sociológica puede estar de acuerdo con esta medida que se asoma al populismo. Es como haber escuchado a la gente por la calle y llegar a las Cortes y soltar la decisión. Pero para poner ese cascabel al gato hay que pensar primero que no gobiernas en solitario, que debes de consensuar las decisiones; en segundo lugar, que si quitas una rueda dentada en el engranaje puede estropearse y provocar problemas por otros lados del sistema. Para realizar un movimiento así hay que tenerlo pensado y calibrado perfectamente. De acuerdo, ya sabemos que García Gallardo se presta a poner el cascabel pero los arañazos y mordiscos los va a llevar el presidente Mañueco.

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