“El Camino es como un spa del alma, un ejercicio de fraternidad universal”

El franciscano y escritor Francisco X. Castro nos presenta su libro 'La senda de la vida. Historias del Camino de Santiago'
Francisco X. Castro Miramontes. / Religión Digital

El sacerdote franciscano Francisco X. Castro Miramontes acaba de publicar un libro lleno de vida y experiencias titulado La senda de la vida. Historias del Camino de Santiago (Editorial San Pablo). Ha sido también hospitalero, peregrino y un enamorado de la naturaleza, apasionado del Camino de Santiago y de Tierra Santa.

¿Qué es lo que ha querido exponer en La senda de la vida?

En realidad se trata de un proyecto iniciado hace ya muchos años en Santiago de Compostela. En aquel entonces, realizando la labor de acogida de peregrinos en el convento de San Francisco, habida cuenta de la cantidad de bellas historias que tienen su génesis en la experiencia de la peregrinación, quise esculpirlas con la palabra escrita para preservar su memoria. Este proyecto iniciado entonces quedó aparcado hasta un tiempo oportuno, y éste llegó en lo alto de o Cebreiro, en pleno camino de Santiago, durante la pandemia. La senda de la vida recopila historias reales del Camino de Santiago, de sus protagonistas, los caminantes y las gentes del Camino, que son quienes dotan a esta experiencia de alma.

Usted es un peregrino enamorado de la naturaleza, apasionado del camino de Santiago y de Tierra Santa.

Así es, estas dos geografías santas, el Camino de Santiago y lo que damos en llamar “Tierra Santa”, forman parte de mi vida, incluso conforman mi personalidad y el modo de sentir y entender la existencia. Y la naturaleza, sin duda alguna, la “hermana y madre“ naturaleza, como la llamaba San Francisco de Asís, es nuestro hogar común, por eso es tan importante desarrollar una conciencia ecológica que nace del amor y admiración por la creación, maravilloso don divino.

¿Cuántas veces ha peregrinado a Santiago de Compostela?

Si no recuerdo mal, seis veces, en mi juventud, a partir de ahí la huella del Camino quedó incrustada en mi alma y desde entonces, con un cierto sentimiento de devolver al Camino lo que el Camino me dio, trato de llevar adelante una labor de acogida de los protagonistas de esta epopeya histórica. Primero, durante varios años, en el Hogar de espiritualidad San Francisco de Asís, en Santiago de Compostela, y ahora en este lugar privilegiado, en lo alto de la montaña, cerca del cielo, en el Santuario de Santa María Real de O Cebreiro. Aquí estamos desde hace años una fraternidad de franciscanos al servicio del Camino y de parroquias de este entorno rural.

También ha sido hospitalero.

Sí, pero sobre todo debo de señalar que ha sido gracias a la colaboración de innumerables mujeres y hombres que de manera totalmente altruista desarrollaron esta labor de hospitalidad que benefició a 20.000 peregrinos, durante más de una década, en el convento de San Francisco de Santiago de Compostela. Y actualmente, también, solo que de otra manera, puntualmente acogiendo en la casa que ocupamos a peregrinos sin recursos, o aquellos que en un momento dado se encuentran sin una plaza de albergue. Pero sobre todo practicando la mayor hospitalidad que puede haber, la de la mirada, la sonrisa, el abrazo, la acogida fraterna a quien viene a nosotros, con el peso de la vida a sus espaldas.

Sin duda, Francisco Castro tendrá muchas experiencias del Camino. ¿Cuál o cuáles nos podría contar?

Pues en este sentido debo de remitir al libro, porque ahí se contienen algunas de estas historias que, por otra parte, con el paso del tiempo, estaba ya olvidando. Quizás las más destacadas, por emotivas, son las de aquellas personas que vienen heridas o dańadas por la vida, y que en el Camino de Santiago, incluso en momentos puntuales, como pueda ser un abrazo, encuentran una parte de sanación de esas heridas del alma que tanto duelen.

¿En el Camino de Santiago fácilmente se produce el encuentro y el compartir con gentes provenientes de diversos lugares del mundo?

Así es, la experiencia de la peregrinación a Santiago es un gran ejercicio de fraternidad universal, suelo decirle a los peregrinos que formamos parte de una gran familia: la Humanidad. Y esto se comprende muy bien en el hecho y arte de caminar hacia un horizonte común, compartiendo vida, impulsados por la esperanza, cada cual con sus motivaciones, pero al final resulta que la experiencia viene a producir una especie de armonía entre diferentes. El Camino es como un spa del alma.

¿En su condición de sacerdote franciscano ha podido comprobar verdaderas conversiones y arrepentimientos en muchos peregrinos?

Sí, al final el ser humano es (somos) un “homo Viator”, estamos en camino, la vida misma es como un camino, el Camino es una metáfora de la vida misma. Me gusta mucho escuchar las historias de los peregrinos, y es fácil que compartan su propia vivencia interior con gran libertad. En este sentido es muy importante practicar la escucha, que es también una forma de acogida y, por tanto, de amor. Conozco de primera persona casos de conversión, sin ir más lejos en este mismo Santuario de Santa María, que no pocas personas nos dicen que es un lugar muy especial, con una fuerza de paz y amor que hay quien dice sentirla tan pronto entra en este lugar santificado por tantos siglos de historia y tantos peregrinos. Suelo decir que este es un hogar, un hospital para el alma. En la Edad Media los hospitales de peregrinos solían ser edificados junto a una capilla. Mens sana un corpore sano. Cuerpo y alma en equilibrio.

Aquí celebramos lo que damos en llamar la Misa de los Peregrinos, que siempre concluye con una bendición especial para los caminantes. No es infrecuente contemplar en ese momento lágrimas. Recuerdo que en una ocasión un peregrino se acercó después de la misa con lágrimas en los ojos para decirme que era ateo, simplemente le sonreí y lo abracé, obviamente esto era en la época pre-pandémica, no hubo más palabras. Él había vivido su momento de catarsis personal. Seguramente este era su momento y lugar. La vida es una sucesión de encuentros. Para eso hay que desplegar la antena parabólica del alma; para sentir más allá de lo superficial, para profundizar en el sentido de la vida, que a mi modo de ver, es profundamente espiritual. Lo más bello de la vida es de esencia espiritual: el amor, la bondad, la amistad, la esperanza, la paz, la compasión, la solidaridad, la honradez…

En su libro también trata de esbozar un horizonte de esperanza y consuelo en el Camino de Santiago

Sí, porque conozco tantas historias de sufrimiento, porque sé que el ser humano necesita dar sentido a su vida, y eso va más allá de lo meramente material. Vivimos muy condicionados por nuestra sociedad y cultura, y especialmente la sociedad de consumo, tan guiada por el dinero, nos hace perder de vista lo que es más netamente humano, y que produce mayor felicidad. O recuperamos colectivamente los valores espirituales que nos humanizan, o estamos abocados al fracaso más estrepitoso.

Francisco, su libro La senda de la vida, ¿quiere que sirva como acompañamiento espiritual en el peregrinaje, no solo a Santiago, también en el camino de la vida?

Bueno, en realidad, es algo tan sencillo como dar voz a lo que siente el corazón, y en este caso en contraste con la vida misma, porque al final las protagonistas de este libro son esas historias reales de los caminantes. Eso sí, siempre que escribo, trato de hacer un uso responsable de la palabra, y trato, a través de ella, de abrazar, quizás hacer despertar el sentido de la vida desde la experiencia más profundamente humana y divina: el amor. Dios es amor.

¿Que no debe faltar nunca en la mochila de un peregrino?

En la mochila, en un sentido material, lo mínimo indispensable para la ruta, que es más bien poco. De hecho una de las experiencias comunes es darte cuenta que en realidad para vivir, a nivel material, se necesita muy poco. Ya desde una vertiente metafórica: el corazón abierto de par en par, sin más, ir viviendo, sintiendo cada paso del Camino, porque cada paso es una experiencia que te va ayudar a profundizar más en el sentido profundo de la vida. De hecho soy del parecer que lo que engancha tanto del Camino de Santiago es que es más que una ruta geográfica, en realidad es un camino interior. Por eso no es fácilmente transmisible a través de palabras la experiencia vivida… habría que decir aquello de: ven y verás.

¿Algo más qué añadir y transmitir a todos los peregrinos que han hecho su peregrinación o la están preparando en este Año Santo Jacobeo?

Algo tan sencillo como la bendición que llevamos compartiendo desde hace años con mujeres y hombres de distintos lugares del mundo, no en vano esta bendición la tenemos traducida a más de 20 lenguas:

Que el amor sea luz de esperanza en tu caminar.
Que la paz sobreabunde en tu corazón.
Que la bondad sea tu huella en esta vida.
Que la fe te afiance frente al misterio de la vida. 
Y que llegado el momento de alcanzar la meta, Dios, el Amor, te abrace eternamente. 
Sé feliz y haz felices a los demás.
Ultreia e Suseia.
¡Buen Camino de vida!

 

Print Friendly, PDF & Email